La poesía, la mejor, es atemporal. Carece de historia y no está en el tiempo. A diferencia de la historia que está sujeta al poder dominante, esto significa al poder de una élite social, económica o política, que recrea y distorsiona la historia en pro de su interés, la poesía, por fortuna, después de la desaparición del clasicismo y del romanticismo llegó a ser más autónoma, el canto a los dioses y a los reyes quedó atrás, los héroes desaparecieron, y el poeta tuvo que asumir su realidad y sus despojos, su angustia y su responsabilidad y comenzó a retratar al hombre común, a veces crudamente, con humor e ironía. Desde luego que ironía y humor siempre han existido en la literatura, pero con el advenimiento de la vanguardia, empezaron a tener un papel más importante, tal vez como el único mecanismo para expresar la condición humana después de la primera guerra mundial. Un ejemplo de lo que quiero decir es La Tierra baldía de T.S. Eliot, una especie de mosaico irónico, absurdo y enigmático del autor, así como muchos críticos observarían del momento histórico que le tocó vivir. Una contribución significativa de las vanguardias de principios del siglo XX fue la dislocación de la realidad, en poesía, se asumió la experimentación temporal / espacial, y, aún más relevante, de la sintaxis y la estructura del poema que tiene su antecedente histórico en Mallarme especialmente su obra Un coup de dés jamais n’abolira le hasard. En el arte, el cubismo y el abstractismo fue asumido como un mecanismo para la representación de esta nueva realidad.
La concepción poética de Lydda Franco Farías revela en muchos de sus poemas más logrados lo que hemos estado hablando antes. Su poesía va más allá de la esfera social y política, en la que muchos críticos han querido inscribirla torpemente, denotando su pobreza crítica de esta poesía.
En su visión de la realidad se configuran brillantemente la dislocación sintáctica y del yo, y hay una fuerte carga de humor –que en esta poesía es más bien juego lúdico, a ratos esmerada ironía. Poesía que va más allá del simple humor sarcástico de otros escritores de su generación, e, incluso, de generaciones posteriores. Su poesía se inscribe sin duda en la corriente del absurdo, aunque yo no soy crítico ni filosofo, leyendo su poesía, y tratando de distanciarme de la seducción inicial que me produjo, puedo decir a carta cabal que estamos ante una poeta del absurdo, y no una continuadora más de esta tradición sin tradición en el ámbito de la literatura universal, suerte de concepción paradojal, pero cierta.
Otra de las características del absurdo es la búsqueda del otro, de un más allá. Realidad no amparada por la contumaz cotidianidad sino por el enigma, esencia de toda realidad, incluso física. Porque el poema no tiene ninguna base física por lo tanto carece de historia y no está en el tiempo, es atemporal, al menos, la mejor poesía escrita hasta ahora.
El uso del término Seiendes propuesto por Heidegger, que se convierte en la antítesis del término Da-sein, ser-ahí (ahí abajo), que significa algo así como cosa, y no usando la palabra como Heidegger para referirse a los hombres, sino para la poesía, podemos decir que el poema es una cosa, pero al igual que el hombre, es trascendente, es decir, la poesía es una cosa que sin embargo es algo más. Seiendes es el ser de las cosas, su absurdo.
Heidegger dice:
“En la frase «Dios ha muerto», la palabra Dios, pensada esencialmente, representa el mundo suprasensible de los ideales, que contienen la meta de esta vida existente por encima de la vida terrestre y, así, la determinan desde arriba y en cierto modo desde fuera.”
Lydda Franco Farías quizá de una manera no consiente convierte esta explicación de Heidegger de la frase de Nietzsche en material poético:
“el desierto está ahí pero sin dios
encaja perfectamente
en el túnel que somos”
Por naturaleza el sueño es absurdo:
“vuelvo a soñar que sigo despierta
en el sueño
cierran con llaves maestras
el paso del río
despierta
en el sueño”
La poeta descubre la esencia de las cosas, su trasfondo dislocado, irracional:
“Persevero
en mi mosca
yo
mínima bestia
amancebada”
Ella sabe que escribir un poema es tejer en el vacío / es desprenderse de uno mismo / caer en el vacío / es recuperar el revés / lo que encandila. Porque el cuerpo está hecho de materia, voz, y es quien teje el otro compás desoído.
En toda la obra de Lydda Franco Farías existe una dualidad pragmática-filosófica muy interesante, sus poemas son ónticos y ontológicos. Poesía que se sabe existente, pero también es consciente de su esencia, de su no-lugar.
La poesía de Lydda Franco Farías es un juego lúdico-enigmático que revela su profunda comprensión del absurdo. La poeta bordea con las palabras la realidad cotidiana para encontrar esa otra realidad donde se encuentra la auténtica poesía:
“… debo encontrarme al final de esta
página con mi otra o desfallecer…”
Bibliografía
Franco, Lydda. Antología Poética. Monte Ávila editores latinoamericana. Caracas, 2004.
Heidegger, Martin. Caminos de bosque, Madrid, 1996, pp. 190-240. Traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte.
D. Arenas C, Enrique. El Disparate y el Enigma / Dislocación, Ritual, Absurdo en la Poesía de Lydda Franco Farías. Revista de Literatura Hispanoamericana. No. 54, Enero-Julio, 2007: 38-74
Eliot, T.S. La tierra baldía. Edición bilingüe. Edición, introducción y notas de Viorica Patea. Traducción de José Luis Palomares. Madrid: Ediciones Cátedra, 2005. 336 pp. (Colección Letras Universales; 381).
Mallarme, Stephane. Antologia (6ª ed.) Visor libros. España, 2003.