PABLO MILANÉS: EL HIJO PREDILECTO DEL FILIN
“No hay felicidad más grande,
que la felicidad de cantar”
Gabriel García Márquez
(Aracataca 1927-2014 México)
Su voz ha llenado los espacios de teatros monumentales, y por igual, de modestas plazas de pueblo. Su canto se ha escuchado en los anfiteatros más relevantes y en viejos bares de pueblos marchitos. Muchos lo comenzamos a escuchar casi en la clandestinidad, sus canciones las grababan en precarios cassettes que nos pasábamos de mano en mano con cierto temor, como si se tratara de un peligroso secreto subversivo. Escuchábamos al joven cantor con una tesitura de tenor ligero, un timbre de trovador, poseedor un vibrato que expresa emotividad. Marcado con el nombre Pablo, que significa en su raíz profunda: “el humilde”.
Pablo Milanés Arias es ese cantor que nos marcó, nació el 24 de febrero de 1943 en Bayamo, ciudad ubicada en el oriente de Cuba, quemada por los habitantes nativos para no cederla a los españoles, ubicada en la zona más musical de la Antilla Mayor, en las cercanías de la Sierra Maestra, tierra de caudalosos ríos: la cuna del son.
Pablito fue el surrapo de cinco hijos, desde pequeño escuchaba a su padre cantar, haciendo la difícil segunda voz en las guajiras y sones tradicionales. Eso despertó la intuición musical del niño mulato. A los seis años llegó con su familia a la Habana y comenzó a estudiar en el conservatorio municipal con el sueño de ser pianista. Pero cuando cumplió 11 años de edad, su madre le regaló la guitarra, con la que trazó su destino, le indicó el sendero al futuro cantautor, al adolescente con alma de trovador llamado a recorrer el mundo.
En La Habana, la megalópolis caribeña de las artes, comenzó su densa formación intelectual, comenzaron las lecturas de poesía que influyeron en su talante de compositor: Ceśar Vallejo, Pablo Neruda, Nicolás Guillén, José Martí y Mario Benedetti. En 1969 entró al Grupo de Experimentación Sonora ICAIC y conoció al maestro Leo Brower, compositor, guitarrista y director de orquesta nacido en La Habana en 1939, egresado con honores de la academia The Juilliard School en Nueva York. Pablo estuvo bajo la tutela del maestro habanero durante cinco intensos años.
A finales de la década de los 60 nació un movimiento musical espontáneo, pujante, con una gran estrella artística: La Nueva Trova Cubana. Pablo Milanés, sin proponérselo, lideró el movimiento junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola, marcando a la juventud de cuatro décadas: desde el decenio 1970 hasta la actualidad.
En 1965, Milanés ya había publicado su tema “A mis 22 años” donde muestra sus raíces del feeling cubano, más tarde llamada “filin” término aceptado por el DRAE (Estilo musical romántico surgido en la década de 1940). Y no es más que el universo bolerístico cubano enriquecido con armonías del jazz. Ese tema fue considerado el pionero del nuevo movimiento neotrovero. Sus maestros del feeling fueron los líderes de ese movimiento musical-estético nacido en la década 40: César Portillo de la Luz y José Antonio Méndez, compositores muy admirados e interpretados por Milanés.
Los nuevos trovadores, traían el bagaje de la tradición amorosa cubana, con sus guajiras, los sones, danzones centenarios, junto a los clásicos del maestro Barbarito Diez. Esa valija de musicalidad unió a las nuevas estructuras armónicas.
En una entrevista que brindó al historiador argentino Felipe Pigna en 2011, Pablo admitió que de niño cantaba los sones de Sindo Garay en programas aficionados de la radio. Sindo fue un compositor oriental que lo marcó con su lírica:
“Ella es sensible, le brinda al hombre
virtudes todas y el corazón
pero si siente de la patria el grito,
todo lo deja, todo lo quema,
ese es su lema, su religión”.
(Garay, 1918)
En 1973 Pablo Milanés realizó un álbum que sería su catapulta en todo el continente, “Versos a José Martí” donde participaron músicos de la talla del pianista Emiliano Salvador, el bajista Eduardo Ramos y Frank Bejarano. La producción la hizo su admirada Haydée Santamaría, intelectual y heroína, fundadora de La Casa de las Américas. En su honor, colocó su nombre a una de sus hijas, Haydée Milanés Benet, quien es pianista y cantante de gran talento, mujer de un dulce carisma. Ella tiene cuatro álbumes publicados.
A mediados de la década del 70 comenzaron sus viajes a Europa y América del Sur. Pablo y Silvio se habían convertido en los gurúes de una nueva religión musical, sin ayuda de casa editora alguna, sin maquinaria de promoción, sin pagar un centavo en payola o palangre: llegaron con su luz y esfuerzo a casi todas las naciones de América y Europa. Según testimonio de “La novia del feeling” la cantora Omara Portuondo, ella tuvo el privilegio de presentarlos, Pablito y Silvio. Se estrecharon sus manos en el lobby de una emisora que visitaban en La Habana, se sentaron con una guitarra y comenzaron a cantar por horas. Así nació una amistad que floreció en cientos de conciertos juntos, duetos memorables: Pablo hacía la segunda voz tal como la había aprendido de su padre en Bayamo.
En septiembre de 1982, junto a mi esposa Marisela Árraga, tuve el honor de presenciar el concierto de Pablo y Silvio en el viejo aeropuerto de Grano de Oro, sede de la Facultad de Ciencias Experimentales de LUZ. Fue un recital grandioso, al que asistieron miles de estudiantes universitarios.
La amistad de los dos trovadores se vio fracturada luego de cuatro décadas de andanzas juntos, por diferencias de visión sobre la coyuntura política que se vive en Cuba: Silvio increpó a Pablo en 2003 por negarse a firmar un documento que justificaba algunas críticas a artistas disidentes. Milanés no obstante, dejó claro que él es hombre de la izquierda progresista latinoamericana, siempre apoyará a Cuba, su querida patria. De momento, Milanés considera que su reencuentro con el cantor de San Antonio de los Baños: “no está planteado”.
En su tema “Canto de la abuela” un son beat nostálgico, Pablo recuerda los cánticos y rezos de su abuela en los ocasos en Bayamo, y así proclama:
“Y aunque sólo en el hombre crea, admito; que tu canto creció con mi estatura”.
Pablo es un materialista histórico, un agnóstico puro, que cree en la vida y en el arte como su manifestación más elevada.
Uno de los momentos más difíciles en la vida de Milanés, lo enfrentó cuando fue diagnosticado con el síndrome de Legg-Calvé-Perthes, afección ósea que le dañó el fémur y parte de su cadera, causándole dolores intensos y problemas severos de motricidad. Debió someterse a varias cirugías para reemplazar los huesos de la cadera por prótesis. Estuvo en silla de ruedas, en interminables terapias, hasta que comenzó a caminar con dificultad y finalmente superó su mal. En los días pos-trauma, actuó en Maracaibo en el Palacio de Eventos desde una silla de ruedas, con una voz impresionante, que él dice cuidar con métodos ancestrales. Esa noche conmovió al público, corrieron lágrimas, por momentos el auditorio se convirtió en una gran coral bajo su batuta invisible.
En 1984 al cantante español Víctor Manuel, le produjo una obra colosal: “Querido Pablo”, donde reunió 20 grandes cantantes iberoamericanos, todos interpretando éxitos de Milanés. Entre otros Miguel Ríos, Chico Buarque, Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, María Belén. Participaron en el histórico proyecto que se grabó en varios países y rompió récord de ventas.
Dentro del universo sonoro que Milanés ha creado, hay astros con mucha luz, como la canción que le hizo a Yolanda Benet su segunda esposa, con quien se casó en 1968, la madre de sus tres hijas mayores, de los nueve vástagos del travador bayamense. Ellas son Lynn, Suylén y Haydée, sus hijas cantoras:
“Mi soledad se siente acompañada
por eso a veces sé que necesito tu mano
tu mano, eternamente tu mano”.
También a Yolanda Benet le compuso el tema “Yo no te pido”:
«Yo no te pido que me bajes una estrella azul,
sólo te pido que mi espacio llenes con tu luz».
Milanés cree que compone mejor desde el dolor, la desesperanza, en esos momentos de abatimiento la canción es maravilla luminiscente, caudal de vida que le llena el alma. En sus momentos de alegría, no compone: prefiere cantar, celebrar: le gusta cocinar para sus amigos, compartir tragos de ron entre sones, como buen oriental cubano.
Otro de sus astros sonoros nació cuando recibió la noticia del asesinato de Miguel Enríquez, el líder del MIR chileno, había sido liquidado en las calles de Santiago el 5 de octubre de 1974. A él dedicó:
“Yo pisaré las calle nuevamente
de lo que fue Santiago ensangrentada
y en una hermosa plaza liberada
me detendré a llorar por los ausentes”.
Esa canción la compuso en 20 minutos y luego tardó 25 años en regresar a Chile para cantarla, tal como lo había prometido: “una vez que salió del poder su asesino, el general Augusto Pinochet, volví a pisar las calles chilenas”.
Cuando realizó la ansiada gira por los Estados Unidos llenó cada teatro, agotó la boletería en cada ciudad norteamericana. Sólo en La Florida, la comunidad cubana mayamense protestó su presencia, pero igual se llenó el Miami Arena para verlo. En esa ocasión una periodista le preguntó: ¿Sus canciones preferidas son las de contenido político? Y él respondió: “tengo canciones predilectas, aunque no las cante siempre. Una de ellas la compuse en los años 60, Ya ves”:
“Ya ves
y yo sigo pensando en ti
como ave
que retornará”
Ese tema impresionó a Julio Cortázar, se lo confesó en sus recurrentes viajes a La Habana. Años después, Pablo incluyó la voz del escritor argentino en su álbum “Querido Pablo” con su poema “Yo tuve un hermano, no nos vimos nunca pero no importaba”. El tema “Ya ves” también fue grabado por Adalberto Santiago con la Orquesta de Ray Barreto, se convirtió en éxito mundial en el género salsa en 1979, para el sello Fania Records.
En 2002 publicó su álbum “Pablo querido” donde reunió 19 grandes artistas de todo el continente. El primer track contiene un introito genial en la voz de Gabriel García Márquez, donde habla de la vocación musical de Pablo:
“Una casa ambulante, sin puertas ni ventanas, donde sólo se habla el lenguaje de la música”.
Ha logrado dúos memorables con Fito Páez, Tania Libertad, Charly García, Armando Manzanero, Joaquín Sabina, Francisco Céspedes y Fher, entre otros.
En 2008 estremeció el mundo de la música con el álbum “Más allá de todo” junto al pianista cubano Chucho Valdés, donde grabaron 10 temas con letras de Milanés y melodías de Valdés: “La cita”, “Distancias”, “Choteo” (término cubano que designa la capacidad de burlarse de lo trágico, reírse de las penas). Fue catalogado por los músicos del filin, el jazz y la trova como: una joya, diseñada solo con la voz y el piano.
La Academia Nacional de las Artes y las Ciencias de la Grabación de EEUU ha reconocido en tres ocasiones el trabajo artístico de Pablo Milanés. Le confirieron el Grammy Latino 2006 al Mejor álbum cantautor “Como campo de maíz”. Ese mismo año le hicieron un reconocimiento por su trabajo “Líneas paralelas” como el mejor álbum Tropical Tradicional, al lado del sonero de Trastalleres, Andy Montañez. Y en 2007 lo recibió por su producción “Regalo”, que contiene el éxito “Matinal”.
Quizá la canción que represente su pasaporte más universal sea “Para vivir” con infinitas versiones:
“Muchas veces te dije
que antes de hacerlo
había que pensarlo muy bien”.
Esa canción representa algo similar al “Caballo viejo” para Simón Díaz” o “Cantares” para Joan Manuel Serrat: es un icono sonoro, su alter ego musical.
Con 45 álbumes publicados, Pablo Milanés sigue muy activo, en constantes giras por el mundo. Recién publicó su álbum “Amor de otoño” y ya anunció su tour mundial homónimo.
En la actualidad su tiempo lo divide entre La Habana y Galicia donde nació su actual esposa Nancy Pérez, una historiadora natural de Mazaricos. Ante el problema de insuficiencia renal que se le declaró en los últimos años a Pablo, su esposa Nancy decidió donarle uno de sus riñones para poner fin a un tiempo de espera y acritud que empezaba a hacerse largo para el reconocido artista. La donación fue realizada en junio de 2014, permitió que el cantante cubano de 71 años de edad, fuera finalmente trasplantado para poner fin a su insuficiencia renal. Ambos, donante y receptor, se recuperaron en el Complejo Hospitalario Universitario La Coruña. En esa región del Cantábrico la pareja tiene una hermosa casa, desde su boda en 2005, además, unos hermosos hijos mellizos: hembra y varón.
En La Habana vieja pasa el resto de su tiempo, admite que no puede alejarse mucho de esa ciudad donde se formó y donde quiere morir. Uno de sus placeres más preciado es caminar por su malecón al amanecer, recorrer las calles de los barrios que conoció de adolescente, ver sus casonas con colores desvaídos, balcones tapiados, dinteles derruidos. Con calles anegadas de recuerdos y de sones que apagó el tiempo: allí se encuentra su mayor querencia.
El muchacho que nació en las riberas del río Cauto, estará por muchos años en el imaginario de los que, al son de la trova, aprendimos a amar. Sobre todo, en estos tiempos donde la canción padece una anemia sentimental y sus letras son anodinas.
Para vivir por siempre nació Pablo Milanés: el hijo predilecto del filin.
León Magno Montiel
@leonmagnom
leonmagnom@gmail.com