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In Arte & Cultura, Eventos

 “La mejor crítica es la autocrítica”.

16 noviembre, 2025

 “La mejor crítica es la autocrítica”. Pin It

 

 “La mejor crítica es la autocrítica”

 

Durante el encuentro con Alicia Viteri en la Sala de Exposiciones del Banco de Panamá, la artista reveló a los asistentes las líneas que casi nunca aparecen en el papel, sino las que nacen del pensamiento, de la experiencia y de la mirada que la han acompañado décadas de creación silenciosa y rigurosa.

 

 ALICIA VITERI ACOMPAÑADA POR ANA B. CARRIZO.

 

Esa noche tuvimos el privilegio de escucharla hablar de su vida, de sus viajes y de la cadena de decisiones, hallazgos y pérdidas que la condujeron hacia su obra en conjunto. No fue una charla; fue una confesión luminosa. La artista —cuya lucidez permanece intacta— tejió sus memorias con la misma precisión con la que trabaja el papel, el grabado o la imagen poética.

 

Recordó su infancia, sus primeros viajes y aquel impacto fundacional de 1964, cuando vio la Piedad de Miguel Ángel en un ciclorama de fondo azul profundo durante la Feria Mundial de Nueva York. “Ese fue mi primer golpe”, dijo. “La primera semilla”. A partir de ese instante su camino dejó de ser lo que otros querían para ella —abogado o médico— y se abrió hacia un territorio propio, incierto pero inevitable: el arte.

 

 

Habló con emoción de Bogotá, donde encontró maestros, amistades y una vida intelectual que la marcó profundamente. Evocó a Juan y Santiago Cárdenas, además de Luis Caballero, entre otros, a quienes describió con un afecto que desbordaba gratitud, en una mezcla de admiración y cariño. De esos años también surgieron los primeros encuentros con Stefano, su compañero de vida, viajes, aprendizajes, y dudas, en un período intenso en el que buscaba su voz artística sin saber todavía cuál sería su forma definitiva.

 

El relato continuó con su llegada a Panamá en los años setenta: el calor, la vida en tierra caliente, la compleja coexistencia con la antigua Zona del Canal, la sociedad mezclada, sus primeras impresiones de un país vibrante. Fue aquí donde comenzaron a aparecer los insectos, esos “bichitos” que se convertirían en parte esencial de su lenguaje visual. En Panamá, dijo, aprendió a mirar distinto: a desmontar la obra por dentro, a descubrir un mundo interior que podía volverse imagen.

 

 

“Yo me aburro de las técnicas; lo que me gusta es probar”, confesó, con esa mezcla de honestidad y humor que la caracteriza. Quizás el momento más conmovedor fue cuando pronunció una frase que se quedó flotando en la sala, y que resume su ética de trabajo:

 

“La mejor crítica es la autocrítica.”

 

Lo dijo sin solemnidad, como quien comparte un secreto de vida: la única forma de crecer es mirarse de cerca, con rigor y con ternura.

 

Escucharla fue entrar en una historia que no solo es la de una artista, sino la de una mujer que ha hecho de la búsqueda un destino. Una mujer que ha convertido sus temores, sus incertidumbres y sus descubrimientos en un universo propio, reconocible y profundamente humano.

 

Alicia Viteri no contó una biografía; nos regaló un mapa emocional.

 

Y quienes estuvimos allí comprendimos que su obra —como su vida— no se explica, se experimenta.

 

 

“The Best Critique Is Self-Critique”

 

During the public talk with Alicia Viteri at the Exhibition Hall of the Banco de Panamá, the artist revealed to the audience the lines that rarely appear on paper —the ones born from thought, experience, and the quiet gaze that has accompanied her through decades of rigorous, silent creation.

 

 

That evening, we had the privilege of hearing her speak about her life, her travels, and the sequence of decisions, discoveries, and losses that gradually shaped the totality of her work. It was not a lecture; it was a luminous confession. The artist, with her lucidity intact, wove her memories with the same precision with which she approaches paper, printmaking, and the poetic image.

 

She recalled her childhood, her early travels, and the foundational shock of 1964, when she encountered Michelangelo’s Pietà displayed against a deep blue cyclorama at the New York World’s Fair. “That was my first blow,” she said. “The first seed.” From that moment on, her path ceased to be what others envisioned for her —law or medicine— and opened instead toward a territory that was uncertain yet inevitable: art.

 

 

She spoke with emotion about Bogotá, where she found teachers, friendships, and an intellectual life that marked her deeply. She evoked Juan and Santiago Cárdenas, as well as Luis Caballero, among others—figures she described with a blend of affection and gratitude. From that period also came her first encounters with Stefano, her life partner, along with travels, lessons, and doubts during a time when she was searching for an artistic voice without yet knowing its final form.

 

Her story continued with her arrival to Panama in the 1970s: the heat, the rhythm of life in the tropics, the complex coexistence with the former Canal Zone, the mixed society, and her first impressions of a vibrant country. It was here that the insects began to appear—those “little critters” that would become essential to her visual language. In Panama, she said, she learned to look differently: to dismantle her work from within, to uncover an inner world capable of becoming image.

 

 

“I get bored with techniques; what I like is to experiment,” she admitted, with that mix of honesty and humor that defines her. And perhaps the most moving moment came when she shared a sentence that lingered in the room and seemed to condense her entire work ethic:

 

“The best critique is self-critique.”

 

She said it without solemnity, as someone offering a life secret: that the only way to grow is to look at oneself closely, with rigor and tenderness.

 

Listening to her meant stepping into a story that is not only that of an artist, but of a woman who has made searching her destiny. A woman who has transformed her fears, uncertainties, and discoveries into a personal universe—recognizable, consistent, and profoundly human.

 

Alicia Viteri did not recount a biography; she offered us an emotional map.

 

And those of us who were there understood that her work —like her life— is not explained: it is experienced.

FOTOGRAFÍAS CORTESÍA ARTECONSULT

 

 

Cesar Sasson

Magíster en Curaduría de Arte

coleccionsasson@gmail.com 

@coleccionsasson

Ciudad de Panamá –  Panamá

Noviembre, 2025

 

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