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In Arte & Cultura, Eventos

Cuadrados, Silencios y Otros Lenguajes.

24 abril, 2025

Cuadrados, Silencios y Otros Lenguajes. Pin It

La siguiente reflexión nos aproxima a la obra del artista venezolano Jesús Guerrero, quien en su más reciente muestra insiste —con profundidad y economía— en el cuadrado como signo, gesto y pensamiento visual. A través de una escritura que transita entre el análisis y la contemplación, el autor traza conexiones con referentes fundamentales de la pintura moderna, sin perder de vista la singularidad de su lenguaje plástico.

 

 

En la más reciente exposición de Jesús Guerrero, que se está presentando en la actualidad en el Ateneo Jesús Soto en Tovar, Estado Mérida, el cuadrado se muestra no como una forma, sino como una insistencia. Una pulsación que se repite sin alarde, pero con firmeza. Como quien golpea suavemente una puerta, esperando que algo —una voz, una imagen, un recuerdo— le responda desde el otro lado. Cada pintura parece una variación sobre el mismo gesto y, sin embargo, ninguna se repite. Hay cuadros que se levantan como muros erosionados por el tiempo; otros, donde el amarillo irrumpe como una vibración eléctrica en medio del gris. Hay estructuras que evocan mapas invisibles, planos de lo que fue o de lo que aún no es. El cuadrado está allí siempre, como eje, como ventana, como huella.

 

 

Es inevitable —aunque no impostado— evocar en esta obstinación geométrica el eco del Cuadrado negro de Kazimir Malevich. Aquel gesto radical que despojaba la pintura de toda narración para proponerla como pura sensibilidad. Más tarde, en su Blanco sobre blanco, Malevich llevaría ese impulso al umbral de la invisibilidad. En Guerrero, sin embargo, la geometría se humaniza: se agrieta, se desplaza, se oxida. No busca el absoluto, sino el temblor. También resuena, lejanamente, la economía de medios de Robert Ryman, el aliento casi místico de Agnès Martin, el negro hipnótico de Ad Reinhardt. Pero Guerrero no cita: decanta. Lo suyo es una pintura que ha leído la historia, pero que se resiste a obedecerla.

 

A veces hay color. A veces no. A veces hay materia. A veces apenas un gesto sobre la lona. Y, sin embargo, en todos los casos, hay un pensamiento pictórico que se despliega con coherencia silenciosa. No hay figura, no hay relato. Hay una respiración lenta. Un orden que no impone, sino que sugiere. Una pintura que, más que mostrarse, se pregunta. Jesús Guerrero no pinta para representar. Pinta para saber qué queda cuando ya no hay nada que representar. Y allí, en esa frontera entre la forma y el vacío, entre la memoria y la abstracción, el cuadrado persiste como signo, como resto, como posibilidad. Pintar cuadrados, en este contexto, no es repetir. Es resistir.

 

Squares, Silences, and Other Languages

 

This reflection brings us closer to the work of Venezuelan artist Jesús Guerrero, who in his most recent exhibition insists —with both depth and restraint— on the square as sign, gesture, and visual thought. Through a writing style that flows between analysis and contemplation, the author draws connections with foundational figures in modern painting, while remaining attentive to the singularity of Guerrero’s pictorial language.

 

 

In Jesús Guerrero’s latest exhibition, currently on view at the Ateneo Jesús Soto in Tovar, Mérida State, the square appears not as a form but as an insistence. A pulse that repeats itself without ostentation, yet with determination. Like someone gently knocking on a door, hoping that something —a voice, an image, a memory— will answer from the other side. Each painting seems like a variation on the same gesture and yet, none are the same. Some rise like walls eroded by time; others, where yellow bursts forth like an electric vibration in the middle of gray. Some structures evoke invisible maps, blueprints of what once was or of what has yet to be. The square is always there — as axis, as window, as trace.

 

It is inevitable —though never forced— to hear in this geometric persistence the echo of Kazimir Malevich’s Black Square. That radical gesture stripped painting of all narrative to propose it as pure sensitivity. Later, with White on White, Malevich would take that impulse to the threshold of invisibility. Guerrero, however, humanizes geometry: it cracks, it shifts, it rusts. It seeks not the absolute, but the tremor. One might also hear faint resonances of Robert Ryman’s economy of means, Agnès Martin’s near-mystical breath, or Ad Reinhardt’s hypnotic black. But Guerrero does not quote —he distills. His is a painting that has read history, but refuses to obey it.

 

 

Sometimes there is color. Sometimes not. Sometimes matter. Sometimes only a faint gesture on the canvas. And yet, in every case, there is a pictorial thought that unfolds with silent coherence. There is no figure, no narrative. There is a slow breath. An order that does not impose, but rather suggests. A painting that, more than showing itself, asks. Jesús Guerrero does not paint to represent. He paints to find out what remains when there is nothing left to represent. And there, on that border between form and void, between memory and abstraction, the square persists —as sign, as remnant, as possibility. In this context, painting squares is not repetition. It is resistance.

 

Cesar Sasson

Ciudad de Panamá –  Panamá

coleccionsasson@gmail.com

Abril 2025

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