Murio La Leyenda afrocubana
Alfredo “chocolate” Armenteros
La leyenda de la trompeta afrocubana Alfredo “Chocolate” Armenteros, quien trabajó junto a los más famosos directores de orquestas de música latina durante la década de 1960, 70 y 80, murió la mañana del día de los Reyes Magos en el North Westchester Rehab de la ciudad de New York.
Tenía 88 años y padecía cáncer de próstata.
El virtuoso trompetista nacido en la ciudad de Santa Clara, en la región central de Cuba, bajo el nombre de Teodoro Alfredo Armenteros un 4 de abril de 1928, marcó por siete décadas la tendencia en los solos de metales que le dan cadencia a la música tropical con gran brillantez.
Poseía un estilo único y carismática personalidad, que lo llevaron, sosteniendo el cigarro entre los dedos, desde el cabaret Tropicana, en La Habana, hasta sus muchas etapas de jazz y soul en el Teatro Apollo de Harlem.
Compartió escenario con Nat King Cole, Philly Joe Jones, Dizzy Gillespie y Oscar Brown Jr., entre otros grandes de la música, dando cátedra en el arte de la improvisación afrocubana.
«Chocolate» Armenteros tocó con Arsenio Rodríguez (El Ciego Maravilloso), Generoso Jiménez, Cachao, Tito Rodríguez y se destacó como director musical de la Orquesta de su primo Beny Moré, hasta que se fue de gira con José Fajardo y posteriormente se unió a la orquesta de Machito en Nueva York.
Recorrió Latinoamérica con Burundanga, el éxito de Celia Cruz y la Sonora Matancera, después, con Ismael Rivera, puso a brillar su instrumento en el solo de El Nazareno; también grabó junto a la Lupe y los hermanos Palmieri.
Colaboró con Johnny Pacheco, Larry Harlow, Tito Puente, Luis “Perico” Ortiz, Sergio George y Gloria y Emilio Estefan.
Vivió en España y Francia, viajó por el mundo, y participó en la película Cachao… como su ritmo no hay dos, con Andy García, y fue su instrumento musical el que saludó desde el horizonte a un coche Infinity en un comercial pautado para la televisión nacional.
Caballero de fina estampa, elegante y de la vieja escuela en el vestir, no le gustaban los jeans ni zapatillas.
Su actitud era de felicidad en una vida llena de chistes, aventuras, travesuras, amor, romance y muchos buenos momentos que disfrutó con su coñac, un buen puro y exquisita música.
Por otra parte, tenía estrictos estándares no sólo con los códigos de vestimenta, sino también con la vida en general. No toleraba las tardanzas, a pesar de su espíritu libre y audaz.
Por : Ciro Contreras.