El tamiz de las emociones
La perfecta casualidad de seguir con vida de Luciana Prodan
Huso, 2020
Por: Victoria Rhode
¿Qué es la realidad? ¿La percibimos todos del mismo modo? ¿Cambia la realidad al tiempo que cambiamos nosotros, a medida que crecemos y nos hacemos mayores?
“La perfecta casualidad de seguir con vida” (Huso, 2020)
Según la psicología social, la realidad es una construcción. El ser humano, a diferencia de otras especies, establece una relación de apertura e intercambio con su entorno natural y humano para, después del nacimiento, continuar con su proceso de desarrollo biológico interrelacionándose no sólo con un ambiente natural sino, además, con un orden cultural y social específico. Sin embargo, este orden cultural y social se encuentra en constante construcción; no se desprende del ambiente natural ni deriva de datos biológicos; no forma parte de la naturaleza de las cosas; existe solo como producto de la actividad humana.
De ahí que lo que entendemos por realidad sea algo más cercano a lo subjetivo que a lo objetivo y en el que las emociones juegan un papel relevante.
Lo cierto es que, al margen de teorías sociales, se podría afirmar que percibimos la realidad a través de nuestras emociones. También a través del filtro de principios, valores o prejuicios que hayamos ido acumulando a lo largo de la vida. Pero, fundamentalmente, a través de nuestras emociones. Esto nos hace únicos y convierte a la vez la realidad en múltiple.
Es decir, que en lugar de existir las verdades absolutas, como creen no pocos, lo que existe es una multiplicidad de verdades diferentes.
Dice Daniel López Rosetti, especialista en clínica médica y cardiólogo universitario egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, que no somos seres racionales sino seres emocionales que razonamos.
Lucina Prodan
Ignoro si Lucina Prodan, autora de la colección de relatos “La perfecta casualidad de seguir con vida” (Huso, 2020), está al tanto de todas estas afirmaciones y teorías, lo que sí podría asegurar es que los personajes que deambulan por su libro perciben el mundo que los rodea a través del tamiz de las emociones. Y lo hacen de forma intensa, puesto que casi siempre se trata de individuos que se encuentran al límite, a quienes la vida, por distintas circunstancias, ha puesto al borde de un precipicio.
Por ejemplo, en el relato “Dolores muertos”, que abre el volumen, una mujer retorna a la casa donde ha ocurrido la tragedia que la ha mantenido recluida por días en un centro de salud, aletargada por los calmantes; durante ese retorno es inevitable que reviva una vez más lo sucedido. O la chica de “Sentirse amado no tiene precio” que, a causa de penurias económicas, ella y su madre se ven en la obligación de soportar, bajo su propio techo, a una panda de inquilinos mala conducta que les hacen la vida mucho más difícil; a determinada altura de su narración, la chica deja colar: “A veces, cuando la angustia no me deja sentir, prefiero pensar que los malos no saben que son tan malos ni que los buenos no saben que son tan buenos. De esa manera, el mundo parece menos injusto”. O la humilde madre de “Corazonada”, que aguarda con desesperación el trasplante de corazón de su único hijo que los devuelva a ambos a una vida normal: “Y cuando uno está lleno de dolor, no tiene espacio para mirar a los demás”. O ese muchacho de “Lo que no se ve”, que no habla, que apenas se mueve, preso en su propio cuerpo, que representa una pesada carga para su familia: “Cuando se nace sin opciones de elegir, también se nace sin urgencias”. O la esposa de “Desprendida”, que por dar rienda suelta al capricho del momento, acaba por enviar su vida por el despeñadero: “Todos usamos más o menos los mismos mecanismos de defensa cuando la vida nos obliga a ser cómplices y testigos de nuestras alegrías. Y con nuestras tristezas, sucede algo parecido».
Así, en resumen, “La perfecta casualidad de seguir con vida” es un libro de dieciséis relatos realistas con personajes al borde del abismo.
ESPAÑA
2020