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In Personajes

La extraña muerte de Marilyn Monroe

6 enero, 2014

Untitled

La primera vez que vi una imagen de Marilyn Monroe fue en una barbería de Santa Cruz de Mara, era un poster en blanco y negro que la mostraba con su sonrisa sensual, su mirada casi cerrada, con un gesto que se traducía en una provocación erótica, como si ella estuviera sintiendo placer en un presente continuo. Era un viejo afiche de alguna revista extranjera para promover su film “Niágara”, de 1953. Desde entonces la imagen de esa mujer, mitad ángel, mitad dama, tuvo especial aceptación en mi visual, en mi gusto y de algún modo: me ha acompañado toda la vida.

Se cumplió medio siglo de su muerte, hecho aún no esclarecido del todo. Esa  mañana de fatalidad encontraron su cuerpo desnudo sobre su cama, fue presa de los fotógrafos forenses de la ciudad de Los Ángeles. Aún se veía hermosa a pesar de no tener vida, con la mano estirada hacia el teléfono, parecía dormir, rodeada de frascos de barbitúricos, entre sábanas desordenadas. Fue el 5 de agosto de 1962 cuando esa catedral del deseo, se convirtió en un cadáver que horas después sería depositado en la cava número 33 de la morgue californiana. La sepultaron el 8 de agosto en el Westwood Memorial Cementery.

Según el escritor argentino Tomás Eloy Martínez, ella no soportó la tortura de verse envejecer sola, el terrible temor de ver llegar las arrugas a su rostro sin tener una familia, con un historial de pérdidas. De hecho, ella nunca tuvo un hogar, fue violada a los nueve años, estuvo en orfanatos mientras su madre era ingresada al psiquiátrico, al igual que su abuela unos años antes. Su padre, un eterno ausente, su padrastro por igual: un ser inexistente.

Para muchos cronistas de la época su muerte fue inducida por el servicio secreto de Washington, producto de su amorío con los hermanos Kennedy: John y Robert. Ese tema que fue vetado, silenciado por décadas, un secreto con muchos ruidos alrededor.

Unos meses antes, la Monroe le había cantado el cumpleaños al presidente John Fitzgerald Kennedy en Nueva York, televisado desde el Madison Square Garden, levantando un polvorín de especulaciones. Esa noche ella estuvo muy sensual, casi borracha ante las cámaras de la televisión nacional, con el vestido abierto en la espalda, mientras desde los camerinos los tramoyeros le gritaban: “Qué culo ah..!”.  Ella sonrió y luego salió del escenario tambaleándose, trastocada por su frenética adicción a las píldoras y al alcohol.

El periodista francés Francois Forestier en su libro “Marilyn y JFK” (2010) documenta muy bien ese amorío: “El romance entre Marilyn y John F. Kennedy se prolongó por una década”. Fueron diez años de encuentros marcados por el deseo, por la locura, secretas orgías que se convertirían en escándalo, porque al fin de cuentas, los amantes nunca estaban solos. Cada conversación, cada caricia, cada gesto era seguido por la mirada atenta del FBI, de la CIA, de la KGB y de la mafia norteamericana.”

James Ellroy en su obra “América” relata: “Los federales le habían intervenido el teléfono a Marilyn. Durante las dos últimas semanas se había llevado a la cama al discjockey Alan Fredd, a Billy Eckstine, a Freddy Otash, al entrenador de Rin Tin Tin, a Jon Hall Ramar de la Jungla, al limpia piscinas de su casa, a dos repartidores de pizzas, al presentador Tom Duggan y al marido de su doncella”.

Su infinita necesidad de afecto se traducía en una búsqueda insaciable de sexo, hundiéndose cada día,  en un mundo de promiscuidad fuera de control.

Entre amores y desamores transcurrieron sus 36 años de vida. Tuvo un matrimonio a los 16 años con James Dougherty, el 19 de Junio de 1942 fue la boda, que devino en un rotundo fracaso, él se enteró de su affaire con el fotógrafo David Conover, un militar que trabajaba con el joven Ronald Reagan, que sería años más tarde el presidente de la nación. La infidelidad se produjo mientras el esposo, James, estaba en el servicio militar.

En enero de 1954 se casó con el expelotero de ascendencia italiana Joe Di Maggio “The yankee clipper” considerado uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Joe era reticente a la farándula, inculto de cara al teatro y al cine. Ese matrimonio minado por los celos del ortodoxo exjugador,solo duró 286 días; sin embargo, Di Maggio fue su fiel adorador hasta el momento de su muerte en 1999, él asumió los gastos de sus exequias y durante veinte años de su vida le envió flores cada semana a su tumba en el cementerio Westwood Memorial de Los Ángeles.

En 1956 se casó con el dramaturgo neoyorquino de ascendencia judía Arthur Miller, con él desarrolló su gusto por la buena literatura, quedó evidenciada su pasión por la lectura, la que la llevó a realizar un curso en la UCLA sobre los clásicos de la narrativa. Poco antes de morir se divorció del maestro Miller, quien la había convertido al judaísmo antes de su boda. Según algunos cronistas, la diva veía en el maestro del teatro, la figura paterna ausente en su vida, era un tutor ideal, su guía más preciado.

Tony Curtis en su biografía  revela que Marilyn perdió un bebé suyo y asegura que fueron amantes con intermitencias por ocho años, luego de rodar la película más exitosa de la diva, la comedia “Some like it hot” en 1959, dirigida por el austríaco Billy Wilder, ganador del Premio Oscar por el clásico “El apartamento” en 1960. Realmente la química entre los dos protagonistas del filme, pareciera corroborar tal romance. De hecho, una de las escenas más genuinamente sensual en la historia del séptimo arte, es la que rodaron Monroe y Curtis en un sofá, con besos apasionados en una noche de copas, durante la travesía en tren con la orquesta de féminas. En esa cinta Curtis y Jack Lemmon van disfrazados de mujer, huyendo del acoso de los gánsteres, luego de haber presenciado la matanza de San Valentín en Chicago, el 14 de febrero 1929. En esa exitosa película Marilyn demostró su talento para cantar y actuar, por ello  obtuvo el Globo de Oro como mejor actriz.

En mi recuerdo viven las palabras de Ernesto Cardenal cuando en 1980 vino a Maracaibo y en el Teatro Baralt ruinoso, declamó su poema “Oración por Marilyn Monroe”:

“Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados

que cuando se abren los ojos

se descubre que fue bajo reflectores

y se apagan los reflectores

y se desmotan las dos paredes del aposento,

era un set cinematográfico, mientras que el director

se aleja con su libreta porque la escena ya fue tomada”.

(Cardenal,1965)

Ella en medio de sus baches emocionales afirmó: “En Hollywood te pueden pagar 1.000 dólares por un beso y 50 centavos por tu alma”. El 8 de junio de 1962, Marilyn recibió la carta de despido de los Estudios 20th Century Fox, ese día se apagó su carrera, fue casi una muerte para la actriz. Se quedó sola, sin rumbo en medio de su desierto afectivo.

Cincuenta años después de su muerte, sus posters siguen luminosos, su imagen palpita. Como lo hizo el poeta y sacerdote trapense Cardenal, seguimos ordenándole a Dios: “contesta tú el teléfono”. No sabemos a quién intentó llamar Marilyn esa madrugada del 4 de agosto de 1962, cuando la policía decretó “presunto suicidio por ingesta de somníferos”. Pocos creemos que haya sido la causa real de su temprana muerte.

Ni la depresión, ni el desamor pudieron socavar su belleza, tampoco su sensualidad radiante, tal como lo plasmó Bert Stern en sus fotografías, en una sesión que le realizó a la diva unos días antes de morir. El medio siglo de eterno exilio no ha podido silenciar su nombre, ni los latidos que encendió con su talento en la pantalla. Su imagen sigue cortejando de forma directa, instantánea, sin necesidad de maniobras de aproximación. Sigue vigente esa vedette que en algún momento se llamó Norma Jeane.

La barbería de Santa Cruz de Mara ya no existe, pero con seguridad seguiremos encontrando el rostro de Marilyn Monroe sonriendo con vitalidad en otros rincones.

Fuente: León Magno Montiel.

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