Las mujeres robustas, mestizas, acomodadas en sofás, hamacas y sillas se despiden este domingo 10 de enero de su creador, el gran escultor Cornelis Zitman que falleció hoy a sus 89 años. El gran artista, aunque holandés de nacimiento, deja un legado invaluable en Venezuela, tierra que lo acogió desde finales de la década de los 40.
Cornelis Zitman, nacido en Leiden Países Bajos el 9 de noviembre de 1926, hijo de una familia de constructores, asistió a la Academia de Bellas Artes de La Haya. Cuando en 1947 la defensa del imperio colonial holandés amenazaba con llamarlo a las filas, huyó a Venezuela. Allí montó una fábrica de muebles y siguió dibujando en sus ratos libres. Durante su estancia de tres años en la isla de Grenada, Zitman comenzó a crear esculturas inspirándose en la población nativa. A continuación vivió otros tres años en Holanda, aprendiendo las técnicas de fundición con el escultor Starreveld.
En 1964, la familia Zitman se estableció en un antiguo molino de caña de azúcar ubicado en las colinas que rodean Caracas. El trapiche se ha convertido en un lugar casi mítico donde sus esculturas (la tribu zitmaniana) han evolucionado junto a la arquitectura y la voluptuosa naturaleza del entorno.
La primera obra escultórica de Zitman se exhibió en 1968 en el principal museo de bellas artes de Caracas. Poco después, el escultor recibió una visita de Dina Vierny, la famosa modelo de diversos artistas que había establecido una próspera galería de arte en el París de la posguerra y fundo el Musée Maillol en 1995. La visita de Vierny no sólo desembocó en la adquisición de muchas de sus obras, sino que marcó el comienzo de su carrera internacional, ya que organizó exhibiciones de su cher sculpteur por todo el mundo. La exposición retrospectiva en el Museo Beelden Aan Zee representa el debut del artista en Holanda.

Una mujer como continente
A un lado del pequeño portón del trapiche de la Hacienda la Trinidad, monta guardia la escultura de un muchachito flaco con un pantalón corto y deshilachado y zapatos de tenis; un sombrero chato como el casco de un soldado inglés sombrea sus pequeños ojos, dirigidos hacia dentro en una áspera defensa; una cara tan cerrada y sin entrega como la pobreza misma. Por debajo del pecho delicado, los brazos cruzados, sus manos finas y milagrosamente bellas, se agarran de los codos. Al lado de él una perrita, un pedazo de triste cabulla atado al cuello; por debajo de mis dedos sentí la espina dorsal como el serrucho de una iguana.
Entré por el portón y subí unos peldaños. En algún lugar de la casa alguien tocaba con técnica consumada, pero toscamente y de mal humor, una pieza de Mozart. Parecía una mujer en dificultades.
Me encontré en el cruce de dos galerías penumbrosas. A través de una puerta entreabierta, al final de la galería izquierda, vi a unos hombres cargando objetos extraños; una máquina emitía el ruido agudo de un disco cortando metal.
Al final del otro corredor y como a un metro por encima del suelo, se mecía en un chinchorro la figura imperial de una mujer, apoyada provocativamente sobre los codos, las largas manos a ambos lados quebradas hacia abajo como las garras de una mantis religiosa. Por debajo de su vientre y entre sus poderosos muslos se abría su sexo, atrayente y angustiosa como una fruta reventada. Aturdido, miré la inflexible cara encogida entre los hombros: no era el rostro de la recién creada e intocada Eva que con astucia hizo caer a Adán, ni era la Venus de Milo, bella y vacía como una concha de marina. Me hallaba frente al rostro de la matriarca mágica de este continente, ancestral e implacable.
Ella vivió, fue utilizada, y sufrió. Ejércitos pasaron por encima de su cuerpo, niños fueron estrujados del poderoso vientre de esta madre eterna de nuestro continente, quien en sus entrañas guardaba la espiroqueta pálida para los violadores de ultramar que no poseían la inmunidad. En esa fruta sofocante guardó el secreto mortal para Cortés y sus soldados acorazados, para Pizarro y sus asesinos. Y cuando hace poco en México exhumaron el cadáver de Cortés, los sacerdotes descubrieron, pasmados, que el hombre que con 126 soldados y 23 caballos sometió a millones de aztecas, y que hizo estrangular a Montezuma, el Rey Sol, después de haber robado y cargado los galeones españoles con el oro de su pueblo, tenía en el sepulcro el esqueleto de un enano jorobado y torcido.
De su sexo millones brotaron y de su sexo millones sucumbieron en el continente mismo de los conquistadores. Por ella fueron despobladas naciones enteras y quemados ejércitos como efímera grama.
Tenía miedo de tocarla, se me cortaba la respiración. Me encontraba ante una fuerza ancestral que exigía mi rendición incondicional.
Solamente dos veces en mi vida esta entrega completa me ha sido exigida por una escultura; una vez por un guerrero inasequible, con un escudo, abandonado por astronautas en un prado de Holanda, brotado de la mano creadora de Henry Moore. Y otra vez cuando sobre un caballo de Marino Marini un ciego visionario, sus brazos extendidos hacia atrás, me subyugó con su magia. En este corredor, por tercera vez, me vi obligado a una rendición incondicional. Pero cuando me retiraba lentamente para apartarme de su magia, sentí que detrás de mí otras figuras cobraban vida. Ella me soltó pero no me dejo ir. Me di la vuelta pausadamente, sólo para ser atrapado por un ojo izquierdo que con malevolencia e injuria me agarró y me siguió con atención acechante y despiadada. Sobre una cama miserable, trono de los pobres, estaba sentada una mujer estremecedora, sus largos dedos deformes agarrados a las sábanas como raíces a la tierra; sus abusados pies bamboleando sobre un abismo. En sus rodillas hinchadas se había concentrado la pobreza hasta convertirlas en protuberancias separadas y obscenas. Escuálidos muslos indicaban el camino hacia el vientre socavado. La cabeza, blanca como la cal, rígida entre sus hombros macizos, los labios hinchados e inflamados. Así estaba ella, sobre su cama destartalada, el encogido torso indio apretado en un blanco sostén; inexorable como el día del juicio final, pesada como nuestros pecados, que ella sufrió pero no perdonó jamás.
Entonces tropecé con un gran (pero vivo) perro pastor, y me caí sobre una maleta al lado de una mujer que, como el sagrado Zambo Chamaca de los egipcios, miraba fija, desapacible y alerta. Al lado de ella estaba otra mujer como las que he encontrado incontables veces en mi vida. La cabeza alargada acentuada por una cola de caballo, agresivamente lanzada hacia delante sobre el cuello delgado, el cachigordo cuerpo indio pesado como un bloque de basalto, brazos y piernas demacrados en una lucha por la implacable pobreza marginal. Idéntica, la he encontrado en una esquina de una calle en Campo Alegre, pidiendo limosna para sus hijos, en posición de ataque contra un policía, lista para reñir con su chulo o para una pelea a muerte con una rival. Para encontrar una figura tan india y tan esencial, hay que regresar a las viejas aztecas y mayas.
No pude aguantar más, empecé a mirar en vez de ver. Una mujer pesada como el plomo, cuya cara empolvada no se reflejaba en el espejo sin imagen. Una diosa mágica con un turbante sobre un sofá. Un desnudo blanco con los brazos extendidos. Agotado y oprimido, me senté en un peldaño de la escalera. Apenas registraba las esculturas pequeñas e interminables filas sobre las repisas a lo largo del muro. Instintivamente me apartaba, porque la montaña se mide por su cima. El pastor olfateaba mi pantalón, alguien traía café.
¿Qué decir del hombre de cuya alma y de cuyas manos brotó esta obra? Un holandés alto y delgado que desde 1949 vive en Caracas pero que solamente mucho más tarde empezó su gran obra. Un hombre de cara vulnerable y cándidos ojos azules bajo cejas abundantes. A su lado, pequeña, resuelta y práctica, su mujer. Un errabundo que empezó su obra en plena madurez, y que – dicen por ahí- tiene hijos bellos y talentosos. ¿Cómo pudo un hombre formado según un patrón cultural totalmente diferente haber hecho estas esculturas? Estas cosas, como dice San Pablo, son un gran secreto.
Ha hecho exposiciones, ha obtenido reconocimientos y premios, pero todo lo que he leído sobre él, escrito por los críticos, tiene más que ver con el deseo de exponer la propia erudición que con la obra de Zitman. Un crítico siempre habla de lo que él cree saber pero no sobre lo que ve. Mucho cuento sobre influencias, investigaciones freudianas, tendencias y espíritus afines, comparaciones con figuras para mí desconocidas. La introducción en el catálogo de su exposición en Caracas es un ensayo triste donde al lado de él ponen a personas que no tienen resonancia en mi conciencia. No puedo creer a mis ojos cuando leo ahí: “Quiero decir que no se trata de la aburrida y mecánica sensualidad de Playboy…” Me pregunto si lo puede estar diciendo en serio, o – según otro crítico: “no supo desligarse de la raíz clásica.”-
Zitman me contó que de niño hacía figuritas de barro y luego las enterraba. Bien, las figuritas que él enterró en la tierra fangosa de Holanda volvieron nuevamente a vivir bajo sus manos como arquetipos mágicos y majestuosos. Debemos aceptar este misterio tal como es, porque estas cosas son un secreto.
Cuando estaba escribiendo este artículo me desperté en plena noche y de golpe me di cuenta de la gran compasión que ha tenido para con sus mujeres. Un amor que no ha podido transmitir de otra manera que armándolas con una magia especial, para que estas desheredadas de la Tierra, que ya no cuentan con el Reino de los Cielos, impávidas e indomables, acepten el infierno de esta existencia. Este es el gran amor de Zitman. Estas mujeres se encuentran al borde del abismo, pero mediante la magia con las que las armó, son ellas quienes nos empujan hacia atrás. Cornelis Zitman es uno de los escultores más grandes de la actualidad. Sus esculturas no se encuentran en su lugar en los salones de los nuevos ricos de Caracas, ni tampoco en los fríos museos de Europa, sino que deben levantarse en las plazas de los pueblos polvorientos del interior y sobre la tierra sagrada en los ranchos que bordean Caracas.
“The rest is silence”
Boeli van Leeuwen/ Curasao
Cronología
1926 Cornelis Zitman nace el 9 de noviembre en Leiden, Holanda, en una familia de constructores.
1941 A los 15 años ingresa en la Academia de Bellas Artes de La Haya.
1942 Estudia Pintura Libre en la Academia de Bellas Artes de La Haya.
1947 En desacuerdo con las acciones políticas holandesas en Indonesia, rehusa hacer el servicio militar y abandona su país, al que ama profundamente. Llega en septiembre a Venezuela en calidad de marino de un petrolero sueco y se establece con su hermano, para entonces empleado de la Shell.
1948 Llega de Holanda su prometida, Vera Roos, con quien se casará el 15 de octubre.
1949 La pareja se instala en Caracas. Viven de pequeños trabajos, diseño y pintura de letreros y dibujos de construcción. Trabaja en una fábrica de muebles de la que se convierte en director. La fábrica se llama Tecoteca y prospera rápidamente.
1951 Trabaja ocasionalmente en pequeñas esculturas, como Mujer sentada, realizada en Coro, 1948. Con ella obtiene el Premio de Escultura del Salón de Artes Plásticas en Caracas.
1958 Exposición en la Galería de Arte Contemporáneo de Caracas. Experimenta una crisis existencial que desemboca en la decisión de abandonar la fábrica y comenzar una nueva vida. Se instala en la isla de Granada con su mujer y sus dos hijos. Retoma la pintura y afirma su carácter de escultor. Allí conoce a Daniel y Suzanne Rothenberg, de Boston, quienes se convertirán en amigos y coleccionistas de su obra.
1961 Viaja a Boston, Estados Unidos, para participar en una exposición de pintura y diseño en la Galería Gropper. Ese mismo año, regresa a Holanda con el deseo de estudiar las técnicas de fundición, para fundir sus propias esculturas.
1964 Trabaja en la fundición de Pieter Starrevelt en Amersfort, Holanda, y regresa a Venezuela.
1967 Obtiene el premio de escultura «Julio Morales» en Valencia, Venezuela.
1968 Gran exposición individual en el Museo de Caracas. Conoce a Alí Piñango, un joven venezolano de 15 años, amigo de su hijo Lorenzo, que será su mano derecha hasta el día de hoy.
1969 Conoce a Dina Vierny, quien visita su taller, y a Biaggio Campanella, escultor y fundidor italiano que, hasta su jubilación en 1998, será su principal fundidor.
1971 Exposición de esculturas y dibujos en la Galerie Dina Vierny de París. Obtiene el Primer Premio de la Primera Bienal de Escultura de Budapest.
1972 La obra de Zitman alcanza un gran éxito en la Feria de Arte 72 de Basilea.
1973 Exposición de dibujos en la Galería d’Eendt de Amsterdam.
1974 Exposición de dibujos y esculturas en la Galería d’Eendt de Amsterdam. Un museo holandés y el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas adquieren varias obras. Realiza una escultura de gran formato, Les Girls, para The Mall at Chesnut Hill de Boston.
1975 Exposición de dibujos y esculturas en la Galería Doblug de Oslo.
1976 Gran exposición retrospectiva de la obra escultórica en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.
1977 Exposición de dibujos y esculturas en la Galerie Dina Vierny de París. Exposición en la Galería Monte Avila, Bogotá, junto con Botero y Wiedemann.
1979 Exposición de dibujos y esculturas en las galerías Sindin de Nueva York y Tokoro de Tokio.
1980 Exposición colectiva ‘11 Escultores’ en el Museo de Arte de Maracay, Venezuela.
1981 Exposición de dibujos y esculturas en la Galerie Dina Vierny de París. Obtiene el premio de adquisición del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, Bienal de Artes Visuales de Venezuela, Caracas.
1982 Invitado de honor del Salón de Arte Nacional del Museo de Arte de Barquisimeto, Venezuela. Obtiene el premio especial Korato Takamura Grand Prize Exhibition, del Museo Hakone de Tokio, Japón.
1983 Exposición individual de esculturas y dibujos en el Museo de Arte de Maracay, Venezuela. Recibe la visita del Dr. Theo Scholten quien, diez años después, inaugurará el Museo Beelden aan Zee de Scheveningen, Holanda.
1984 Exposición colectiva ‘Arte en Bronce’ en la Galeía Artehoy, Venezuela.
1986 Exposición individual de esculturas y dibujos en la Galería Tokoro de Tokio, Japón.
1987 Expone 40 esculturas y 20 dibujos, con el montaje del arquitecto Domingo Álvarez, representando a Venezuela en la Bienal de Sao Paulo, Brasil.
1988 Exposición de la representación venezolana en la Bienal de Sao Paulo 1987 en el Museo de Bellas Artes de Caracas, Venezuela.
1988-1989 Exposición retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, Colombia.
1989 Exposición en el Musée Campredon de L’Isle sur la Sorgue, Francia.
1995 Conoce a James Mathison, joven escultor venezolano y a José A. Fernández, otro joven artista. En el taller de fundición de ambos serán tratadas las esculturas de Zitman a partir de la jubilación de Campanella. Continúa exponiendo en Venezuela y presentando su obra en ferias internacionales hasta el día de hoy.
2006 Gran exposición retrospectiva en el Museo Beelden aan Zee de su país natal.
2008 Exposición “Zitman y su Tribu”, en la Casa Museo de Venezuela en España, Beas, España.
2008 Exposición “Zitman en España”, en el Museo de Huelva, Huelva, España.
2009 Exposición “Zitman en España”, en la Sala Santa Inés, Sevilla, España.
Biografía
Hijo de una familia de constructores de Leiden, ingresó en la Academia de Bellas Artes de La Haya a los 15 años. Al finalizar sus estudios, en 1947, rehusó hacer el servicio militar por estar en desacuerdo con las acciones políticas holandesas en Indonesia y abandona el país a bordo de un petrolero suecjfydydydeeujb que lo llevará a Venezuela. Se instaló en la ciudad de Coro, donde encontró empleo como dibujante técnico en una empresa constructora. En su tiempo libre pintaba y hacía sus primeras incursiones en el campo de la escultura. Dos años después se trasladó a Caracas, donde trabajó como diseñador de muebles para una fábrica de la que más tarde fue director.
Comenzó a dar clases de diseño en la Universidad Central de Venezuela, mientras continuaba dibujando y pintando. En 1958 expuso un conjunto de pinturas y dibujos en la Galería de Arte Contemporáneo de Caracas. Decidió abandonar la vida de empresario y se mudó a la isla de Grenada, donde se dedicó por completo a la pintura y comenzó a afirmar su carácter de escultor. En 1961 viajó a Boston, Estados Unidos, para participar en una exposición de pintura y diseño. Ese mismo año regresó a Holanda con el deseo de estudiar las técnicas de fundición. En 1964 trabajó como aprendiz en la fundición del escultor Pieter Starreveld y regresó definitivamente a Venezuela contratado por la Universidad Central como profesor de diseño. Al año siguiente comenzó a trabajar de manera más intensiva en la escultura de pequeño formato modelada directamente en cera. En 1971 expuso por primera vez en la Galerie Dina Vierny de París y, a partir de entonces, se dedicó exclusivamente a la escultura. En los años siguientes llevó a cabo varias muestras individuales en Venezuela, Francia, Suiza, Holanda, Estados Unidos, Japón, etc., y obtuvo varios premios nacionales e internacionales.
Algunas de sus obras se encuentran en colecciones particulares y museos de varios países, como las de la Galería de Arte Nacional de Caracas y el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas de Venezuela, y el Musée Maillol de París.
Exposiciones
Zitman participó en varias exposiciones internacionales como la Bienal de Escultura de Budapest, la Feria de Arte72 de Basilea, la FIAC de París (1983), la Bienal de São Paulo (1987) y la feria ARCO de Madrid (1990). Entre sus exposiciones individuales cabe destacar las siguientes:
- 1958: Galería de Arte Contemporáneo. Caracas.
- 1961: Galería Gropper Art. Boston.
- 1968: Museo de Caracas.
- 1971: Galería Dina Vierny. París.
- 1973: Galería D’Eendt. Ámsterdam.
- 1975: Galería Doblug. Oslo.
- 1976: Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.
- 1977: Galería Dina Vierny. París.
- 1977: Galería Monte Ávila. Bogotá.
- 1979: Galería Sindin. Nueva York.
- 1979: Galería Tokoro. Tokio.
- 1981: Galería Dina Vierny. París.
- 1988: Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá.
- 1989: Musée Campredon. L’Isle sur la Sorgue. Francia.
- 1990: Museo de Coro. Venezuela.
- 2004: Sala Trasnocho Cultural. Caracas.
- 2006: Museo Beelden aan Zee. Scheveningen. Holanda.
- 2008-2011: Exposición itinerante Zitman en España en varias ciudades como Huelva, Sevilla, Córdoba, Granada, Jaén, y Almería.
- 2011: Centro Conde Duque. Madrid.
- 2012: IADE. Palacio Quintela. Lisboa.
- 2012: Sala Zitman. Casa de Iberoamérica de Cádiz. España.
Premios
- 1951: Premio de Escultura del Salón de Artes Plásticas de Caracas.
- 1967: Premio de Escultura «Julio Morales Lara», XXV Salón Arturo Michelena, Caracas.
- 1971: Primer Premio de la I Bienal de Escultura de Budapest.
- 1976: Premio «Henrique Otero Vizcarrondo», Salón de Artes Plásticas, Caracas.
- 1981: Premio de Adquisición del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas.
- 1982: Premio Especial «Kotaro Takamura Grand Prize Exhibition» del Museo Hakone, Japón.
- 2005: Condecorado con la Orden del León Holandés.