Para hablar de la más reciente exposición del artista venezolano, Enay Ferrer, titulada “El Lado Oscuro del Corazón”, presentada en Madrid entre el pasado 6 de septiembre y el 1ro., de octubre, me gustaría comenzar citando el siguiente párrafo del historiador francés Georges Didi-Huberman,: “Ante una imagen, tenemos humildemente que reconocer lo siguiente: que probablemente ella nos sobrevivirá, que ante ella somos el elemento frágil, el elemento de paso, y que ante nosotros ella es el elemento del futuro, el elemento de la duración, La imagen a menudo tiene más de memoria y más de porvenir que el ser que la mira”.
Bajo esa premisa se puede afirmar que las imágenes de Enay Ferrer, se inscriben en un ciclo temporal, cuya expresión se materializa entre la figuración y lo abstracción, para revelar una búsqueda introspectiva y existencial del propio artista. Donde la repetición de ciertos símbolos, como el cuervo, la figura humana desdibujada y algunos patrones abstractos conforman un universo visual coherente con los que pretende explorar la fragilidad del ser en un mundo atrapado por el caos, la mecanización y la desintegración. Lo que convierte estas obras en creadoras no solamente de sus propias historias, sino también de su sentido, a través de una técnica que privilegia lo gestual y lo espontáneo, que las inserta dentro de una tradición expresionista, pero con una sensibilidad contemporánea que reflexiona sobre la cultura de masas y la fragmentación del yo.
Las imágenes de Enay Ferrer, no sólo transmiten emociones viscerales, sino que también plantean una crítica implícita a la deshumanización en un mundo dominado por lo superficial y lo masificado. Cada trazo y cada objeto parece buscar un equilibrio entre la autenticidad del yo y la presión del entorno, recordándonos que el arte sigue siendo una vía esencial para resistir la disolución de lo personal en medio de la uniformidad cultural.
En este sentido, el uso recurrente de elementos icónicos de la cultura popular dentro de un contexto gestual y crudo nos desafía a reconsiderar el lugar del arte como un espacio de resistencia y cuestionamiento. Estas obras, en su ambigüedad y multiplicidad de capas, no ofrecen respuestas fáciles, en cambio, invitan a seguir indagando sobre las tensiones entre lo interno y lo externo, o lo banal y lo sublime.
Son un recordatorio potente de que, aunque el mundo moderno nos asfixie con imágenes vacías, el arte sigue siendo un territorio donde la verdadera profundidad puede emerger de los gestos más caóticos y fragmentados. Un mundo saturado de imágenes, dentro del cual el arte se erige como un espacio para la exploración profunda de la condición humana, un lugar donde el gesto puede desvelar las capas más íntimas de la experiencia.
En definitiva, el trabajo de Enay Ferrer nos invita a no solo ver, sino a sentir y a reflexionar sobre nuestra existencia en un mundo en constante transformación
Cesar Sasson
Ciudad de Panamá – Panamá
Octubre, 2024