ALEJANDRO CAIAZZA
El escritor y dramaturgo irlandés Oscar Wilde dijo en una ocasión: “la mayor parte de la gente es otra gente”, quizás porqué muchos son los que se dejan influenciar por aquellos con los que se asocian o identifican, o quizás refiriéndose más bien a nuestro sentido de pertenencia a determinados grupos sociales, dado que ambas circunstancias nos permiten parecernos cada vez más al otro. Lo que me autoriza a afirmar que el ambiente que nos rodea tiene una gran influencia sobre nuestra identidad, como lo tiene también sobre nuestra ideología, nuestro idioma, nuestro sentido de lo ético y de lo moral entre muchas cosas más.
Lo cierto es que el tema no deja de ser de vital importancia para nosotros, por lo tanto si profundizamos en el origen y el significado de la palabra identidad veremos que viene del latín “identitas”, que significa “soy único y ninguno es igual”, mientras que la Real Academia Española la define como el “conjunto de rasgos de un individuo o de una colectividad que los distingue de los demás”, lo que en la práctica nos sugiere que ambas definiciones nos califican como únicos, se refieren, en el fondo, a la parte más subjetiva y maleable de cada uno de nosotros, como lo es nuestra forma de pensar, hablar, y actuar, con lo cual al final de cuentas terminan dándole la razón a Oscar Wilde al decir que “la mayor parte de la gente es otra gente”, por lo tanto, más allá de nuestro parecido con el otro, nuestros nombres y apellidos son los que nos diferencian claramente de las otras personas.
Circunstancia que se ha hecho cada vez más evidente, especialmente si consideramos que en la actualidad vivimos en un mundo en constante cambio, no solamente en lo climático sino también en lo social a consecuencia del enorme desplazamiento de personas de un país a otro y que en la última década se ha hecho aún más evidente y notorio, lo que ha traído como consecuencia que tengamos que vivir en un mundo conformado por personas de diferentes culturas, países y razas además de un largo etcétera, cuya consecuencia final aún está muy lejos de nuestra imaginación.
Dentro de este escenario el venezolano Alejandro Caiazza, residenciado desde hace años en Nueva York, ha sido invitado a participar en una muestra colectiva en la ciudad de Houston, Texas en la Galería 200 en Sawyer Yards, titulada “1000 Faces” que traduciría al español como “1000 Rostros”, curada por el también artista Tony Paraná, en la que lo acompaña un grupo de nueve creadores, de distintas nacionalidades, quienes presentan 100 rostros cada uno, para completar los mil a los que alude el título de la muestra, que vienen a ser en definitiva, las mil maneras de diferenciarse y diferenciarnos de las personas que nos rodean.
Alejandro Caiazza se ha distinguido como un artista de gesto neo expresionista con el cual ha logrado crear un mundo de personajes que se debaten entre lo cómico y lo grotesco, como lo señala el propio curador en la presentación de la muestra, al escribir lo siguiente: “…aunque inicialmente parece caprichoso y encantador con una inocencia infantil, el trabajo de Caiazza, si se examina más de cerca, revela aspectos mucho más profundos y oscuros de nuestra condición humana: inspirándose en la vida y las emociones cotidianas, la incertidumbre de los disturbios sociales y las luchas políticas….”
En conclusión, el trazo de Alejandro, igual que el del resto de los artistas que lo acompañan en esta exposición, logra mostrarnos que la identidad no es una característica estática, como tampoco es la suma de un conjunto de particularidades psicológicas, sociales o culturales, y que en definitiva el entorno y las personas que nos rodean son vitales para su formación, para mostrarle finalmente al espectador que la identidad es el resultado de una construcción constante, como lo es el gesto de cada uno de este grupo de artistas, quienes con sus trazos y sus colores terminan enseñándonos que nada es permanente, ni siquiera nuestro semblante y que en definitiva lo único permanente es el cambio.
Cesar Sasson
Ciudad de Panamá – Mayo de 2024