El 12 de diciembre de 2025, a las 8:00 p.m., se celebró por Zoom la primera caimanera fotográfica organizada por Notas Fotográficas. El encuentro, concebido como un espacio de cierre de año, reunió a fotógrafos de distintas generaciones y ciudades de Venezuela para conversar sobre la práctica analógica, sus memorias de laboratorio y la vigencia de la disciplina en tiempos digitales.
A lo largo de la sesión, las voces de Josué Gómez, Jorge Luis, Edgar Mejías, Iván Mikolji y José Ramón Briceño se entrelazaron con la del anfitrión, el profesor José Ramón Briceño diwan, para construir un mosaico de experiencias que reflejan la riqueza del movimiento fotográfico venezolano.

La sorpresa del primer rollo: Josué Gómez
El primero en intervenir fue Josué Gómez, viejo compañero de ruta desde los años noventa, cuando empezamos el camino en la Escuela de Artes Visuales Rafael Monasterios en Maracay, estado Aragua. Gómez,entre risas y recuerdos, evocó la emoción de revelar su primera película:
“El primer rollo que tú revelas en tu vida es una sorpresa. La primera película… eso no tiene nombre. Es una experiencia única, un orgasmo visual. Después ya empiezas a previsualizar, a conocer tu cámara, a trabajar con la luz que quieres. Pero esa primera vez es irrepetible”.
Su reflexión marcó el tono inicial de la caimanera: la fotografía analógica como escuela de paciencia y mirada, donde cada disparo era un acto de imaginación y disciplina.
La magia del laboratorio: Edgar Mejías
La conversación derivó hacia las memorias del laboratorio, y allí **Edgar Mejías** aportó su experiencia como docente y fotógrafo. Recordó los riesgos y frustraciones que se vivían en esos espacios:
“Una vez un alumno abrió una caja completa de papel y la veló. Yo me puse gruñón, le caí a gritos… y al día siguiente apareció con otra caja nueva. Esos errores eran parte del día a día, y te hacían más metódico, más cuidadoso”.
Edgar subrayó que el laboratorio era un lugar de aprendizaje colectivo, donde cada error enseñaba a valorar los recursos y a trabajar con rigor. Para él, la experiencia analógica sigue siendo “única, lúdica y mágica”, un recuerdo que aún transmite a nuevas generaciones.
El Ávila como proyecto vital: Jorge Luis Santos
Uno de los momentos más destacados fue la intervención de Jorge Luis Santos, quien presentó su libro Ávila Vertical, resultado de once años de trabajo con cámara panorámica vertical y película blanco y negro.
“Cuando el trabajo es personal, decide tu mente, decides tú lo que quieres hacer. En este caso, revelamos las películas en el laboratorio de la Central con Pavel Bastidas. Hicimos más de 2.500 fotografías y finalmente quedaron 111 para el libro. Fue un proceso largo, de digitalización, de selección, de paciencia”.
Su alegato mostró cómo la práctica analógica puede dialogar con lo digital sin perder su esencia. Para Jorge Luis Santos, la imaginación sigue siendo el motor de la fotografía: “Todo, absolutamente todo, depende de lo que tú quieras construir”
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La mirada naturalista: Iván Mikolji
El reconocido fotógrafo y documentalista Iván Mikolji también se sumó a la conversación, aportando su visión desde la fotografía de naturaleza. Aunque intervino brevemente, su aporte fue contundente:
“La fotografía analógica te obliga a imaginar antes de disparar. En mi trabajo con peces y ríos, esa disciplina me enseñó a esperar el momento exacto, a no disparar a lo loco. Hoy, incluso en digital, sigo midiendo la luz y componiendo con cuidado”.
Su reflexión conectó la práctica analógica con la fotografía de campo, mostrando cómo las lecciones del pasado siguen vigentes en la exploración de la biodiversidad venezolana.
La disciplina del oficio
Por su parte, José Ramón Briceño compartió su experiencia como fotógrafo . Para él, la caimanera fue un espacio para recordar la importancia de la disciplina en el oficio:
“En analógico uno no podía disparar sin pensar. Eran 12, 24 o 36 fotos, y había que ser preciso. Esa limitación te obligaba a imaginar, a medir, a componer. Hoy muchos jóvenes disparan miles de fotos digitales, pero la escuela analógica nos enseñó a valorar cada imagen como un objeto único”.
Su intervención reforzó la idea de que la fotografía analógica no es solo nostalgia, sino una forma de aprendizaje que sigue siendo relevante para las nuevas generaciones.
Ingenio frente a la precariedad: la cuestión de la temperatura
Uno de los momentos más curiosos de la caimanera fue cuando José preguntó si era cierto que en sus años de laboratorio trabajaban con químicos enfriados a 16 grados. Josué confirmó la memoria:
“Sí, arrancábamos unos grados por debajo y terminábamos en 18 porque no había aire acondicionado. Con cavitas improvisadas lográbamos mantener la temperatura adecuada de los químicos, eran los años 90”.
Ese recuerdo provocó risas y comentarios entre los participantes, quienes coincidieron en que la precariedad se convertía en ingenio, y el ingenio en aprendizaje colectivo.
Comunidad y memoria compartida
La caimanera se convirtió en un mosaico de voces. Cada intervención —desde la emoción de Josué hasta la disciplina de Briceño, pasando por las anécdotas de Edgar, la visión naturalista de Mikolji y el proyecto vital de Jorge Luis— reforzó la idea de comunidad que sostiene a Notas Fotográficas.
El encuentro no fue solo un espacio técnico, también fue un acto de memoria colectiva. Cada anécdota reafirmó la importancia de mantener viva la tradición de los laboratorios y transmitirla a nuevas generaciones.
Los participantes coincidieron en que la fotografía analógica, más allá de sus limitaciones, obliga a imaginar antes de disparar, a ser precisos y a valorar cada imagen como un objeto irrepetible.
La fotografía analógica sigue viva en Venezuela

La primera caimanera fotográfica de Notas Fotográficas dejó claro que la fotografía analógica sigue viva en Venezuela, sostenida por la nostalgia, la disciplina y el deseo de imaginar antes de disparar. Fue una noche de confesiones, risas y aprendizajes compartidos, donde cada memoria reforzó la importancia de mantener la práctica como escuela de mirada y paciencia.
Más allá de las diferencias entre lo analógico y lo digital, lo que se celebró fue la capacidad de la fotografía para reunir a amigos, colegas y maestros en torno a una conversación que atraviesa décadas. La caimanera fue, en definitiva, un acto de resistencia cultural y un homenaje a la magia de la imagen.
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José Ramón Briceño Diwan | Notas Fotográficas
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CARACAS D.C. VENEZUELA
Diciembre, 2025