JHONATHAN DE AGUIAR
El escritor norteamericano Paul Bowles, en su extraordinaria novela “El Cielo Protector”, hace la siguiente reflexión: “¿…Cuántas veces más recordarás cierta tarde de tu infancia, alguna tarde que es tan profundamente parte de tu ser que ni siquiera puedes concebir tu vida sin ella? Quizás cuatro o cinco veces más. Quizás ni siquiera eso…”. Interrogantes que estoy seguro se plantearán de manera recurrente muchas personas que han tenido que partir de su país por motivos ajenos a su propia voluntad, y dejar de verlo simplemente como un lugar en el mapa, para sentirlo como una parte de ellos mismos, una que llevan tatuado en sus corazones.
El venezolano Jhonathan De Aguiar quien estará presentando a partir de esta semana su primera muestra individual en el país, en los espacios de la Galería Abra Caracas, es uno más de los tantos talentos venezolanos que se han visto en la necesidad de migrar en la búsqueda de mejores oportunidades más allá de sus fronteras, y quien estoy seguro, en más de una oportunidad, se habrá planteado preguntas similares a las que se hace Bowles en su novela.
Conocí a De Aguiard, desde la distancia en un momento en el que me encontraba inmerso en la construcción de una de mis historias, basada en un proyecto de intervención de una fotografía de mis dos hijas tomada por mí en el año 1989, en el estudio de la artista germano-venezolana Luisa Richter, mientras pintaba un retrato de las dos, con el único fin de registrar otro momento de felicidad en nuestro álbum familiar, para acompañar los sueños y esperanzas de las dos niñas en el tiempo, pero que en su transcurrir los recuerdos mutaron para transformase en unos de rupturas y despedidas, en razón de los tiempos que le había tocado vivir a nuestro país, tiempo en los que todo parecía terminar, incluido el tiempo mismo.
Fue en el año 2020, en plena pandemia, cuando De Aguiard me escribió para manifestarme su decisión de sumarse a la lista de creadores que me habían acompañado hasta ese momento en la intervención de la fotografía, con el propósito de darle nuevos significados a aquella vieja imagen, y volver a hacerla memorable, al transformar su característica de un simple recuerdo familiar, a uno de muchos, nacido esta vez de unas intervenciones, basadas todas en un mismo elemento, la fotografía, para subrayar con ello, que no es necesario olvidar el pasado, sino por el contrario, hay que aprender de él para poder ser capaces de liberarnos de él.
Mas allá de la apariencia ilimitada que podamos pensar tener de hacer ciertas cosas y vivir ciertas experiencias a lo largo de nuestras vidas, ello lamentablemente no llega a suceder por motivos ajenos a nuestra voluntad. En este sentido, Jhonathan De Aguiard, pareciera haber decidido abordar su intervención a partir de la soledad, si no la impuesta por aquel momento, una que nos permita reflexionar libremente y poder ver que a pesar de la adversidad de cualquier circunstancia, siempre estaremos atados a nuestros refugios afectivos, a nuestra infancia y al verdor de nuestro Ávila que se asoma tras la ventana abierta del cuarto de las dos hermanas, para conectarlas siempre con su esencia, que no es otra que la inocencia de su propia infancia, la cual se proyecta más allá de sus confines como un mundo de oportunidades.
Cesar Sasson
Marzo de 2024
Ciudad de Panamá
PANÁMA