Fue en 1988, en el Tate Gallery de Londres durante la conferencia titulada Decontructivism, llevada a cabo anticipando la exposición epónima del MoMA, que me encontré en persona por primera vez con Zaha Hadid. Estaba exponiendo junto a seis: Peter Eisenman, Rem Koolhaas, Frank Gehry, Wolf Prix, Bernard Tschumi, y Daniel Libeskind. Me había topado con su trabajo unos cuantos años antes siendo un joven estudiante de arquitectura (en la Universidad Stuttgart) y estaba pasmado y emocionado por el grado sin precedente de libertad compositiva, versatilidad, y dinamismo en su trabajo. Hasta ese momento no había estado seguro de que la arquitectura fuera una buena elección profesional para mí. Me encontraba poco impresionado y bastante aburrido de la arquitectura pero, a través de mi encuentro con el increíble trabajo de Zaha, el diseño arquitectónico se convirtió en una aventura. Los límites de las posibilidades arquitectónicas habían cambiado. Treinta años después, este sentido de aventura continúa. Zaha cambió nuestra profesión y cambió todo para mí.
En la conferencia de 1988 también me impresionó la genuina apertura de Zaha en comparación con el comportamiento pretencioso de los demás (¡hombres!) protagonistas. Ellos alardeaban, mientras que ella mostraba lo que estaba intentando hacer. O por lo menos esto fue mi impresión. Me quedó claro que estos arquitectos representaban la tendencia más significativa de la arquitectura en ese momento, y Zaha parecía ser la más vigorosa y accesible del grupo. También era la más joven de ellos. En ese momento yo era un estudiante de intercambio en Londres con planes de regresar a Stuttgart ese año para continuar mis estudios. En vez de eso, cambié mis planes y me uní al despacho de Zaha. Cuando me contrataron solo éramos cuatro o cinco personas trabajando en una habitación: Studio 9 en No. 10 Bowling Green Lane, en donde tres años antes ella había montado su primer oficina real.
Zaha había contratado a algunas de sus estudiantes pasados y la oficina en ocasiones se hinchaba de ex-estudiantes adicionales que pasaban a ayudarnos temporalmente cuando se aproximaban las fechas de entrega de concursos. En ese tiempo, nuestro trabajo consistía mayormente de concursos y exposiciones, aunque también trabajamos en el proyecto Berlin IBA y en dos pequeños proyectos en Tokio.
Zaha expandió el repertorio de la disciplina de una manera sin precedentes, ofreciendo nuevos grados de libertad a los diseñadores. Siendo sus colaboradores, rápidamente nos apropiábamos de y corríamos con las audaces posibilidades que ofrecía. Zaha siempre nos daba bastante libertad creativa. Dentro del estudio, el diseño era un proceso de búsqueda colectivo e internamente competitivo. Era feroz al demandar nuevas formas de belleza y brutal al rechazar nuestros intentos. Exploró un universo inexplorado de la forma vía bosquejos muy abstractos que no intentaban aproximarse a soluciones de diseño, sino descubrir nuevas expresiones formales o conceptos espaciales. Nuestra tarea era «traducir» estas pistas atmosféricas y conceptuales a bosquejos más concretos de diseños. Trabajaba con estructuras formales de dos dimensiones y nosotros trabajábamos con composiciones tridimensionales inspiradas en sus exploraciones formales. Los movimientos compositivos que podíamos emplear en estos intentos se basaban en sus anteriores descubrimientos, dando una nueva libertad de composición.
Fuente:http://www.plataformaarquitectura.cl/cl/868073/zaha-hadid-un-homenaje-por-patrik-schumacher