Música para la Reconciliación, un compromiso con las víctimas del conflicto armado y en situación de vulnerabilidad
El Ministerio de Cultura invirtió este año 14 mil millones de pesos para este Programa de la Fundación Nacional Batuta, el cual ofrece formación musical y atención psicosocial a niños, jóvenes y adultos de los 32 departamentos del país.
Esta apuesta es un compromiso con la paz que, a través de 132 Centros Musicales, beneficia a más de 19 mil colombianos, de los cuales el 91% son niños y jóvenes, así como a población afro, indígena y en situación de discapacidad. Gracias a Música para la Reconciliación, se consolida la música como una herramienta de paz que mitiga las diferencias y transforma los contextos de violencia.
Un ejemplo de cómo los procesos que genera este programa puede transformar vidas es el caso de Geraldine Naranjo, una niña barranquillera de 15 años que nació con retraso mental. Ella y su madre Ana han vivido solas, luchando contra todo pronóstico médico. Fueron desplazadas en dos ocasiones: la primera desde la Sierra Nevada de Santa Marta, y la segunda desde Encino en Santander, lugar que las obligó a llegar a la ciudad de Bucaramanga. Hoy en día viven en el municipio de Floridablanca, Santander.
Siempre había dificultad para vincular a la niña en cualquier institución educativa debido a su condición. Sin embargo, gracias al Programa Música para la Reconciliación, Geraldine logró iniciar una formación musical que ha aportado no sólo avances en su aprendizaje y desarrollo cognitivo sino la apropiación de valores que le permiten una mejor relación en su hogar. “Antes era muy hiperactiva, desobediente y dependiente. Ahora, desde que está en el Programa, ha avanzado bastante, es capaz de hacer sus cosas y ayuda en las labores de la casa. Es una alegría para mí que los vecinos y los profesores del Centro Musical me digan que es una niña completamente independiente”, asegura con orgullo la madre de la niña.
Otra historia de superación tuvo sus orígenes en el municipio de Segovia, Antioquia, donde vivía la familia Rodríguez conformada por María y sus siete hijos, Paola, Yenifer, Yeferson, José, Kevin, Emerson y Angélica. Desde la década de los 80, y hasta la actualidad, la violencia ha permeado la vida de los habitantes de este lugar en donde a diario ha habido masacres, homicidios selectivos, desplazamiento, despojos de tierra, entre otros, tal como lo relata María: “Antes todo era muy tranquilo. Empezamos a vivir todo el tiempo muertes de más de ocho personas y hasta 15. Uno estaba parado y cuando menos pensaba habían matado a alguien delante de quien fuera”.
En el año 2006, debido al conflicto armado fueron despojados de sus bienes. Así, sembraron temores, miedos e inseguridades. Por estas condiciones se trasladaron a Bogotá con el propósito de iniciar una nueva vida. Allí comienzan a formar parte del Programa. Su cambio más significativo ha sido recuperar poco a poco la confianza perdida a través del reconocimiento de sus capacidades no sólo en las habilidades musicales sino para afrontar los desafíos de la vida. “Ya no le temen ni le huyen a todas las personas. Han logrado ganar confianza y permitir conocer al otro, de poder jugar, de hacer amigos”, comenta María. Además la música se ha convertido en un elemento de unión familiar entre hermanos al contar con metas y objetivos compartidos, motivación disciplina y perseverancia.
Además de formación musical, esta iniciativa ofrece atención psicosocial a las comunidades a través de talleres para familias, cine-foros, visitas domiciliarias, jornadas de lectura, talleres de sensibilidad hacia la discapacidad y jornadas de inclusión; actividades que aportan a la reconstrucción del tejido social de las comunidades favorecidas.
La práctica musical colectiva es uno de los enfoques del Programa a través del modelo Orquesta-Escuela. Para ello, los Centros Musicales de Batuta realizan sesiones de clase, conciertos, talleres de formación a formadores y sesiones de creación e improvisación. Además se fomenta la enseñanza en valores, habilidades y elementos que construyen al individuo en sociedad como la identidad, la memoria, la capacidad de resiliencia, el respeto por las diferencias, el trabajo en equipo y el liderazgo.
Música para la Reconciliación representa un proceso que se suma a las apuestas del Ministerio de Cultura en el fortalecimiento de los procesos de formación musical y de las escuelas de música del país junto con el Plan Nacional de Música para la Convivencia, PNMC.
La Fundación Nacional Batuta es una entidad de carácter mixto, creada en 1991 por el Gobierno Nacional que desde el año 2001 ha apoyado la creación y desarrollo del Programa Música para la Reconciliación a través del Departamento para la Prosperidad Social, DPS, hasta el año 2014; y del Ministerio de Cultura, a partir de 2015.