Maria Del Socorro Tuirán Rougeon, Entre idas y venidas
Por: Eugenia Cataño B. / España.
Entre idas y venidas, un libro de lectura ágil, amena y entrañable pero más que eso es la manera acertada en que su autora consigue que se sientan sus letras hasta los más profundos sentimientos de parte de sus lectores cuando se ven plenamente identificados con las imágenes cercanas, diáfanas, con su música, recuerdos, vivencias de Amira y su familia, antes y después; nos permite ver el arraigo y el desarraigo, los cambios definitivos que se deben asumir ya sea voluntarios como es el caso de su personaje central, quien decide dejar su país, sus afectos, porque no se halla, siente que de alguna manera sobra por la desilusión de un amor, y tiene todo el desparpajo y fuerza de una juventud que lo arriesga todo por un sueño venciendo todo tipo de obstáculos.
Una de las frases que permiten ver cómo ella entra en sí misma:
“Para darse ánimos trajo a su memoria la frase de José María Rilke, dirigida a un joven poeta y la cual le había seducido desde la primera vez que la escucho:
“Busque en lo más profundo de usted mismo la razón que le impone escribir; examine si ella extiende sus raíces en lo más profundo de su corazón, confiese: ¿sería la muerte para usted si le prohíben escribir?”
Ella, Amira, crece a lo largo de la historia, en su paso de niña a mujer, hace la clara distinción de los hombres que determinan su vida, un padre guía y maravilloso, un primer amor que le despierta sus sentimientos y el que la transforma en esposa y madre, transcurre toda su vida en la que tiene una serie de encuentros existenciales que la llevan a comprender a los otros, lo otro y a comprenderse a sí misma, con su corazón en dos lugares diferentes, teniendo que escoger uno, viviendo intensamente cada posibilidad de reencontrarse con su pasado y sus afectos, asumiendo los cambios que las personas y esos lugares van teniendo en una evolución natural de la vida.
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Por otro lado el comenzar a amar otro lugar ajeno, que con el tiempo se convierte en su otra patria, donde encuentra a ese compañero tan distinto en algunos aspectos y a la misma vez tan similar, aunque los separe una educación, costumbres, lengua pero ambos se encuentran para aprender a entregarse el afecto que cada uno necesita del otro. Demostrando finalmente que el amor vence todas las barreras.
Viaja en el tiempo del presente al pasado, enseñando la idiosincrasia de dos mundos tan opuestos y que logran acoplarse con el respeto por las diferencias, desde luego no resulta nada fácil, ocurren anécdotas divertidas, otras que invitan a reflexionar sobre la manera de asumir el espacio vital entre culturas diferentes para entenderse, respetarse y conseguir una sana convivencia. El dolor que le supone la mirada que tienen en Europa de su país Colombia y que ella con amistad, lealtad y alegría a través de su actitud les conquista y luego les invita a conocer su país y entonces advierten otras facetas de unión, cordialidad, belleza que no conocían; como también aparecen las diferencias en la excesiva atención de los latinoamericanos, mientras que los europeos sienten una invasión en su espacio privado por tanta atención.
“Sus idas y venidas, sus tentativas de reconciliar esos dos mundos, le hacen recordar el movimiento permanente que observaba en su propia ciudad”
Algo muy importante es cómo ella ha visto y vivido unos prejuicios sociales, donde se rinde pleitesía a lo foráneo y en esa región Caribe hay una especie de racismo entre los mismos de la familia cuando asumen que si se mezclan con extranjeros mejoran. Luego, ella ya en Europa después de pasar por ese amor a la patria comprende que hay serias injusticias sociales y políticas, donde una gran mayoría es víctima de la miseria y una minoría con privilegios, asume que los medios de comunicación no son claros frente a muchos temas en su país.
Narrando una historia de amor de la protagonista nos lleva al pasado, a otra historia de amor también intensa, con altos y bajos, donde manifiesta cómo siempre influyen las convenciones sociales, pero sus personajes entran en un juego de salvar dichos impedimentos. Nos hace vibrar con los espacios, sus personajes particulares que aprendemos a quererlos en la medida que nos los da a conocer.
“A medida que avanzo en la vida, entiendo cada vez menos al amor.
Dos respuestas le vinieron a su cabeza
Una mujer es un techo para un hombre.
Un hombre es el asta alrededor del cual, ella puede ir y venir, hacer libremente sus figuras”
El libro de María Del Socorro Tuirán es un díptico literario, después de leer, sentir y comprender la mirada femenina en esa tierra llena de recuerdos y raíces, para luego volver a plantar raíces en otro lugar, otro mundo, aparece una nueva mirada, ahora es uno de esos personajes masculinos del libro quien hasta ahora era parte de la historia de Amira para luego sumergirnos en su manera particular de narrar sus experiencias, con poemas y prosa, llenas de detalles, y es así como comprendemos al hombre mayor, sus sensaciones, sus pensamientos, su forma de percibir esta diferencia entre dos mundos.
Identidad
Soy medio campesino.
Medio aborigen con los ojos azules,
Heredados de mis ancestros.
Me gusta la música clásica
y la poesía.
Me encanta París y los campos
De Francia.
Sus trigales y su mesa exquisita;
Pero más me gustan los campos
de mi país:
El sombrero vueltiao,
Las hamacas y las abarcas
De los aborígenes zenú;
Los chinchorros guajiros
Y las mochilas de los arhuacos.”
Es una lectura fresca, que oxigena, que se quiere leer de corrido y que queda grabada por siempre en el corazón. Como bien Maria Del Socorro Tuiran comienza su libro con la frase de García Márquez, se concluye esta lectura de su obra con la reflexión de la misma frase y la importancia que da la autora a su linaje, el cual deja unas huellas imborrables en ésta su gran historia.
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla” Gabriel García Márquez.