Alfredo Sadel fue un ídolo bien conectado. No hablemos de su maravilloso talento, deslumbrante aspecto físico y carisma, es un hecho que en su estrellato jugaron un papel muy importante sus relaciones personales. Superados los tropiezos que todo novel atraviesa en sus inicios, hacia 1952 Sadel tenia como manager a Rodolfo Wellish “Big Ben”, un hombre muy influyente en la incipiente farándula venezolana. Wellish, era el director de la revista especializada en cine y espectáculo “Mi Films” donde Alfredo llego a tener su propia columna de opinión llamada “La gente y los toros”. Luego, cuando comenzó la televisión, “Big Ben”, presento por muchos años un programa muy popular en Radio Caracas TV, en el cual Sadel actuaba con muchísima – o tal vez demasiada – frecuencia.
En Mi Films, Alfredo era motivo – desmesurado – de toda clase de artículos, notas, entrevista y muy a menudo de la portada. Wellish, le brindo a Sadel un apoyo incondicional, mas allá de sus obligaciones comerciales. Estaba empeñado en hacer de él una luminaria internacional y en enero de 1952 lo llevó a New York y Los Ángeles para presentarlo en los círculos artísticos de la “Gran Manzana” y Hollywood. En las fotografías del viaje que publicaron algunos diarios capitalinos – y por supuesto en Mi Films en paginas centrales – Sadel no dejo escapar ni la más mínima sonrisa, como si se sintiera ajeno a ese mundo de frivolidades.
En Norteamérica concretaron los términos de su contrato con RCA Víctor y fueron directo a México a los estudios de grabación de la compañía a montar las primeras pruebas. Volvería unos meses a Caracas para hacer presentaciones y dejar todos sus asuntos personales en orden, pues en junio debía volver a New York con la disposición de quedarse el tiempo que fuera necesario. La noche del 13 de agosto de 1952, las hondas hertzianas dieron a conocer de forma oficial la música de Alfredo a una audiencia de miles de escuchas en Estados Unidos y el caribe, a través de la estación de radio “La voz de América”. Semanas después salieron al mercado sus dos primeros discos de 78 rpm, distribuidos en Venezuela por el Almacén Americano.
En adelante, Alfredo Sadel se convirtió en el paradigma del criollo exitoso, el más elocuente símbolo de las aspiraciones de un país que despertaba a la modernidad. La prensa y muy particularmente la revista de su manager, se encargaron de difundir su éxito en cientos de reportajes por toda la década del cincuenta, una época en la cual su voz no tuvo competencia, ni tampoco Wellish “Big Ben” rival como representante.
Correo Cultural