Juan Calzadilla, una de las voces más lúcidas, irreverentes y multifacéticas de la poesía y el arte venezolano, falleció este 15 de junio de 2025 a los 93 años. Con su partida, Venezuela pierde a un creador que dedicó su vida entera a explorar los límites del lenguaje, a desafiar las formas establecidas y a pensar la cultura desde una visión crítica, poética y profundamente comprometida.
Foto / Carlos Faucault
Nacido en Altagracia de Orituco en 1931, Calzadilla fue poeta, dibujante, crítico de arte, ensayista, editor y agitador cultural. Su obra, vasta y desbordante, constituye un testimonio imprescindible del pensamiento artístico y literario de Venezuela en los últimos setenta años. Su voz, entre lo lírico y lo político, entre lo irónico y lo desgarrado, supo captar las contradicciones del país con una agudeza inigualable.
Desde sus primeros libros de poesía —Oh smog, Dictado por la jauría, Noticias del alud— hasta sus últimos textos, Calzadilla cultivó una escritura fragmentaria, llena de imágenes contundentes y de reflexiones afiladas. Su estilo, de corte experimental, rompía con la sintaxis tradicional para hacer de cada verso un territorio donde el pensamiento y la emoción se abrazan con crudeza.
Fue miembro fundador del colectivo El Techo de la Ballena, grupo artístico y literario que en los años 60 revolucionó la escena cultural venezolana. Desde allí, junto a otros creadores como Salvador Garmendia, Carlos Contramaestre y Caupolicán Ovalles, impulsó una propuesta radical, disidente, que apostaba por el caos, el absurdo y la provocación como formas legítimas de hacer arte en tiempos de convulsión.
Juan Calzadilla también se destacó como uno de los grandes críticos de arte del país. Escribió textos esenciales sobre la obra de Armando Reverón, Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto, y muchos otros artistas venezolanos. Su mirada, siempre penetrante y generosa, ayudó a construir una historiografía del arte nacional desde una perspectiva comprometida con la creación, el contexto y la sensibilidad.
Su obra plástica, desarrollada en paralelo a su escritura, fue otra vía para experimentar con el trazo, el gesto y el inconsciente. Dibujos cargados de intensidad simbólica, figuras humanas deformadas, caligrafías automáticas y collages verbovisuales conforman una producción que ha sido exhibida en numerosas galerías y museos, dentro y fuera del país.
Fue merecedor de importantes reconocimientos, como el Premio Nacional de Artes Plásticas (1996), el Premio Nacional de Literatura (1997) y el Premio Internacional de Poesía Víctor Valera Mora (2016). No obstante, más allá de los galardones, su verdadero legado está en su influencia como maestro, como provocador intelectual, como figura que nunca dejó de crear y de cuestionar.
Incluso en sus últimos años, continuaba escribiendo, dibujando, reflexionando. Su lucidez y sentido del humor se mantuvieron intactos, así como su capacidad de conectar con las nuevas generaciones de artistas y escritores. Su presencia en recitales, talleres y exposiciones era celebrada por quienes reconocían en él una brújula ética y estética.
Juan Calzadilla encarnó una forma de entender el arte como ejercicio de libertad. Su vida fue un gesto continuo de insubordinación frente a lo cómodo, lo predecible, lo domesticado. Fue un poeta del margen, del vértigo, del pensamiento incómodo. Su obra permanece como una grieta fértil por donde aún sopla el viento de la creación.
Hoy, al despedirlo, queda la certeza de que su palabra no se apaga. Juan Calzadilla vive en sus libros, en sus dibujos, en las memorias de quienes lo escucharon y lo leyeron, en las preguntas que nos sigue dejando. Su muerte marca el final de una era, pero su legado continúa iluminando el camino de quienes creen que el arte es también una forma de resistencia y de amor por la vida.
CARACAS D.C. VENEZUELA
Junio, 2025