Cartografías del Vínculo: La Poética del Afecto en Movimiento
En la Hacienda La Trinidad Parque Cultural, se presenta una exploración sensible del territorio como experiencia íntima, donde la memoria, el desplazamiento y la imagen se entrelazan para revelar cómo persisten los vínculos en tiempos de fractura.

En la exposición Cartografías del vínculo de Lubeshka Suárez, el territorio deja de ser una superficie física para convertirse en un espacio sensible, hecho de memorias, desplazamientos y afectos que se niegan a desaparecer. Bajo la curaduría de Lorena González Inneco, la artista presenta cinco años de trabajo interdisciplinario donde convergen pintura, fotografía, instalación, videoarte y gráfica, configurando un mapa emocional que dialoga con distintas formas de desplazamiento contemporáneo: del insilio al exilio, y de allí a las múltiples derivas de la diáspora.
La muestra no intenta explicar la migración ni traducirla en cifras. Lo que propone es una atmósfera donde lo íntimo se vuelve universal: fragmentos de cielo, contornos de países, rostros pixelados, paisajes refractados. Imágenes que no buscan representar el dolor o la distancia, sino revelar cómo los vínculos humanos sobreviven a pesar de ellas. Suárez trabaja desde una sensibilidad que evita la estridencia y apuesta por la delicadeza. Su obra no denuncia: sugiere. No grita: susurra. En esa elección reside gran parte de su fuerza poética.
Uno de los núcleos más evocadores de la exposición es la serie de pequeñas pinturas de cielos. Dispuestas en secuencias que varían en color y clima, estas piezas funcionan como un archivo atmosférico donde cada tonalidad parece capturar un estado emocional. Son cielos íntimos y cambiantes que evocan tránsito y pertenencia al mismo tiempo. La artista convierte un elemento común —la bóveda celeste— en un territorio compartido, un recordatorio de que incluso lejos siempre hay algo que permanece. En estas obras, la luz no ilustra: acompaña.

Otra sección clave es la serie de cartografías intervenidas, donde países y regiones aparecen reducidos a su silueta mínima, convertidos en manchas o sombras que oscilan entre lo reconocible y lo abstracto. Al eliminar la información geográfica y conservar apenas el contorno, Suárez deja al descubierto la fragilidad del territorio como construcción humana. El mapa deja de ser un instrumento de ubicación para convertirse en una metáfora del desarraigo. Allí donde antes había fronteras y límites, ahora queda apenas la memoria de un lugar que insiste, aunque haya cambiado para siempre.
En la instalación de retratos pixelados y capturas de videollamadas, la artista recoge otra dimensión del vínculo: la comunicación fragmentada entre quienes habitan territorios distintos. Los rostros borrosos, congelados o distorsionados por la tecnología hablan de afectos que buscan permanecer, aunque la presencia física sea imposible. Estas imágenes —tan cotidianas en la vida contemporánea— adquieren en la sala un tono conmovedor. No representan ausencia, sino insistencia: la voluntad de seguir mirándose, aunque sea a través de una pantalla.
Las fotografías refractadas completan este universo, introduciendo la idea de que la mirada también se desplaza. A través de vidrios que multiplican o distorsionan la imagen, el mundo aparece inestable, movedizo, a veces ilegible. La artista captura ese temblor visual como una forma de traducir el estado emocional del desplazamiento: una realidad que se reconoce, pero ya no se identifica del todo.
En conjunto, Cartografías del vínculo articula una poética del afecto en movimiento. Cada obra funciona como una coordenada emocional dentro de un mapa que no se encuentra en los atlas tradicionales. Suárez presenta un cuerpo de trabajo coherente y profundo, donde lo sensible se vuelve herramienta crítica y la memoria adquiere forma sin necesidad de explicarse.
La curaduría de González Inneco acompaña este proceso con claridad y precisión, permitiendo que los distintos núcleos de la exposición respiren y dialoguen entre sí. El resultado es un recorrido que invita a detenerse, observar y reconocer aquello que permanece incluso en medio del cambio.
En estas cartografías, lo que se dibuja no es un territorio físico, sino la persistencia del vínculo: ese espacio interior que, aun fragmentado, sigue siendo hogar.
CARACAS D.C. VENEZUELA

Cartographies of the Bond: The Poetics of Affection in Motion
At Hacienda La Trinidad Parque Cultural, this exhibition offers a sensitive exploration of territory as an intimate experience, where memory, displacement, and image intertwine to reveal how bonds endure in times of fracture.

In Cartografías del vínculo, Lubeshka Suárez transforms territory from a physical surface into a sensitive space shaped by memories, displacements, and affections that refuse to fade. Curated by Lorena González Inneco, the artist presents five years of interdisciplinary work—painting, photography, installation, video art, and printmaking—configuring an emotional map that resonates with contemporary forms of displacement: from insilio, or inner exile, to external exile, and onward to the multiple trajectories of the diaspora.
The exhibition does not attempt to explain migration or translate it into numbers. Instead, it offers an atmosphere where the intimate becomes universal: fragments of sky, outlines of countries, pixelated faces, refracted landscapes. Images that do not seek to portray pain or distance, but to reveal how human bonds survive in spite of them. Suárez works from a sensibility that avoids stridency and embraces delicacy. Her work does not denounce—it suggests. It does not shout—it whispers. Much of its poetic strength resides precisely in that choice.
One of the exhibition’s most evocative nuclei is the series of small sky paintings. Arranged in sequences that shift in color and climate, these pieces function as an atmospheric archive where each hue seems to capture an emotional state. They are intimate, changing skies that evoke both transit and belonging. The artist turns a common element—the celestial vault—into a shared territory, a reminder that even far away, something always remains. In these works, light does not illustrate: it accompanies.

Another key section features the series of intervened cartographies, where countries and regions appear reduced to their minimal silhouette, transformed into stains or shadows oscillating between the recognizable and the abstract. By removing geographic information and retaining only the contour, Suárez exposes the fragility of territory as a human construct. The map ceases to be a tool of orientation and becomes a metaphor for estrangement. Where borders and limits once existed, only the memory of a place remains—insisting, even if irrevocably changed.
In the installation of pixelated portraits and video-call captures, the artist addresses another dimension of the bond: fragmented communication between those who inhabit different territories. Blurry, frozen, or digitally distorted faces speak of affections striving to persist when physical presence is impossible. These images—so common in contemporary life—take on a moving resonance in the gallery. They do not portray absence, but insistence: the will to keep looking at one another, even through a screen.
The refracted photographs complete this universe, introducing the idea that the gaze itself also migrates. Through panes of glass that multiply or distort the image, the world appears unstable, shifting, at times unreadable. Suárez captures this visual tremor as a way of translating the emotional state of displacement: a reality that is recognized, yet no longer fully identified.
Taken together, Cartografías del vínculo articulates a poetics of affection in motion. Each work operates as an emotional coordinate within a map that cannot be found in traditional atlases. Suárez presents a coherent and deeply felt body of work, where sensibility becomes a critical tool and memory takes form without needing explanation.
González Inneco’s curatorship accompanies this process with clarity and precision, allowing the exhibition’s different nuclei to breathe and converse with one another. The result is a journey that invites viewers to pause, observe, and recognize what endures even amid change.
In these cartographies, what is traced is not geographical territory, but the persistence of the bond—that inner space that, even when fragmented, remains a home.
CARACAS D.C. VENEZUELA

Cesar Sasson
Magíster en Curaduría de Arte
coleccionsasson@gmail.com
@coleccionsasson
Ciudad de Panamá – Panamá
Noviembre 2025