Mario Martín Gijón (Villanueva de la Serena, España, 1979) es doctor en Filología Hispánica. Entre 2004 y 2009 ejerció la docencia en las universidades de Marburgo (Alemania) y Brno (República Checa). Actualmente es profesor en la Universidad de Extremadura (España).
Es autor de varios libros de ensayo, entre los que pueden destacarse Una poesía de la presencia (Premio Gerardo Diego de Investigación Literaria, Pre-Textos 2009), La patria imaginada de Máximo José Kahn (Premio Amado Alonso de Crítica Literaria, Pre-Textos, 2012) y La Resistencia franco-española. Una historia compartida (Premio Arturo Barea de Investigación Cultural, 2014).
Su primer libro de relatos, Inconvenientes del turismo en Praga y otros cuentos europeos (KRK, 2012) obtuvo el Premio “Tigre Juan” de la ciudad de Oviedo.
Como poeta es autor de tres libros: Latidos y desplantes (Vitruvio, 2011), Rendicción (Amargord, 2013) y Tratado de entrañeza (Polibea, 2014). Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés por Terence Dooley y publicados en revistas británicas como Poem y Tears in the Fence.
Colabora habitualmente con reseñas sobre libros de poesía y narrativa actual en revistas como Cuadernos Hispanoamericanos, Quimera o Clarín.
Rafael Ayala Páez: ¿Qué es la poesía para Mario Martín Gijón? Desde tu punto de vista: ¿Qué puede reflejar el poema?
Mario Martín Gijón: A propósito de Artaud, Maurice Blanchot decía que la poesía tenía que ver con “esa imposibilidad de pensar que es el pensamiento”. Para mí, la escritura poética es la única vía para intentar expresar y reconciliar momentáneamente las contradicciones de nuestros sentimientos. Uno puede sentir a la vez rencor y agradecimiento, melancolía y gozo, rabia y deseo. Eso es lo que intento alcanzar con mi manera de escribir. Las barras, paréntesis o corchetes, que gráficamente quizás puedan desagradar a quienes buscan la armonía preestablecida en los establos de las ganaderías literarias, sólo pretenden unir, como en un abrazo parentético, o seccionar como con una espada que diera un violento tajo en diagonal, o como un río que dividiera y acercara a la vez las dos orillas de una ciudad, las palabras que nos dicen distintos e idénticos. El lenguaje nos hace libres y a la vez nos aprisiona. La linealidad de la sintaxis nos conduce hasta un fin con la misma impiedad con la que el tiempo nos empuja hacia la muerte. Por eso en la poesía, donde podemos poner en la máxima tensión el lenguaje podemos al menos de una manera lúdica, quebrar esa linealidad y jugar a que sea posible seguir varios caminos al mismo tiempo, sentir sentimientos contradictorios, ser las distintas posibilidades que hay dentro de cada uno de nosotros.
RAP: ¿Cuáles son tus escritores favoritos?
MMG: Sería muy difícil hacer justicia a todos los escritores que han sido y son importantes para mí (desde Poe, Cortázar o Ballard en narrativa a Aleixandre, Valente o Celan en poesía) y por eso prefiero responder reivindicando a los que por superar en exceso las limitaciones de sus contemporáneos han sido injustamente preteridos. Novelistas como Julián Ríos, autor de una obra novelística de creatividad sin igual, y al que apenas se lee en España, y eso que aún vive, o Miguel Espinosa con su Escuela de mandarines, obra insuperable en el alcance de su crítica del poder, su ataque al conformismo y su parodia de unos hábitos y vicios desgraciadamente tan actuales como cuando los denunciara, cuya obra fue escrita en condiciones de precariedad y ante la indiferencia casi total de sus contemporáneos. También Juan Goytisolo, aunque no siempre raye al mismo nivel, es una de esas voces que siempre hay que tener en cuenta. De novelistas más jóvenes hay pocos que me interesen en España, Ricardo Menéndez Salmón e Isaac Rosa me parecen dos de los más valiosos. En la novela actual creo que España, quizás por el casi monopolio de ciertos grupos editoriales, se ha anquilosado en el conservadurismo estético. Muchos novelistas que se consagraron en los años ochenta y noventa no hacen sino repetirse a sí mismos, y a las editoriales les parece perfecto, mejor que no arriesguen, no vaya a ser que vendan menos. Creo que Luis Martín-Santos o Juan Benet, si empezaran a escribir hoy, lo tendrían difícil para que les aceptaran sus originales. La perspectiva es más alentadora al otro lado del Atlántico: Mexicanos desde Fernando del Paso o Élmer Mendoza a Eduardo Ruiz Sosa, el colombiano Fernando Vallejo, el boliviano Edmundo Paz Soldán, el cubano Leonardo Padura, la peruana Patricia de Souza, me parece que están ensanchando más las fronteras del idioma. Por desgracia lo que nos llega aquí está también filtrado por las distribuidoras y editoriales españolas, muy buenos libros que se editan en Hispanoamérica son casi imposibles de conseguir desde España.
RAP: ¿Cómo ves la poesía española actual? En tu opinión, ¿cuáles son sus limitaciones, sus profundidades con respecto a las generaciones anteriores?
MMG: No creo en el concepto de generación, la poesía es siempre obra de individuos. Creo que en la poesía española hay un poeta vivo enorme, Antonio Gamoneda, y poetas muy diversos y valiosos, como Ada Salas, Antonio Méndez Rubio, Ángel Cerviño o Eduardo Moga. Entre los más jóvenes, Benito del Pliego, José Antonio Llera, Esther Ramón, Rafael-José Díaz, Ernesto García López, Óscar Curieses, Marta López Vilar, Julián Cañizares, Joan de la Vega o Julio César Galán, por citar algunos. Creo que al igual que en narrativa, sería muy beneficioso un tránsito más fluido entre las literaturas de uno y otro lado del Atlántico. Aquí ahora se empieza a reconocer a Rafael Cadenas, a buenas horas… y a Eugenio Montejo se le conoce poco. En cuanto a las limitaciones, creo que se publica demasiado, y además en un sistema viciado por un entramado de premios ligados a veces a las grandes editoriales que han ido volviéndose cada vez más previsibles y conservadoras. Lo exponía bien Vicente Luis Mora en su prólogo a la antología La cuarta persona del plural, publicada hace poco. Hay algunas editoriales que apuestan por una poesía más arriesgada, como Amargord o Varasek (que precisamente han publicado en España la obra de valiosísimos poetas latinoamericanos antes casi desconocidos aquí, desde Héctor Viel Temperley, Raúl Zurita, Haroldo de Campos o José Kozer a Eduardo Milán o Maurizio Medo), pero están en clara desventaja frente a las grandes. Amargord ha publicado otra antología (Limados. La ruptura textual en la última poesía española, prologada por Óscar de la Torre) que recoge alguna de esta poesía más arriesgada que se hace en los márgenes. Creo de todos modos que en general hay falta de ambición en muchos poetas actuales (ambición en cuanto al lenguaje, pues de otro tipo de ambiciones andan sobrados). Leí hace poco Det [Eso] (1969) el libro en que Inger Christensen rehace el mundo desde el génesis, en más de 400 páginas de pasión arrolladora a una altura de la que nunca desciende, en un tenaz seguir adelante consciente de que “nadie puede pararse inmóvil en mitad de una caída”. Creo que es impensable que hoy surgiera una obra así, o como los Cantos de Ezra Pound, un poeta imprescindible, al margen de sus confusiones políticas.
RAP: Tus ensayos han recibido numerosos premios, incluyendo el Premio Gerardo Diego de Investigación Literaria, por el libro Una poesía de la presencia. José Herrera Petere en el surrealismo, la guerra y el exilio. En este libro tocas profusamente el tema del exilio. ¿De qué forma ha incidido este aspecto en la literatura española?
MMG: En España, por desgracia, sigue imperando el canon literario que se estableció durante el franquismo y la literatura del exilio apenas se trata de pasada, aunque en líneas generales, fuera más audaz e interesante que la que se publicaba en España, algo lógico, ya que por una parte los mejores escritores, salvo escasas excepciones, apoyaron la República y tuvieron que exiliarse y por otra los que se quedaron o fueron despuntando sufrían la censura y la cerrazón de horizontes de toda dictadura. En España se enseña a los alumnos de bachillerato que en 1942 se publicó la novela La familia de Pascual Duarte de Cela, pero no que en ese mismo año aparece en México Crónica del alba de Sender. Se les habla de que en 1945 Nada, de Carmen Laforet, gana el Premio Nadal en Barcelona, pero rara vez que ese mismo año aparece también en México Campo de sangre, de Max Aub, la primera novela de uno de los ciclos novelísticos más importantes en español. Con eso tenía que ver mi libro sobre José Herrera Petere, un escritor muy original que, por haberse exiliado primero en México y luego en Suiza, era casi desconocido en España.
RAP: ¿Puedes hablarme un poco sobre tu libro de poemas Tratado de entrañeza (Editorial Polibea, 2014)?
MMG: Es un poemario que enlaza directamente con el anterior, Rendicción (Ediciones Amargord, 2013). Como éste, es un libro de poemas de amor y deseo, desde la ausencia y la añoranza de la amada al rencuentro de los amantes. Pero es también una meditación sobre el lenguaje. En uno de sus poemas se habla de “un ósculo oscuro / grabado sobre p(ap/i)el” y es que ese ósculo o beso oscuro es un verso oscuro, pues tanto la escritura como el sexo son, además de formas de disfrutar, medios de (auto)conocimiento.
RAP: También has publicado novela. ¿Qué me puede decir acerca de tu obra narrativa? ¿Desde siempre has sentido la necesidad de escribir en ambos registros?
MMG: Miguel de Unamuno escribía poemas, ensayos, novelas, diarios, además de miles de cartas. Jean-Paul Sartre también tocaba todos los géneros, y Max Aub. Son en cierto modo, deportes diferentes. Igual que me gusta nadar y jugar al tenis, y me fastidiaría tener que renunciar a uno de los dos deportes. La poesía y la narrativa son géneros con los que se consiguen cosas muy distintas. Simplificando, creo que en la poesía podemos ser más nosotros mismos, ahondar en nuestros sentimientos y contradicciones, como decía antes, y en la narrativa ser por un breve tiempo otros, descansar de nuestro nombre y apellidos. Todos mis poemas tienen que ver, de algún modo, con mi existencia. En cambio, escribiendo Inconvenientes del turismo en Praga y otros cuentos europeos pude vivir la experiencia de ser, mientras escuchaba sus voces al tiempo que les escribía, una inmigrante rumana o un jubilado británico, un escultor checo o una ama de casa polaca.
RAP: ¿Cómo describirías tu proceso de escritura? ¿En qué género literario te sientes más cómodo?
MMG: Como te he dicho, no es cuestión de preferencias, sino de lo que pretendamos conseguir con cada género, y también cuestión del estado de ánimo. No soy nada metódico y escribo por rachas, hay épocas de mi vida muy creativas y otras muy vacías (en cuanto a la escritura). Obviamente el trabajo y otros condicionantes dejan a veces poco tiempo, y más bien procedo por iluminaciones, por la inspiración que puede venir dada por una combinación lingüística asociada con unas ideas o por imaginar una situación. En la narrativa he descrito este proceso como un “escuchar voces”, escuchar una forma de hablar que no es la propia e imaginar una personalidad posible, a veces con retazos de personas conocidas pero con más parte ficticia que biográfica. En poesía, es el chispazo que hacen palabras e ideas al colisionar de manera imprevista. No hay recetas para la escritura, en mi opinión.
RAP: Fuera de España, has enseñado en universidades de Alemania y República Checa y en colegios en Francia. Cuéntame cómo estos países y culturas han influido en tu trabajo. Recordemos que tienes poemas e historias sobre ellos, me vienen a la mente el poema “Verano en Brno” y el relato “Inconvenientes del turismo en Praga”.
MMG: En total, he vivido más de siete años en el extranjero, una experiencia que tiene muchas consecuencias. La más beneficiosa, sin duda, es haber aprendido francés y alemán, aparte del inglés. De hecho era mi motivación principal: quería leer a Baudelaire y Nietzsche en versión original, en sus propias palabras. Conocer otros idiomas te da acceso a referentes que de otro modo nunca conocerías. De Albert Caraco, un ensayista tan bueno como Cioran, no se ha traducido casi nada al español, ni de Arno Schmidt, el novelista lingüisticamente más atrevido de la literatura alemana en la segunda mitad del siglo XX. Por otra parte me considero afortunado por haber podido regresar a España (al contrario que muchos amigos, profesionales valiosos, que finalmente se han afincado en el extranjero por la falta de oportunidades aquí) pues para un escritor, al menos en mi opinión, es mejor vivir en un país donde se hable su lengua. Por mucho que las redes sociales hayan relativizado lo que eran antes la emigración o el exilio, si uno escribe en español, a la larga es mejor estar rodeado de personas que hablen tu lengua, aunque sea para escuchar los giros populares en el autobús o en el supermercado. Juan Ramón Jiménez o Guillermo Cabrera Infante languidecieron y sufrieron en sus exilios indeciblemente por estar rodeados por el inglés, y no por el habla madrileña o habanera.
RAP: Finalmente ¿en qué proyectos literarios trabajas actualmente?
MMG: Prácticamente he terminado el que será mi próximo poemario, Des en canto, que todavía tardará algo en publicarse. Por otra parte, desde 2012, y de modo paralelo a otras cosas, estoy escribiendo una novela de escritura bastante libérrima y compleja, un novelaberinto, si me permites este bárbaro neologismo. La obra tiene ya varios cientos de páginas y me estoy divirtiendo mucho con su escritura por lo que espero que dé aun mucho más de sí y siga creciendo. Me gusta mucho lo que dijo William H. Gass a propósito de su novela El túnel (The Tunnel), publicada en 1995, después de casi treinta años de escritura. En 1971, declaraba: “Empecé El túnel en 1966. Creo que le faltan aun unos cuantos años. Quién sabe, quizás llegue a ser un libro tan bueno que nadie querrá publicarlo. Vivo con esa esperanza”.