Usted está invitado a la conferencia: Los símbolos de e´irüku (carne – clan) Wayuu. Hacia una interpretación semiótica
En los últimos días de la exposición temporal Pütchipü’ü, El oficio de la palabra entre los wayuu lo invitamos a conocer en esta conferencia las grafías rupestres de aalasü con las marcas clánicas de la etnia wayuu de La Guajira colombiana y los nuevos avances en su análisis. Estos símbolos hallados en una piedra, tienen relación con los símbolos que tienen vida social y territorial actualmente entre los Wayuu y con la práctica de la blasonería, son un sistema de signos abierto, ya que cada vez que una familia se establece en un nuevo territorio modifica el símbolo inicial o en otros casos crean símbolos nuevos. Para la identificación, reconocimiento e interpretación de estos símbolos se recurrió a las herramientas teóricas y metodológicas de la semiótica visual. En todo su conjunto, estos símbolos están relacionados con el discurso mitográfico de origen de los e´iruku (carne – clan), cuando Maleiwa distribuyó los clanes y el pájaro Utta los inscribió en aalasü e ishotki. Para el conocimiento de estas historias de origen y el significado de estos símbolos se tuvo en cuenta los relatos orales de algunos pütchipü´ü.
Camilo Andrés Delgado Rodríguez es lingüista egresado de la Universidad Nacional de Colombia, actualmente investigador en el proceso de construcción e implementación del Sistema Educativo Indígena Propio (SEIP) en el Caribe colombiano y coordinador del Programa Vigías del Patrimonio Cultural en el departamento de La Guajira.
Fecha: martes 9 de septiembre, 4:00 p.m.
Lugar: Auditorio- Museo del Oro
Entrada gratuita
El patrimonio en la historia
Los objetos arqueológicos colombianos no siempre han sido reconocidos como patrimonio y no en todas las épocas han sido símbolos de una identidad compartida. Fueron tesoros para los conquistadores; ídolos paganos para los evangelizadores; curiosidades para los exploradores; guacas para los guaqueros o saqueadores de tumbas; monumentos para los historiadores; antigüedades para los coleccionistas, y los actuales arqueólogos los consideran evidencia
El jaguar, demonio para los españoles
Los evangelizadores españoles de la Conquista veían al jaguar como un ídolo usado por los indígenas para rendir culto al diablo. Esta errónea relación entre el diablo de los católicos y el jaguar amerindio llevó a la Corona a ordenar la destrucción de la cultura material asociada al gran felino americano.
Leocadio María Arango 1831 – 1918
Leocadio Arango fue un comerciante adinerado de Medellín que reunió una importante colección de objetos arqueológicos. Como anticuario, con la Academia Antioqueña de Historia publicó en 1904 el catálogo de su colección, a la que consideraba “de grande interés para el conocimiento de las costumbres, las relaciones y el grado de civilización en que se encontraban las distintas razas y naciones que poblaban la América Central y del Sur antes de la conquista”. En 1942, el Banco de la República adquirió buena parte de su colección de orfebrería para el Museo del Oro.
Inventando a los quimbayas
Los letrados eran expertos en antigüedades y las consideraban como libros sin letras de la historia del pasado prehispánico. Vicente Restrepo y su hijo Ernesto Restrepo Tirado, letrados y coleccionistas antioqueños, escribieron ampliamente sobre “los quimbayas”. Imaginaron esta sociedad como un ejemplo de civilización en el pasado prehispánico colombiano debido a la sofisticación de su orfebrería.
La civilización chibcha
Durante el siglo XIX, el pasado prehispánico jugó en Colombia un papel fundamental en la construcción de una identidad nacional. La idea de una supuesta civilización chibcha nació para crear una continuidad histórica entre los muiscas precolombinos y la naciente república colombiana. La supuesta superioridad moral de los chibchas partía de un prejuicio geográfico: las tierras frías del altiplano favorecerían la civilización, mientras que las tierras bajas y cálidas serían morada de bárbaros y salvajes. Se sumaba la idea de que los chibchas habían desarrollado la escritura y un elaborado calendario.
Pütchipü’ü. El oficio de la palabra entre los wayuu
La exposición temporal del Museo del Oro del Banco de la República, abierta del 6 de junio al 28 de septiembre de 2014, es un homenaje a un oficio tradicional en una comunidad indígena colombiana, con un alcance mundial por haber sido destacado por la UNESCO como un patrimonio inmaterial de la humanidad entera.
Entre el pueblo wayuu que habita tradicionalmente el desierto de la península de La Guajira tanto en la parte colombiana como venezolana, los pütchipü’ü o palabreros son el mecanismo legítimo de intermediación reconocido por todos para dirimir los conflictos y mantener la armonía social entre los clanes matrilineales. Los textos y gran parte de la investigación son el trabajo de Weildler Guerra Curvelo, antropólogo y miembro del clan Uliana de los wayuu, quien ha sido Secretario de Asuntos Indígenas de la Guajira y Director Ejecutivo del Observatorio del Caribe Colombiano, y es actualmente el Gerente de la Sucursal en Riohacha del Banco de la República.
Todas las sociedades humanas requieren, para subsistir, de mecanismos culturales que eviten el recurso a la violencia al dirimir sus hostilidades y disputas. Además de leyes y reglamentos, diseñan instancias como los tribunales y sanciones, los jueces de paz, los centros de conciliación, los árbitros, etc. En una sociedad indígena que no tiene un gobierno central, los palabreros wayuu son personas normales de la comunidad, es decir, pastores de cabras o de ganado vacuno, o bien comerciantes, quienes han adquirido prestigio por su don de la palabra y porque mediante una retórica eficaz han contribuido a dirimir uno o más casos que afectaban la convivencia. Los hay –incluso mujeres– que se especializan en problemas intramatrimoniales, en cuyo caso actúan casi como sicólogos; los hay de causas menores y los hay cuya fama hace que suelan ser llamados para guerras y casos de sangre.
Es siempre el grupo ofendido quien debe buscar un palabrero –necesariamente ajeno a su propia comunidad– para llevar un mensaje al otro grupo. Él les dirá “Aquellos que me envían consideran que fueron afectados por este comportamiento y por eso es notorio que desde hace un tiempo han evitado el contacto, incluso en la temporada de sequía cuando todos debemos residir cerca de las aguas del río Ranchería; pero les gustaría llegar a un arreglo que restablezca la convivencia, y sé que sus mujeres, al igual que las tuyas, desean que de nuevo la vida pueda tejerse sin problemas ni temores”. Si el mensaje es aceptado por la persona que es cabeza del otro grupo –el pütchipara: un padre de familia, un jefe de clan–, entonces el palabrero tendrá que ir y venir múltiples veces “llevando la palabra”. No se trata de un sistema de castigos o cárceles, no hay un juez sino un diálogo, y no hay un culpable individual sino todo un grupo agresor que mediante el “pago” al grupo ofendido de una compensación, logrará el perdón que renovará para todos la vida social. La compensación tiene elementos económicos, como ganado y cabras, pero principalmente simbólicos, que pueden ser una pareja de mulas (un animal muy apreciado) o collares de ciertas formas y colores. Una vez logra su objetivo, el pütchipü’ü que todos respetaron y admiraron cuando ejercía su delicado oficio regresa a su hogar y a sus funciones, al lado de su esposa y sus hermanas tejedoras de mochilas y chinchorros. Pero ahora su fama llega más allá de Manaure, de Uribia y de la Macuira, y sin duda será llamado de nuevo cuando la sociedad lo requiera.
En un país con gran diversidad cultural, la Constitución y las Cortes colombianas reconocen que la jurisdicción tradicional de los grupos indígenas es un mecanismo válido para dirimir los conflictos, como alternativa al sistema judicial nacional.
Esta exposición gráfica, con extraordinarias fotos y un fresco diseño, es para quienes la visitan una oportunidad de acercarse a la magia de la Guajira y sus gentes, y de reflexionar sobre las actitudes que cada uno de nosotros individualmente tiene alrededor del perdón y el conflicto. No se pierda esta exposición abierta hasta el 26 de octubre de 2014.