Desde Monterrey, México, un venezolano transforma la manera en que vemos los platillos. Israel Albornoz no solo fotografía comida; la cuenta, la vive, la canta y la traduce en deseo. Con más de una década entre cámaras, letras y sabores, este fotógrafo gastronómico nacido en Maracay se ha abierto paso en uno de los mercados más competidos del norte mexicano.
Pero su historia no comenzó entre luces y trípodes, sino entre partituras y teclas, porque antes que fotógrafo, Israel fue músico y periodista.
“Yo llegué a la comunicación social por la música”, cuenta con voz cálida.
Su tránsito por la Universidad Bicentenaria de Aragua estuvo marcado por la escritura, los blogs y las redes sociales, donde se empapó del marketing digital y el branding.
Un fotógrafo que narra historias con sabor
Ya en México, su vínculo con la imagen nace desde la necesidad: como editor de una revista gastronómica, terminó haciendo las fotos cuando el presupuesto no alcanzaba. Y en ese hacer, encontró su voz.
“La gastronomía no es solo comida. Es comer, beber y convivir”, afirma con claridad.
Para Israel, la diferencia entre la fotografía de alimentos y la fotografía gastronómica es tan clara como sutil: la primera documenta, la segunda narra. Su enfoque es visual, sí, pero también conceptual. Cada imagen suya es una escena donde hay un cuento que contar.
Branding, técnica y emoción: su receta visual
Israel entiende que su trabajo está al servicio de una marca. Por eso trabaja de la mano con chefs, estilistas de comida, diseñadores y gerentes de restaurante. Cada sesión es una producción donde él dirige la luz, el encuadre y hasta la salsa.
“No soy fotógrafo de alimentos. Soy fotógrafo de gastronomía”, afirma con convicción.
Es obsesivo con los detalles. Odia las migajas, selecciona los panes como si hiciera casting, y lleva una maleta llena de recursos técnicos que incluyen glicerina, hisopos, aerosoles y herramientas de precisión. Nada se improvisa.
La inversión continua de un creador independiente
Israel no lo disimula: todo lo que gana, lo reinvierte. “No me compro zapatos, pero sí un trípode profesional”, dice. Su equipo incluye ópticas fijas, flashes Godox, modificadores de luz, cámaras mirrorless y software especializado como Capture One.
No estudió fotografía de forma académica. Aprendió editando, observando y resolviendo errores. “He cometido de todo. Lo importante es resolver rápido y entregar mejor.”
Más que fotógrafo: estratega de contenidos para restaurantes
Hoy, Israel ofrece mucho más que fotos. Es productor de contenido digital para redes sociales de restaurantes en Monterrey. Desarrolla estrategias visuales, diseña campañas, arma branding desde cero y acompaña aperturas de locales como director creativo.
“Mi propuesta de valor está en darles a los pequeños restaurantes un producto de alto nivel.”
No trabaja con cadenas ni restaurantes de lujo, sino con negocios medianos donde puede tener impacto real. Y lo logra: más de una vez, sus fotos han hecho que los platillos se agoten el mismo día.
Fotografiar lo que se ama: la otra pasión por la música
Su otra vida es la música. Fue bajista, productor y periodista musical. Hoy, todavía le toma fotos a bandas como Kinky, Genitálica o Plastilina Mosh. No cobra por eso. Lo hace por amor.
“Les hago las fotos que me hubiese gustado que me hicieran a mí cuando soñaba con ser músico.”
Esta conexión lo llevó incluso a ser parte del equipo de marketing de una marca boutique de bajos eléctricos que fabrica instrumentos para artistas como el bajista de Dave Matthews Band.
Sin filtros ni fórmulas: su visión de la fotografía gastronómica
Israel defiende una fotografía honesta, directa, antojadiza. Quiere que la gente vea una hamburguesa y se le haga agua la boca. Sus imágenes tienen manos, texturas, movimiento. No son estáticas ni perfectas; son deseables.
“No me interesa el like. Me interesa que la gente quiera ir al restaurante.”
Da talleres en México donde enseña a otros fotógrafos a especializarse en este nicho. “No pierdo tiempo. Les digo qué equipo comprar, cómo disparar y cómo editar. Lo que a mí me tomó años descubrir.”
Entre sabores y culturas: el venezolano que se adaptó comiendo
Para Israel, entender la comida mexicana también fue un reto cultural. “Nosotros en Venezuela comemos de todo. Aquí tuve que aprender los sabores del noreste, los códigos de cada platillo.”
Comenzó regalando sesiones a conocidos para hacer portafolio. Hoy tiene una red de clientes leales y una reputación en crecimiento. “Todo empezó con ganas de aprender y de hacer algo propio.”
Mira la entrevista completa y conéctate con la imagen desde adentro
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Por Prof José Briceño
Monterrey, México
Julio,2025