Antolín Sánchez: la fotografía entre el juego, la crítica y la memoria
Un inicio accidentado, como la fotografía misma
La entrevista con Antolín Sánchez comenzó con escenas propias de la era digital: cámaras fuera de foco, pantallas grises y la cocina apareciendo como fondo improvisado. Entre risas y ajustes técnicos, se fue armando el espacio. Esa atmósfera, a medio camino entre lo casual y lo íntimo, resultó el marco perfecto para conversar con un fotógrafo que concibe su oficio como juego, disciplina y pensamiento.
Antolín Sánchez no es un nombre menor en la fotografía venezolana. Licenciado en Comunicación Social, profesor universitario y ganador del Premio Nacional de Fotografía en el año 2000, ha construido una trayectoria donde confluyen la publicidad, la investigación visual y la docencia. Pero lo que más resuena en su discurso es su manera de asumir la fotografía: un ejercicio lúdico que nunca pierde su dimensión crítica.
La fotografía como un juego serio
Los inicios de Sánchez con la cámara tuvieron algo de aventura juvenil: tomar prestada la Canon de su padre y lanzarse a fotografiar sin más guía que la intuición. Esa primera chispa, lejos de apagarse, se convirtió en un principio vital.
“Siempre ha sido una actividad lúdica”, afirma. Para él, el juego no excluye la seriedad; al contrario, es lo que sostiene su interés en cada proyecto. “Si no me divierte, no hay forma de que la serie se mantenga”, confiesa. Ese disfrute convive con momentos de tensión y espera: la fotografía como emoción, pero también como resistencia al fracaso.
Sánchez se define como un “rumiante”: alguien que mastica una y otra vez sus proyectos hasta que pasan por varios “estómagos” de autocrítica. Solo entonces una serie está lista para ver la luz.
De las matemáticas al Tarot Caracas
Antes de dedicarse por completo a la imagen, estudió Matemáticas en la Universidad Simón Bolívar. Pronto descubrió que la abstracción matemática le interesaba menos que las posibilidades de la fotografía. Aunque nunca intentó trasladar directamente ecuaciones a su obra, admite que cierta simetría y patrones provienen de esa formación.
En ese tránsito nació Tarot Caracas, un proyecto que convirtió la ciudad en escenario simbólico. El proceso, que se extendió mucho más de lo previsto, estuvo marcado por una lección clave: la crítica demoledora del galerista Jorge Godoy, que lo obligó a replantearse su trabajo. “Fue una paliza semiótica”, recuerda. Desde entonces, la autocrítica se convirtió en su brújula creativa.
Caracas y el brutalismo: ilusiones en concreto
La ciudad es protagonista recurrente en su obra. Sus registros de la arquitectura brutalista caraqueña —la Teresa Carreño, bloques, torres y universidades— no son simples documentos, sino fragmentos de memoria.
Ese trabajo, parcialmente incluido en un catálogo del Museo Alemán de Arquitectura, lo llevó a bautizar su serie como Ilusiones en concreto. Para él, esas construcciones representan el espíritu de un país que alguna vez planificó con visión de futuro. “Cada obra era la expresión de un proyecto de nación”, afirma.
Más allá de su monumentalidad, esas edificaciones simbolizan un momento de esperanza, una Caracas que soñaba en grande y que hoy sobrevive en imágenes como vestigio y advertencia.
La docencia y la semiótica de la imagen
Actualmente, Sánchez es profesor de fotografía en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica Andrés Bello. Desde allí insiste en que lo fundamental no es la técnica, sino la capacidad de la imagen para comunicar.
Su formación en comunicación social marcó esa visión. No se trata de enseñar a “hacer fotos bonitas”, advierte, sino de entender la fotografía como signo, como portadora de símbolos y sentidos. “A nadie le interesa con qué cámara se hizo la foto. Lo que importa es lo que transmite”, repite con énfasis.
El látigo de la perfección
Sus referencias son literarias y visuales: Borges, Cortázar, el cinetismo venezolano. Todos se mezclan en sus proyectos, algunos de los cuales nacen de accidentes o de negativos olvidados durante décadas.
Sánchez reconoce en sí mismo un perfeccionismo cercano a la autoflagelación. “Si Dios te da un don, también te da un látigo, y ese látigo es para darte a ti mismo”, recuerda citando a Truman Capote. Así funciona su proceso: no mostrar nada hasta que haya pasado por el rigor de la autocrítica.
La inmediatez, afirma, es enemiga de la fotografía profunda. Esa paciencia lo coloca en resistencia frente a un mundo saturado de imágenes instantáneas.
Crítica, moda y permanencia
En un artículo escrito hace tres décadas, acuñó la metáfora del “síndrome del jugo de cartón” para referirse a la fotografía efímera: imágenes que resultan atractivas en el momento, pero que se deterioran rápidamente por falta de sustento estético o discursivo.
La moda, explica, condena a las imágenes a una fecha de vencimiento corta. Solo aquellas que se apoyan en un discurso sólido sobreviven al tiempo. “Así ha sido la historia del arte”, recuerda, evocando cómo obras ignoradas en su momento luego fueron reconocidas como fundamentales.
Inteligencia artificial: ¿aliada o amenaza?
El auge de la inteligencia artificial no escapa a su mirada crítica. Para Sánchez, las IA que hoy generan imágenes plantean un dilema semejante al de la fotografía de moda: un deslumbramiento inmediato con riesgo de caducidad.
“No importa la herramienta”, insiste, “lo que importa es la imagen que conmueve”. Bajo esa lógica, la inteligencia artificial podría ser una herramienta válida, siempre que esté al servicio de un discurso. Sin embargo, advierte que el peligro radica en la falta de autocrítica. “El problema no es la tecnología —dice—, sino cuando se usa para producir imágenes sin pensamiento detrás. Eso convierte a la fotografía en un jugo de cartón digital, atractivo por un momento, pero sin permanencia”.
Su conclusión es clara: la IA puede integrarse al proceso creativo, pero nunca sustituir la mirada, la intención y la autocrítica del fotógrafo.
Epílogo: un fotógrafo en resistencia
La charla con Antolín Sánchez terminó como había empezado: sin artificios ni poses, con la naturalidad de quien conversa entre colegas. Su legado, más allá de premios y exposiciones, está en esa insistencia de pensar la fotografía como un juego serio, donde la diversión convive con la disciplina y donde la crítica es el mejor camino hacia la permanencia.
En tiempos donde todos llevamos una cámara —y ahora también un generador de imágenes— en el bolsillo, su voz recuerda que lo esencial sigue siendo el pensamiento fotográfico. Una fotografía, nos dice Sánchez, no se mide por la cámara ni por el algoritmo que la produjo, sino por su capacidad de conmover y resistir al tiempo.
Si quieres disfrutar la entrevista completa con Antolín Sánchez, te invito a visitar mi canal de YouTube Notas Fotográficas, donde encontrarás esta y muchas más conversaciones con fotógrafos dentro y fuera de Venezuela.
Puedes verla en el siguiente enlace: Notas Fotográficas en YouTube
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CARACAS D.C. VENEZUELA
Agosto, 2025