En una esquina de la pared de bahareque, una olla con agua espera que se acerque un rabipelao sediento. “Siempre iba, todos los días, veía por todos lados y me pelaba sus ojitos, hacía un estruendo por la canal, no me tenía miedo” Así se expresa Rosa Vegas cuando abre las puertas de su alma para presentar su obra: esculturas, muñecas, relieves y lienzos que moran en otro de sus legados El Museo para la Paz, el cual también opera como taller y hogar de esta singular creadora de estado Anzoátegui.
En el Museo para la Paz, ubicado en el Viñedo, estado Anzoátegui, la fauna y la flora forman parte del entorno y están inmersas en sus creaciones, todo en una suerte de mundo mágico “nunca he cortado las matas, de cada vez tengo más y me dicen que no las tenga por las culebras, ellas están ahí y me están observando, hay que tenerles respeto y ellas avisan que están presentes como la cascabel”.
Rosa Vegas espacio habitado y Rosa Vegas es del color del barro, son los libros dirigidos al público adulto e infantil, donde el lector podrá penetrar en el universo de esta maestra del arte popular que exalta en su obra la naturaleza, las creencias y saberes bien modelando la materia primigenia: el barro “con lo que empecé”; también pintando “después de los 7 años pintaba con lo que encontraba pintura, cal, llegué a pintar hasta restregando pedazos de flores de cayenas, eso da un colorido” y elaborando muñecos de trapo. Siendo que la obra de ésta artífice del arte popular se puede apreciar en la Galería de Arte Nacional, en la Av. México, entre las estaciones Bellas Artes y Parque Carabobo, hasta finales del mes de febrero del próximo año 2014.
Para Vegas “un museo es un santuario donde la obra quiere estar allí y se respeta y donde uno va coleccionando y agregando ”, añade que en que en su caso particular tiene proyectado hacerle al Museo para la Paz un “balconcito” y dice hoy en día estamos deseando paz. Explica que antes vivía en Caracas, y a su esposo no le gustaba que tuviera su obra en la casa por lo que las piezas artísticas las tenía arrinconadas en un depósito, pero esta situación cambió con el devenir del tiempo “le dejé la casa y me fui para Anzoátegui”. En ese mismo transitar el maestro de la plástica Régulo Martínez le indicó que mostrara su obra. Allí empezó todo, vinieron las primeras exposiciones y finalmente se fue al Viñedo, donde construyó de bahareque su museo, se llevó varias obras que ya tenía hechas y empezó a realizar muchas nuevas, entre esas “el Corazón de Jesús que hice en honor a mi mamá, la Negra era muy religiosa”.
“Antes en mi casa había personas que yo no podía recibir en cambio en el Museo para la Paz podía recibir todo tipo de amistades, porque yo tengo todo tipo de amistades, en este mundo de las artes hay todo tipo de personas. Dije que el Museo para la Paz sería un sitio tranquilo y que la persona que viniera sería como es”. Dice que entre los visitantes vienen de muchas partes del mundo como España, Francia o Estados Unidos – Miami- , “ellos me encuentran en Internet . Yo me arreglo para entenderlos. Ellos me compran obras, no en grandes cantidades porque sabe como son los coleccionistas“. Con orgullo también dice que la visitan los estudiantes.
Esculturas de barro como la andinita Maigualida, perezosos, su nieta Lucía, ardillas; muñecas de trapo como la bruja Katrina “le puse como el huracán” y su compañera la pantera, entre otras “casi todas mis muñecas tienen nombre”; lienzos y una estructura arquitectónica son parte de la obra de esta creadora que explica que pequeña era «terrible».
“Yo era tremenda le imposibilité la vida a mi mamá, espero que donde quiera que esté me disculpe, ella se llamaba María, yo era la peor de sus hijas, éramos 8 hembras y 5 varones y soy la segunda, le di guerra a la Negra. Decían no se junten con la niña de Simón Vegas porque les va enseñar cosas que no deben saber, porque me llamaba la atención todo lo que me prohibían”.
Refiere esto cuando narra la anécdota de las mujeres pariendo que ha elaborado en barro que tiene en su museo. Explica que su mamá hablaba de un avión que traía a los niños y ella en su curiosidad decía que eso era mentira y le inquiría que por qué ese avión le había traído tantas niñas seguidas y no le traía aun varón. Entonces cuenta que en uno de los embarazos de su mamá un día “llamaron a Toribia que era la que parteaba a mi mamá y me metí a vigilar por qué Toribia se metió con mi mamá y vi cómo parió la Negra. Entonces conté todo al barrio dije cómo fue y cómo era esa cuerda grandísima, el cordón umbilical que el color es morado y dije que a los niños no los traía el avión sino que uno pare por aquí”
En un momento de su vida Vegas dijo que creería en un solo Dios, sin embargo respeta a todas las religiones “a la persona no hay que discutirle su fe, hay que respetarla”. Igual hace un Buda, una María Lionza o un José Gregorio.
Dice que siente especial inclinación por sus muñecas “desde pequeña me gustan mucho, las hago, las visto y juego con ellas”. En su discurso alienta a los artistas para que sigan adelante como son » los jóvenes son apasionados por el arte». Deben seguir adelante “si hacen una raya y creen que no les quedó bien hagan otra al día siguiente” y dice que el programa Creadores Visuales de Venezuela ha impulsado su trabajo, que por ellos se ha proyectado en el exterior y se siente profundamente agradecida por este equipo que se preocupa por los artistas y va personalmente al taller para observarlos y registrarlos “ahora estoy amalgamada con ellos, como que me casé”.
Cabe destacar que Rosa Vegas espacio habitado es el primer libro de una serie de publicaciones del programa bandera Creadores Visuales de Venezuela, el cual registra audiovisualmente y despliega múltiples actividades en pro de nuestros artistas, que ha venido llevando a cabo con éxito el Gobierno Bolivariano a través del Ministerio del Poder Popular para la Cultura. El referido libro está bajo la dirección de Mercedes Longobardi ; investigación y textos de Zhelma Portillo. Por otra parte, Rosa Vegas es del color del barro es una publicación infantil que se inserta en la serie Maestros de Arte Venezolano y está escrito por Nireibi Herrera bajo la corrección y edición de Rosanna Ianniello y con Ilustraciones de Carmen Salvador. La muestra de esta hacedora de sueños está bajo la curaduría de Félix Hernández.
Fuente: Teresa Quilez.