En Notas fotográficas tuvimos un invitado de lujo, el señor George Castellan
oficio en Europa, acá les dejo un resumen de nuestra conversa , que pueden encontrar integra en nuestro canal de YouTube Notas Fotográficas.
Una vocación nacida del azar
“Todo comenzó como una casualidad… o una causalidad”, dice George Castellanos, fotoperiodista venezolano que hoy reside en Portugal. Su relación con la fotografía no surgió de una formación planificada, sino de una combinación de deseo, intuición y encuentros afortunados. Durante años, pidió una cámara como regalo navideño, sin éxito. Hasta que un día, en la playa, Freddy Calderón —el primer maestro de su vida fotográfica— le prestó una Canon AE-1 y le dijo: “Vamos a enseñarte”.
Desde entonces, la cámara se convirtió en una extensión de su mirada. Aprendió de forma autodidacta, explorando manuales Kodak, revisando libros en la biblioteca Leonardo Ruiz Pineda en San Cristóbal, y experimentando con formatos como el 110 mm. “Lo técnico me apasionaba más que lo artístico. Necesitaba entender cómo funcionaba la cámara antes de crear una imagen”.
Los márgenes como centro
En su etapa universitaria, mientras trabajaba en una fundación de ayuda social, Castellanos descubrió que podía utilizar su cámara para mirar donde otros no miraban. Cubría actos institucionales, sí, pero su verdadero interés estaba en los márgenes: niños que jugaban descalzos, perros heridos, calles olvidadas. “Me enfocaba en los que estaban fuera del encuadre oficial”, recuerda. Desde entonces, su ética visual ha estado marcada por una sensibilidad hacia los excluidos y los invisibles.
El salto al fotoperiodismo
Un clasificado en un periódico local marcó el inicio de su carrera profesional. Lo contrataron para cubrir eventos institucionales, y pronto llegó al Diario La Nación. Pero su entrada al mundo del fotoperiodismo internacional fue accidental. Una de sus fotos fue publicada por AFP sin su conocimiento. Al investigar, descubrió cómo funcionaban las agencias de noticias. Decidió contactarles directamente, y desde entonces, trabajó para AFP, EFE y AP.
Cubrió hechos de alto impacto: el cierre de la frontera colombo-venezolana, la expulsión de migrantes, motines carcelarios, protestas políticas. Una de sus imágenes —una familia cruzando el río Táchira con sus pertenencias— fue exhibida en Ámsterdam como símbolo del éxodo venezolano. Pero Jorge nunca buscó el impacto fácil: “El profesor Carías nos decía: ‘Traten de que el muerto no se vea tan muerto’. Es decir, hay que informar, pero sin deshumanizar”.
Un exilio y un silencio
En 2017, agotado por la crisis, se marchó a Portugal. “Escapé. No pensaba volver a tomar una cámara”, admite. Guardó su Canon 7D en una maleta durante un año. Hasta que, con el apoyo de su esposa, volvió a empezar. Compró un nuevo equipo, se inscribió en el Instituto Portugués de Fotografía y redescubrió el oficio desde una mirada más autoral. “Un profesor muy exigente me enseñó a ver la fotografía como poesía visual. Incluso hice un proyecto con mis gatos. Aprendí que también se puede narrar desde lo íntimo y lo cotidiano”.
El ritmo de las agencias europeas
Actualmente trabaja con NurPhoto, una agencia italiana, y SOPA Images, con sede en Asia. También colabora con Nikon como tester de equipos. Su jornada como fotorreportero es exigente: cubre eventos, edita en tiempo real, gestiona metadatos y compite por llegar antes que otros fotógrafos. “Hoy no basta con hacer una buena foto. Hay que hacerla rápido, con precisión y que cuente algo distinto”, explica.
Para lograrlo, utiliza herramientas como Photo Mechanic, que le permite preconfigurar metadatos, clasificar imágenes y acelerar los envíos. “La edición es rápida, pero todo parte de una imagen técnicamente sólida. La foto tiene que salir casi perfecta desde la cámara”.
Del caos venezolano a la disciplina europea
El cambio cultural fue profundo. “En Venezuela, cubrir a Chávez era una batalla campal entre fotógrafos. Aquí, en cambio, todos se mueven como soldados. Ordenados, sin atropellos”, cuenta entre risas. En Europa ha aprendido a suavizar las formas sin perder contundencia. Admira el nivel técnico de sus colegas portugueses, casi todos formados en escuelas de fotografía.
Aun así, conserva su estilo directo. Cree que la mejor fotografía es la que conmueve sin manipular, la que denuncia sin explotar. Por eso, también participó en colectivos como “Tirafoto”, que hacían intervenciones urbanas en San Cristóbal con humor y crítica. “Transformamos un hueco lleno de agua en un balneario. Fue nuestra forma de decir: esto no debería estar pasando”.
La cámara como herramienta ética
Aunque trabaja con agencias, Castellanos no ha perdido de vista que la fotografía, más allá del mercado, es un lenguaje que puede generar conciencia. Por eso, su mirada sigue siendo crítica y empática. Ha aprendido que una imagen no solo informa: también puede transformar.
“Yo no quiero ser famoso. Quiero que mis fotos digan algo. Que denuncien. Que no sean solo archivos, sino memorias con propósito”, afirma.
Consejo para los que vienen
A las nuevas generaciones que sueñan con la fotografía, Jorge Castellanos les lanza un mensaje directo:
“Estudien. Lean el manual de la cámara. Practiquen todos los días. No se trata solo de hacer fotos bonitas. Se trata de mirar el mundo con responsabilidad. La fotografía es un lenguaje. Aprendan a hablarlo con honestidad”.
Y agrega una frase que sintetiza su filosofía de vida y de imagen:
“Es mejor tener el conocimiento guardado y no necesitarlo, que llegar a un lugar y no saber qué hacer”.
Desde las trochas del Táchira hasta los foros de Europa, George Castellanos sigue narrando el mundo con su cámara. No por vanidad, sino por compromiso. Porque sabe que cada imagen bien hecha puede ser una forma de resistencia.
Pueden encontrar la entrevista completa en
Prof. José Ramón Briceño Diwan
Instagram: @jbdiwan
YouTube: Notas fotográficas
Prof. José Ramón Briceño Diwan
POTUGAL / VENEZUELA
Julio, 2025