En Huellas de la supervivencia, Ernesto León regresa a Caracas dejando atrás la pintura tradicional para inscribir en la materia la huella de la existencia. Cada paso, cada pisada, se convierte en testimonio de memoria, tránsito y permanencia. Una exposición que no se contempla desde la distancia: se recorre como quien transita un territorio íntimo de presencias, ecos y silencios persistentes.
Círculo. 2022
Acrílico sobre tela
159 × 162 cm
Colección del artista
Ernesto León dejó su primera marca indeleble en la escena plástica venezolana a comienzos de los años ochenta, tras obtener el primer premio en un salón de dibujo de Fundarte celebrado en el Banco Central de Venezuela. Poco después, su primera individual en la Sala Mendoza, en 1984, fue una revelación, al mostrarlo como un artista joven e inclasificable.
Pasaron los años, y el tiempo trazó sus propios caminos en la geografía del país y de sus habitantes. Muchos, entre ellos Ernesto, emprendieron nuevos rumbos. Sin embargo, aunque el cuerpo se aleje, la huella permanece.
Hoy, tras décadas y distancias, Ernesto León regresa a Caracas con “Huellas de la supervivencia”, una exposición que se presenta en la Galería de Arte Nacional, cuyo título no podría ser más preciso. Aquí, Ernesto no pinta como antes: camina. Deja marcas. Pisadas que no son simples gestos, sino vestigios de una existencia que se afirma en la materia, como un eco de aquellas primeras manos extendidas en las cuevas de Altamira, o como el rastro silencioso de quien alguna vez habitó un lugar y ya no está.
Cada trazo, cada mancha sobre la tela, es la huella de un tránsito: paso a paso, cuerpo a cuerpo, tiempo sobre tiempo. Son huellas que no solo registran la presencia, sino también la ausencia; no solo la permanencia, sino también el éxodo. Marcas que evocan caminos perdidos, recorridos circulares, trayectos interrumpidos.
Vasija.
Acrílico sobre tela
159.5 × 304 cm
Obras como La Vasija contienen, sin contener del todo, al ser un símbolo de memoria y fractura. El hombre de dos caras nos devuelve la imagen del dios Jano: un rostro bifronte que mira simultáneamente hacia lo que fuimos y hacia lo que aún no sabemos que seremos. En otra pieza, sus pisadas forman un corazón imperfecto, símbolo latente de humanidad, un recordatorio de que aún en medio de la fragilidad, el amor, la memoria y el deseo de permanecer laten bajo cada paso.
Más allá de lo simbólico, esta exposición es una meditación corporal sobre el tiempo y el desarraigo. Ernesto no nos explica el desplazamiento: lo encarna. Sus huellas son también las nuestras, aquellas que no siempre elegimos dejar. Aquellas que se graban en el suelo, en la historia, en el corazón de quienes permanecen atentos al paso del tiempo.
Dualidad del ser. 2022
Acrílico sobre tela
159 × 99 cm
Colección del artista
Como escribió Jacques Derrida: «la huella es rastro y ausencia, inscripción y desplazamiento». Cada tela de Ernesto León parece susurrar esta paradoja: lo que vemos no es solo un camino andado, sino un tiempo condensado, una memoria en fuga.
El arte de Ernesto León no es forma ni color en sentido estricto. Es resistencia silenciosa. Es supervivencia íntima. Es poesía encarnada en la fragilidad de un gesto que, aun sabiendo que todo huye, decide dejar su testimonio. Es un acto de fe en la persistencia de lo humano, incluso cuando el mundo parece olvidarlo.
Sus huellas no buscan ser monumentos. Son señales humildes, fragmentos de mundos que se disuelven y reaparecen. Cada paso es una afirmación de que todavía existimos: una ofrenda silenciosa a la memoria, un latido leve en la piel del olvido.
Ernesto León: Trace as Memory and Survival
In Traces of Survival, Ernesto León returns to Caracas, leaving behind traditional painting to inscribe the trace of existence onto matter itself. Each step, each footprint, becomes a testimony of memory, passage, and permanence. This is not an exhibition to be observed from a distance: it is traversed, like one who walks through an intimate territory of presences, echoes, and persistent silences.
El corazón. 2022
Acrílico sobre tela
154 × 75 cm
Ernesto León left his first indelible mark on the Venezuelan art scene in the early 1980s, after winning first prize at a Fundarte drawing competition held at the Central Bank of Venezuela. Shortly thereafter, his first solo exhibition at the Sala Mendoza, in 1984, was a revelation, presenting him as a young and unclassifiable artist.
The years passed, and time traced its own paths across the geography of the country and its inhabitants. Many, among them Ernesto, set out on new journeys. Yet even when the body moves away, the trace remains.
Today, after decades and distances, Ernesto León returns to Caracas with “Traces of Survival”, an exhibition presented at the Galería de Arte Nacional, whose title could not be more fitting. Here, Ernesto no longer paints as before: he walks. He leaves marks. Footprints that are not mere gestures, but vestiges of an existence asserted through matter, like an echo of those first hands extended on the walls of Altamira, or like the silent trail of someone who once inhabited a place and is no longer there.
Each stroke, each stain on the canvas, is the imprint of a journey: step by step, body by body, time upon time. These are traces that record not only presence, but also absence; not only permanence, but also departure. Marks that evoke lost paths, circular journeys, interrupted trajectories.
Así yo pinto para tí,
Acrílico sobre tela
182.5 × 281 cm
Works like The Vessel contain, without fully containing, as a symbol of memory and fracture. The Two-Faced Man returns us to the image of the god Janus: a bifrontal face looking simultaneously toward what we once were and toward what we have yet to become. In another piece, his footprints form an imperfect heart — a latent symbol of humanity, a reminder that even amidst fragility, love, memory, and the desire to endure continue to beat beneath each step.
Beyond the symbolic, this exhibition is a bodily meditation on time and dislocation. Ernesto does not explain displacement to us: he embodies it. His footprints are also ours, those we do not always choose to leave, those etched into the ground, into history, into the hearts of those who remain attentive to the passing of time.
As Jacques Derrida wrote: “the trace is both presence and absence, inscription and displacement.” Each canvas by Ernesto León seems to whisper this paradox: what we see is not only a path once traveled, but a condensed time, a memory in flight.
Ernesto León’s art is neither form nor color in the strictest sense. It is silent resistance. It is intimate survival. It is poetry embodied in the fragility of a gesture that, even knowing that everything fades, chooses to leave its testimony. It is an act of faith in the persistence of the human, even when the world seems to forget it.
His traces do not seek to be monuments. They are humble signs, fragments of worlds that dissolve and reappear. Each step is an affirmation that we still exist: a silent offering to memory, a faint heartbeat upon the skin of oblivion.
CARACAS , D.C., VENEZUELA
Cesar Sasson
coleccionsasson@gmail.com
Ciudad de Panamá – Abril 2025
Abril, 2025
