El origen de una obsesión
Como muchos fotógrafos, su primer encuentro con la imagen fue familiar. Su padre tenía una cámara Canon que lo hipnotizaba. No entendía el proceso, pero sí el resultado: imágenes que capturaban algo más que luz. Al salir de la adolescencia, decidió intentarlo en serio. Estudió en el Centro de Diseño de Maracay inicialmente con el profesor José Briceño y más tarde con Wilson Prada, donde su intuición con la luz ya destacaba entre sus compañeros.
Pronto, Álvaro se sumergió en una doble vida fotográfica: por el día registraba protestas durante los convulsos años 2002-2003 en Venezuela; por la noche, cubría fiestas electrónicas y eventos sociales para una revista digital, en Maracay, su ciudad natal ni siquiera los eventos políticos paraban la movida nocturna. Esa experiencia contrastante moldeó su mirada: aguda, adaptable, siempre atenta al momento.
De Maracay a las grandes ligas
Su carrera profesional despegó oficialmente en El Periodiquito, un diario regional donde lo contrataron más por saber manejar que por su portafolio. Aun así, supo aprovechar la oportunidad: comenzó cubriendo información general y, al poco tiempo, lo asignaron al área de deportes. Allí encontró su lugar.
Cubrió la Serie del Caribe y la Copa América 2007 en Venezuela. Aunque al principio lo hizo por intuición, pronto entendió que la fotografía deportiva es una danza con el tiempo: “Los fotógrafos deportivos vivimos en el futuro para capturar el pasado”, afirma. La preparación lo es todo; hay que estudiar el juego, a los jugadores, las estrategias. No es cuestión de suerte, sino de precisión.
Su trabajo lo llevó incluso a Estados Unidos, donde vivió la experiencia de fotografiar juegos de las Grandes Ligas. La diferencia era clara: respeto profesional, acceso a zonas restringidas y una organización que valoraba el trabajo visual. Pero también exigía una ética estricta y un alto grado de profesionalismo.
Un viaje que lo cambió todo
En 2008 decidió hacer una pausa y se fue a Canadá. No sabía si regresaría. Estuvo poco más de un mes, lo suficiente para vislumbrar otro mundo: más ordenado, más respetuoso con la profesión, más abierto. Aunque volvió a Venezuela por un tiempo, ya había tomado una decisión interna: debía migrar y reinventarse.
En Canadá trabajó como asistente de un fotógrafo de bodas, eventos deportivos y hasta ganó un premio de Fujifilm por una foto tomada cuyo fin era retratar el ambiente festivo propio de las olimpiadas de invierno. Esa experiencia consolidó su visión: la fotografía era su camino, pero debía adaptarse al contexto.
Reinventarse sobre dos ruedas
En 2014 emigró definitivamente a Chile. La necesidad económica lo llevó a tomar un trabajo de oficina en una clínica. Pero la fotografía nunca desapareció. Colaboró con Getty Images y poco a poco volvió a encender el fuego creativo. Un día compró una bicicleta, sin saber que eso cambiaría todo.
Comenzó a subir cerros y a fotografiar corredores de MTB (mountain bike). Allí vio una oportunidad de negocio: los ciclistas amateurs, apasionados y orgullosos de su inversión en equipos, querían fotos memorables. Álvaro se convirtió en el fotógrafo de los fines de semana: “Lo mínimo que quieren es una buena foto. Y están dispuestos a pagar por ella.”
Nació entonces Amartinez.photo, su marca personal. Pero el reto no era solo disparar la cámara: tuvo que aprender sobre marketing digital, edición, gestión de costos y precios. Creó un sistema de venta directa con QR y stickers en los eventos, optimizó su flujo de trabajo con Photo Mechanic y aprendió a entregar rápido y con calidad.
Ser fotógrafo, empresario y marca
Hoy, Álvaro combina su trabajo formal de lunes a jueves con su emprendimiento visual de viernes a domingo. No se queja. Gracias a esa estabilidad puede escoger proyectos que lo apasionen, como un reciente viaje a 4.000 metros de altura para registrar ciclistas en los Andes. “A veces no es por dinero, es por lo que me deja como fotógrafo”, explica.
Para Álvaro, la fotografía no es solo un oficio, es una forma de ver el mundo. “Casi que veo mi vida en cuadros”, confiesa. Su consejo para quienes hoy se sienten estancados en la fotografía es claro: “Aprende el negocio. Ya no basta con hacer buenas fotos. Tienes que venderte, adaptarte, diferenciarte. Si no lo haces tú, nadie más lo hará por ti.”
Profesor José Ramón Briceño Diwan
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CARACAS D.C. VENEZUELA
Junio, 2025