En su exposición presentada en la Galería Mateo Sariel, bajo la curaduría de Miguel Lombardo, el artista panameño Rafael Álvarez explora la refracción de la luz como fenómeno perceptivo y la transforma en una experiencia sensible. A través de formas sutiles en acrílico y la incorporación de elementos naturales como piedras de río, la muestra propone una meditación poética sobre el tiempo, la materia y aquello que, sin poder tocarse, nos atraviesa.
Hay obras que se contemplan. Y hay otras que se dejan atravesar. Las piezas de Rafael Álvarez pertenecen a esta última categoría: no buscan ser vistas, sino habitadas. No se imponen al espectador: lo rodean, lo rozan, lo reflejan.
En su más reciente muestra en la Galería Mateo Sariel, bajo la curaduría de Miguel Lombardo, titulada “Un instante de atemporalidad en el tiempo”, el artista nos propone una paradoja luminosa: ¿Cómo capturar un instante que no pertenece al tiempo? ¿Cómo fijar lo que por naturaleza fluye? Las formas suspendidas que componen la exposición no son esculturas en el sentido tradicional. Son superficies que reaccionan al entorno, volúmenes leves que se diluyen entre lo visible y lo intangible. Su materia —el acrílico— no busca densidad, sino refracción. El color ya no es pigmento, sino un fenómeno: una manifestación de la luz que cambia según la hora, el ángulo, el cuerpo que se acerca o se aleja.
Álvarez recoge, sin citarla, la herencia de los impresionistas. Como Monet ante la fachada de la catedral de Rouen, cuando el artista parecía preguntarse: ¿qué le ocurre a la forma cuando la luz cambia? ¿dónde empieza la materia y dónde termina el reflejo? A esta pregunta, se suma a otras más contemporáneas, cercanas a la investigación cromática de Carlos Cruz-Diez o James Turrell: ¿puede el color existir sin ser aplicado? ¿puede un espacio alterar la percepción del tiempo?
El espacio expositivo se transforma aquí en un ecosistema perceptivo. Las piedras de río dispuestas en el suelo de la sala no son ornamento ni metáfora: son memoria en bruto. Cuerpos tallados por siglos de fricción, de flujo, de transformación. Nos recuerdan que todo lo que parece inerte ha sido, en algún momento, movimiento. Que incluso lo más sólido fue alguna vez agua, presión, roce, tiempo. Nada aquí es definitivo.
Cada obra flota en un estado intermedio: entre el objeto y su sombra, entre la luz y su eco, entre la forma y su desvanecimiento. Es una exposición construida con lo que no se puede retener: el reflejo, el paso, la hora, el matiz. Y, sin embargo, es en esa fugacidad donde se hace visible la profundidad.
La obra de Rafael Álvarez no imita la naturaleza: la escucha. No la representa: la continúa.
Rafael Álvarez: Between Light and Matter
In this exhibition at Galería Mateo Sariel, curated by Miguel Lombardo, Panamanian artist Rafael Álvarez explores the refraction of light as a perceptual phenomenon and transforms it into a sensitive experience. Through subtle acrylic forms and the incorporation of natural elements such as river stones, the show offers a poetic meditation on time, matter, and that which, though untouchable, passes through us.
Some works are meant to be contemplated. Others allow themselves to be traversed. Rafael Álvarez’s pieces belong to the latter: they do not seek to be seen, but inhabited. They do not impose themselves on the viewer; they surround, brush against, and reflect them.
In his most recent exhibition at Galería Mateo Sariel, curated by Miguel Lombardo and titled “An Instant of Timelessness Within Time”, the artist presents a luminous paradox: How can one capture an instant that does not belong to time? How can one fix that which, by nature, flows? The suspended forms that compose the exhibition are not sculptures in the traditional sense. They are surfaces that react to their surroundings, weightless volumes that dissolve between the visible and the intangible. Their material —acrylic— does not seek density, but rather refraction. Color is no longer pigment, but phenomenon: a manifestation of light that changes according to the hour, the angle, the body that approaches or withdraws.
Without explicitly citing them, Álvarez draws on the legacy of the Impressionists. Like Monet before the façade of Rouen Cathedral, the artist seems to ask: What happens to form when light shifts? Where does matter begin and reflection end? To this, he adds more contemporary questions, close to the chromatic research of Carlos Cruz-Diez or James Turrell: Can color exist without being applied? Can a space alter the perception of time?
The exhibition space becomes a perceptual ecosystem. The river stones arranged on the gallery floor are neither ornament nor metaphor: they are raw memory. Bodies shaped by centuries of friction, flow, and transformation. They remind us that everything seemingly inert has, at some point, been in motion. That even the most solid once was water, pressure, contact, time. Nothing here is definitive.
Each piece floats in an intermediate state: between object and shadow, between light and echo, between form and its vanishing. This is an exhibition built from what cannot be held: the reflection, the passing, the hour, the hue. And yet, it is in that very ephemerality that depth becomes visible.
Rafael Álvarez’s work does not imitate nature: it listens to it. It does not represent it: it continues it.
Cesar Sasson
coleccionsasson@gmail.com
Ciudad de Panamá – Panama2
Mayo 2025
