La poesía es un intento de aproximación a lo absoluto por medio de los símbolos.
Juan Ramón Jiménez
Fue precisamente su madre quien lo fue metiendo poco a poco en el mundo de los libros y desde entonces quedó anclado en él no ha vuelto a salir jamás. Se dedicó a escribir y escribir y hoy es uno de los más importantes autores de la colección “Barco de Vapor” de Ediciones SM. Sus más recientes libros son Lili Libertad, El oso que leía libros y El síndrome de Mozart con el maravilloso tema del elogio a la amistad y a Mozart.
– ¿Su infancia siempre estuvo rodeada de libros?
– Sí, tuve la suerte de tener una madre muy lectora, que siempre reservaba parte del dinero de la compra diaria para hacerse con algún libro en las librerías de segunda mano. Y pronto me hizo partícipe, y me dejaba elegir el que quisiera, aun a riesgo de que no lo pudiera entender. Inténtalo, me decía, y si no puedes, busca otro. Además, escribía sus propios cuentos, que luego me leía… Fue una infancia llena de libros, y por tanto de sueños; por ejemplo, el de ser escritor algún día.
– ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas?
– ¡El caos! Podía leer en la misma semana un libro de Conan Doyle, Heidi, el principio de la Odisea… Y pronto los libros de Jack London y James Oliver Curwood, que me apasionaron.
– ¿A qué edad empezó a escribir sus primeras líneas literarias?
– ¡Demasiado pronto! Mi madre también dejaba que me equivocara en eso, y con apenas ocho años ya intentaba escribir auténticos novelones que, por supuesto, eran hermosamente ridículos… Luego crecí, me hice periodista, y solo empecé a escribir en serio cuando casi cumplía los cuarenta.
– ¿Cuáles fueron los temas de sus primeros cuentos?
– La naturaleza, los bosques, los animales a los que amaba, cono perros, lobos, osos y caballos.
– ¿Cuándo pensó que podía dedicarse a escribir libros para niños?
– En realidad fue casi un azar, porque mi primera novela, Geranium, era de ciencia ficción, pero los protagonistas, por necesidades de la historia, eran dos niños. Y así ví por primera vez la vida, el universo, a través de los ojos fascinados de un niño. Y me gustó, y en realidad sigo escribiendo sobre niños para responder a las preguntas que me hice en aquel primer libro.
– ¿Cuál fue su primer logro editorial?
La verdad, nunca he sido autor de grandes logros. Pero aquel primer libro fue en la Listade Honor del IBBY, y me abrió todas las puertas. Después, Lili Libertad, que tras 18 años de vida sigue vigente, y se reedita dos veces por año, solo en España, El síndrome de Mozart, El beso del Sahara… Me importa más la vigencia que el éxito fulgurante.
– El oso que leía niños, fascinante historia ¿Cómo surgió?
– De la mezcla de la lectura y la vida. Mi madre (mi gran maestra, ya ve), me decía, un poco a la manera de Unamuno, que los personajes de los cuentos vivían dentro de los libros, esperando siempre un nuevo lector. Y un día, observando a dos oseznos en su jaula…
– En El síndrome de Mozart se nota su inclinación por la música de este gran compositor ¿Es un homenaje a él, a la comunicación, a la amistad, a la vida?
– A la música como el gran lenguaje del ser humano, todo un misterio. Es el lenguaje más hermoso, una lengua en la que no cabe la mentira, por más que se intente. Y encontrar a esos niños, puede que desfavorecidos, pero poseedores de una mente musical antes que verbal, fue una revelación para mí.
– ¿Por qué resolvió dejar la radio para dedicarse a escribir?
– En el fondo sigo siendo periodista, pero no de las noticias feas que llenan los espacios de la radio y las columnas de los diarios, sino de las fascinantes que voy encontrando en mi paso oír la vida.
– Lili Libertad es una historia muy tierna ¿Tiene que ver con alguien cercano a su vida?
– ¡Conmigo mismo! Aquel dialogo de libros con mi madre me convirtió en un niño invisible, solitario, aislado incluso de mis hermanos mayores. Pero llegó el día en el que el valor, el compromiso con mi propia verdad le dio sentido a mi vida.
– ¿Cómo vivió la participación del Hay Festival?
– Alucinado, ante tanto talento, en envase tan humano. Maravillado por la niña de Riohacha que en mi taller «de las pocas palabras» fue capaz de escribir, sin papel ni lápiz, en el aire, este pensamiento de solo diez palabras: «La mariposa vive solo un día, pero goza toda una vida».
– ¿Eventos como éste motivan más a la lectura?
– Eso es lo que espero, pero sobre todo en los más jóvenes. Todos los asistentes deberían tener, obligadamente, una visita a los centros escolares, para abrirles a los niños la ventana a la cultura.
– ¿Qué libro tiene próximo a publicar?
– Musiki, un homenaje a la mente humana, capaz de imaginar una historia un día en un atasco de circulación, apenas sin darse cuenta de que su pensamiento hace un poco mejor la vida, el mundo. Y Silbo del dromedario que nunca muere, que es la fe en la poesía, en los niños del pueblo que un día empiezan a escribir poesía, porque siempre hubo niños pastores, y pastores poetas, y siempre los habrá. Como la niña de Riohacha.
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)
ACERCA DE GONZALO MOURE
(España) Moure estudió Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. Entre 1973 y 1989 trabajó como periodista, fundamentalmente en radio. Asimismo, ha trabajo en prensa especializada en música popular, en televisión como guionista y en publicidad como creativo. Moure escribe desde 1989 y su primer libro publicado lleva por título Geranium (1991). Imparte charlas en bibliotecas, clubes de lectura, colegios e institutos, además de intervenir en diversos congresos de literatura infantil y juvenil en España y a nivel internacional.