MUHAMMAD ALÍ SUBIÓ AL RING DE LA ETERNIDAD
“Si la gota dijese: no puedo formar un río,
no habría océano”.
Karl Rahner sj. (Alemania, 1904-1984)
El 25 de febrero de 1964 se reveló una leyenda que jamás iba a morir, un icono del boxeo y de la vida urbana norteamericana, que se erigió como un tótem: Casius Clay, el hijo de un pintor de vallas, metodista, y una ama de casa amorosa: llamados Casius y Odessa. El niño era asombrosamente rápido con las piernas, la mente, las manos y el verbo. Un ser con carisma natural y una simpatía sin límites, al que le lucían incluso las muecas, las fanfarronerías y los desplantes. La cuidad de Louisville en Kentucky fue su cuna, el 17 de enero de 1942, era espigado, elocuente, de mirada viva y respuestas rápidas.
A los 18 años de edad conoció la ciudad eterna, Roma, cuando participó en las Olimpiadas representando a los Estados Unidos de Norteamérica. Allí ganó la medalla de oro en boxeo, la misma que tiraría al río Ohio molesto, enrabiado, decepcionado porque le negaron servicio en un restaurante por ser negro. Años más tarde, Alí reivindicó esa acción de protesta, siendo un atleta de alta competencia que dignamente representó a su nación. En 1996 el Comité Olímpico le entregó una réplica de su medalla dorada. La medalla original aún reposa en el fondo del río.
Durante 23 años se hizo llamar Casius Clay, tal como lo bautizaron sus padres tradicionalistas. Pero en 1965 se convirtió al Islam y adoptó el nombre de Muhammad Alí; según, dejó atrás su nombre de esclavo. Su posterior amistad con el líder afroamericano Malcolm X afianzó esa creencia, esa militancia. En una de sus fotografías virales hoy en día, aparece junto a Malcolm X, este lo está fotografiando en el interior de una cafetería en Nueva York, en 1965, exactamente el año del asesinato del religioso en Harlem, cuando apenas tenía 40 años de edad.
Muhammad Alí se enfrentó a los boxeadores de mayor poder en la historia de ese deporte, fueron pesos pesados de pegada demoledora, con presencias intimidantes, los mejores de la historia:
- Sonny Liston quien era analfabeto, criado en las calles, hombre violento con fama de invencible.
- Joe Frazier con quien perdió en 1970; llegó a tumbar a Alí con su célebre gancho de zurda, aunque nunca noquearon a Clay en su carrera de 61 combates.
- George Foreman temido y respetado gladiador nacido en Texas en 1949, con quien se enfrentó en el famoso “Combate en la jungla” en Kinshasa en 1974. A esa pelea que tuvo televidentes en los cinco continentes, asistieron varios artistas, entre otros: Fania All Stars con todas las estrellas de la salsa, y el rockero James Brown.
- Ken Norton, gran peleador, púgil disciplinado. Lo enfrentó el 10 de septiembre de 1973. Luego se verían en el ring en dos ocasiones más, cuando Alí ya estaba en franca decadencia física.
En cada asalto peleado, Alí demostró suprema inteligencia, siendo un púgil de 1.88 de estatura y un peso de 106 kilogramos, se movía como un peso pluma, le gritaba improperios a sus rivales durante toda la pelea; sus combinaciones y bicicletas eran rápidas, su jab de izquierda era mortal, minaba al contrario: lo llamaba “la lengua de la serpiente”. Por ello Drew Bundini Brown, el asistente esquinero del entrenador Angelo Dundee, definió su estilo boxístico así: “Flota como mariposa y pica como abeja”. Con Dundee entrenó en el famoso “Gimnasio de la Calle 5” en Miami, donde aprendió a boxear y a ser mediático, a retar antes y durante sus peleas a sus rivales. Desde un primer momento, Angelo percibió su fibra de campeón y así lo trató, lo formó para ser grande, lo preparó para el éxito. Dundee después fue entrenador de 18 grandes campeones, murió en 2012 a los 90 años de edad proclamando: “Alí fue el mejor”.
Muhammad Alí fue indiscutiblemente el boxeador más veloz de la historia, y eso lo demuestran los videos de sus peleas, en especial uno de 1966, cuando mandó a la lona al inglés Henry Cooper con 11 golpes asestados en tan solo 11 segundos. Nadie ha superado ese récord.
Su grandeza deportiva era admirada por todos, seguía conquistando espacios, admiradores en todos los estratos sociales, continentes, grupos etarios diversos y en múltiples disciplinas. Pero en paralelo, Alí desarrolló una militancia social, opinaba en contra de la segregación racial, se oponía a las guerras, era un promotor de la paz, luchaba por los demás de forma auténtica. Por ello en 1967 se negó a ir a combatir a Vietnam, con un una frase rotunda que dio la vuelta al mundo “No puedo ir a matar a mis hermanos”, estaba aferrado a los preceptos islámicos. Podríamos afirmar, que en ese momento Alí se enfrentó al Status Quo norteamericano, le plantó cara con dignidad. Esa negativa a cumplir servicio militar obligatorio, conllevaba una pena de hasta cinco años de cárcel, una multa por 10.000,00 dólares, con la anulación de su título mundial de los pesos pesados, además del desprestigio como desertor. Y aun así, Muhammad Alí mantuvo su valiente posición. Seis años después, en 1973, los EEUU reconocerían su catastrófica derrota en Vietnam, una guerra que dejó secuelas terribles, heridas que aún tratan de sanar.
Alí compartió su intimidad y su hogar con cuatro esposas, mujeres bellas. La primera, desde 1964 a 1966, fue una muchacha coqueta que trabajaba como camarera, llamada Sonji Roi. Se divorciaron por diferencias religiosas. Luego se casó con Belinda Boyd de religión musulmana, mujer elegante, se separaron en 1976 luego de nueve años de relación marital. En 1977 se casó con la bella modelo y actriz Verónica Porshe, con ella tuvo dos hijas, la mayor es la boxeadora Laila Alí, reconocida por la prensa deportiva. La menor se llama Hanna. Su cuarta esposa fue Yolanda Lonnie Williams, estuvieron juntos por 30 años, hasta el final de la vida del campeón de Louisville. Se conocieron en Kentucky cuando Alí tenía 21 años y Yolanda solo 6. Ella lo acompañó durante su penosa enfermedad neurológica, viéndolo deteriorarse día a día a causa del mal de Parkinson. Yolanda le dio su tiempo, su amor, la mayor atención con suma lealtad. Declaró a la prensa que siendo una adolescente, tuvo una visión, en la que se veía como esposa de Alí, lo que se concretó 40 años después.
Todas sus esposas fueron mujeres afroamaericanas, con ellas tuvo en total nueve hijos: Maryum, nacida en 1968. Los gemelos Jamillah y Rasheda nacidos en 1970. Muhammad Alí Junior nacido en 1972. Hanna y Liala; Asaad Amín (en adopción). Otras dos hijas, Miya y Khaliah, de relaciones extramaritales.
Cada declaración de Alí era titular de prensa mundial, como cuando dijo: “No tengo nada en contra del Vietcom”. Era atrevido, valiente, pegaba con las palabras, con el mismo aguijón de sus golpes en el ring. Nació para mover a la gente, para hacerse sentir, fue un líder con una extraña fuerza espiritual, arrolladora y frenética.
Interactuó con figuras mundiales y eso quedó registrado en célebres fotografías: con el reverendo Martin Luther King, Elvis Presley, Los Beatles, el Rey Pelé, Teófilo Stevenson el campeón cubano; con el actor Silvester Stallone luego del boom del filme Rockey, y con el maestro Nelson Mandela. Todo gracias a su gran carisma, tal como lo define el DRAE: “La especial capacidad que tiene la persona para atraer o fascinar”. Entonces Muhammad Alí era la máxima expresión del carisma, fue el primer afroamericano que ganó seguidores, fanáticos en el mundo entero, de todas las etnias y razas.
Si bien Nat King Cole logró tener un vasto público, Luther King movió millones de creyentes, Louis Armstrong con su música fue ídolo, Jackie Robinson en el beisbol logró romper la barrera racial; Alí fue la máxima personificación de ese don que confiere Dios a algunas personas, para motivar y atraer a los demás.
John Carlin, el destacado escritor y periodista británico especializado en poder político y deportes, ha afirmado: “Alí era la definición del carisma; era el carisma hecho carne, equiparable a una figura de leyenda como el Aquiles de Homero, o histórica como Napoleón Bonaparte. Su único rival contemporáneo, para mí, ha sido Nelson Mandela”. Entonces ¿Qué es el carisma? Es una luz que se transmite a partir de una colosal confianza en sí mismo, al saberse, sin la más remota duda; mucho más allá de las mezquindades. Alí fue un grandioso personaje, que con enorme generosidad se regaló al mundo”. (El País, 2016)
Muhammad Alí murió a consecuencia del Parkinson, con el que hizo sombra durante tres décadas, con valentía y arrojo. Además de complicaciones respiratorias. Su deceso se produjo en Phoenix, Arizona. En el estadio Chase Field de los Diamondbacks dieron la primicia, en sus pantallas gigantes mostraron su rostro, y los altavoces dejaron escuchar su nombre ante el asombro de los fanáticos.
Para pronunciar el discurso solemne en sus exequias, fue designado el ex-presidente Bill Clinton, en un reconocimiento a la cálida amistad que cultivaron ambos y a la predilección del campeón por los demócratas. El 10 de junio, en su pueblo natal Louisville, el escenario electo como su última morada.
Muhammad Alí visitó Venezuela en dos oportunidades, cosechó una inmensa fanaticada en nuestra nación, muchas familias utilizaron su nombre para sus pequeños en la década de los 70: “Casius Clay González, Casius Clay Martínez; en fin”. Caracas disfrutó su presencia, el icono del boxeo mundial estuvo en una exhibición de sparring la primera vez el 20 de agosto de 1971, en la previa al combate del venezolano Vicente Paúl Rondón con el norteamericano Eddie Jones. En la segunda ocasión presenció el combate entre George Foreman y Ken Norton, en la inauguración del Poliedro. Sobre Foreman expresó a los medios venezolanos: “Es un peleador del montón y nada más”.
Una de las imágenes que siempre estará en mi mente al oír el nombre de Muhammad Alí, es la del campeón trotando una mañana, con un pulóver gris, solo, iba cantando melodías religiosas. Y al cabo de unos minutos, se le anexaron cientos de jóvenes, vecinos, transeúntes, gente que lo admiraba, que captaba su aura de campeón y lo seguía. Yo me cuento espiritualmente entre esos que se regocijaban al avanzar junto a él por las calles de su afecto, tratando de emular su paso de vencedor, y aplaudiendo sus hazañas.
Alí: río deportivo, océano humano, torrente inmortal.
León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com