Va de vereda en vereda llevándoles a los niños boyacenses
todo tipo de libros
Desde siempre escuché leer a mi papá en voz alta los periódicos del fin de semana
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)
– ¿Cómo nació esa inclinación de ayudar a la gente con la lectura?
– Desde que trabajaba en Bogotá en mi oficio de docente me percaté que los niños de las escuelas públicas no tenían oportunidad de acercarse a los libros de literatura, escasamente lo hacían a los textos escolares que muy pocos podían comprar y fue allí, en la localidad cuarta (San Cristóbal) donde pensando en alguna solución con mis estudiantes empezamos a escribir y construir nuestro propio libro, se llamó: La Carreta de los Cuentos, que no era más que fotocopias de nuestras propias historias de 8 ó 10 páginas que rodaban de mano en mano para leer y colorear.
Después en Ramiriquí, con más necesidades aún, empecé a escribir más en serio y a tratar de sacar un libro, así nació “El Eterno Lápiz”, “Currupeto, currupeto. Poesía, canto y cuento”, “Entre Todos” y “El Conejo Jeremías” que fue ilustrado por mi alumno Edison Parra del Colegio Agropecuario “El Escobal” de Ramiriquí , así mismo nace “La Entrevista”, cuento con el que gané en Octubre de 2002 el concurso de El Espectador “Cuento sobre el Domingo”.
– Desde pequeño escuchaba y bailaba mucho la música carranguera, género musical que le hace un elogio a nuestras maneras cotidianas y bonitas de vivir; cuando llegué a estudiar a la Universidad Nacional me encontré, entre muchas otras cosas, un panfleto que repartían semanal y gratuitamente, este se llamaba El Pasquín, el cual leía con mucha frecuencia y del que aprendí que la lectura y muchas más vainas deben ser para todos. La combinación lecturas-oídas me enseñó a leer y escuchar las realidades de nuestras sociedades.
Tengo en el campo para mostrarles
un palo de agua y otro de sol,
mucho aire puro, una quebrada,
un surco de habas, un azadón.
Tengo poquito pero de todo,
lo suficiente para vivir
y una memoria que no se olvida
del sufrimiento de mi país.
Tengo el concejo de mis abuelos
y mi salud para trabajar,
un cielo inmenso de donde llueve
y la esperanza de que haya paz.
Tengo mi vaca, mi yunta de bueyes,
la chiva, el perro y quiero decir:
que nada falta si un campesino
quiere su tierra y se queda allí.