Hoy cuando el país enfrenta el luto por tan sensible pérdida, la Orquesta Sinfónica de Venezuela presenta esta semblanza de un músico insigne, digno representante de nuestra venezolanidad. Hugo Blanco supo amalgamar lo mejor de nuestra idiosincrasia en su música y en sus composiciones que traspasaron fronteras, poniendo a nuestro país en el sentir universal. Sus temas Moliendo Café y El Burrito Sabanero, entre muchos otros, forman parte del acervo musical internacional. Su fina interpretación del arpa lo catapultó como uno de los mejores del mundo. Hoy honramos su memoria.
Prensa OSV. Evelyn Navas Abdulkadir. Nacido en Caracas el 25 de septiembre de 1940, Hugo César Blanco Manzo, destacó como uno de los músicos y compositores más prolíficos de su generación. Junto a los compositores Simón Díaz y Chelique Sarabia, nos legó las canciones más emblemáticas de la tradición popular venezolana. Intérprete, productor y arreglista, es considerado como uno de los mejores arpistas del mundo. Su inquietud por todos los aspectos musicales le llevó a contribuir de muchas maneras al desarrollo creativo de la música en nuestro país.
En vida, Hugo Blanco fue reconocido internacionalmente, ya sea por su interpretación del arpa, así como por composiciones. En el ámbito internacional era valorado y admirado por músicos y artistas. Era tan creativo que creó lo que se conoce como ritmo Orquídea y a través de su música impuso nuevas formas creativas que influyeron en el desarrollo de la música venezolana. Dos temas le son representativos: Moliendo Café y el villancico Burrito Sabanero.
La música le interesó desde niño y a los doce años comienza su interés al aprender a ejecutar el cuatro. Solía visitar las estaciones radiales y observar cómo los músicos interpretaban los instrumentos. Reunió entre familiares y padrinos la cifra de 15 bolívares y lograr hacerse de un cuatro viejo a la venta en una chivera y el mismo día que lo adquirió, comenzó a practicar. Según se cuenta, esa misma tarde sacó sus primeras melodías. Pero había un instrumento que le llamaría más la atención: el arpa.
Al dominar totalmente el cuatro, comienza a observar con todo detalle la ejecución del arpa con la finalidad de anticipar los acordes del cuatro y para ello se valía de las orquestas y músicos que tocaban en vivo en las emisoras de radio. Allí se encontraría con grandes maestros como Juan Vicente Torrealba, José Romero Bello, Miguel Rodríguez, Cándido Herrera y Amado Lovera.
Siendo todavía un joven, inicia un conjunto musical. La familia Attías poseía un arpa y se la prestaba para que tocara. Al ver que la dominaba con gran facilidad y destreza, se la regalaron, sin sospechar que ese mozuelo se convertiría en uno de los mejores arpistas del mundo y en uno de los creadores más significativo de ritmos nuevos para la música popular venezolana.
Hugo Blanco nunca olvidó sus inicios y es por eso que en entrevistas a la prensa siempre dijo: “En esos tiempos casi no había conjunto de música criolla, nosotros formamos uno en el Liceo Aplicación, obteniendo bastante éxito en el medio estudiantil«. Uno de sus compañeros es el también reconocido compositor Chelique Sarabia. En 1958 Francisco González, reconocido propietario de un estudio de grabaciones en Caracas, descubre al joven del conjunto del Liceo Aplicación y lo invita a grabar su primera producción discográfica. Dos de los temas fueron comercializados, uno para el Sello Gramcko y el otro para Palacio de la Música.
Hugo Blanco ingresa en la Universidad Central de Venezuela para estudiar Ingeniería Metalúrgica, carrera que abandona luego para trabajar y asumir las riendas de la familia, probando suerte con la música. De nuevo se une a Francisco González e inicia una carrera que sería meteórica.
|