La música bailable o rítmica posee elementos que generan fascinación, no sólo a quienes les gusta bailar, por el contrario, creo que los que generalmente no lo hacemos, vemos con admiración a quienes han cultivado los géneros populares, supuestamente concebidos, en primer lugar, para animar festividades. A fin de cuentas, la música no es buena o mala dependiendo del género en que se realice, cada uno tiene su valor intrínseco, de igual modo que sucede en el mundo del cine, una comedia no tiene menor valor que un drama, sólo son géneros distintos. La música clásica o el jazz, no considero que sean «superiores» a otros ritmos, sólo es otra clase de sonido.
Hay artistas tan obvios que no los tomamos en cuenta a menudo, personajes tan imprescindibles que damos por sentados, y que a veces nos encontramos escuchando como si nunca hubiésemos tenido noticia de su existencia: con oídos nuevos.
Me pasa desde hace una semana con Celia Cruz, quien cumplió diez años de fallecida recientemente, y para quien se han realizado homenajes y actividades especiales dedicadas a reactivar su memoria musical. La he visto en televisión, la he escuchado en la radio con sorpresa, pues parece que no había reparado en ella, la magia de la música vuelve nuevo lo conocido, tal como un libro que ya leíste cobra renovado sentido cuando vuelves a él, dependiendo en que etapa de tu vida te encuentres, una canción que ya tienes registrada puede ser diferente si la escuchas de otro modo, en otra circunstancia.
La música de Celia Cruz se vitaliza con el tiempo, fundamentalmente porque desde su ausencia no ha aparecido una cantante en español de sus condiciones y temperamento. Lo que ella hacía no lo hace ninguna otra en esta época. Y es que Celia Cruz cantaba con energía, claro no es esa una frase original, ni una verdad nunca antes dicha, es una obviedad que la mayoría dice, y que al igual que algunos clichés es verdad. La buena vibra, el ímpetu de la voz de la cubana, me parece, que no solo tenían base en su timbre natural, como casi todo, al parecer, era una cuestión de actitud, de forma de ser, que no solo la favorecía en la música, si no en la vida.
Todos estos días me la he pasado escuchando cuentos e historias de cómo Celia Cruz preconizaba su arreglo personal, incluso en las circunstancias más difíciles, como las de su enfermedad. También he tenido noticia de anécdotas contadas por ella misma con su tono de voz aplomado y su actitud de, al menos en apariencia, optimismo irreductible. Al parecer a la llamada “Reina de la salsa” le gustaba andar por el mundo con orgullo y dignidad. Quizás por eso cantaba así, con un empuje que te contagia cuando la escuchas y te dan ganas de moverte, de levantarte de la silla o simplemente a quedarte sentada escuchándola pensando en lo bonito que es, en lo bien que suena, cuando alguien hace su trabajo con un máximo de exigencia y profesionalismo.
Luisa Ugueto
@elproyectordedo