Copistas de infinitos retruques para sostener el estatus de artista. Hoy, arte es cualquier cosa, entreverados con el folclor, la moda y el consumo, aunados por la mancheta del televisor y amparados por quienes patrocinan lo que fácilmente va encaminado a idiotizar el único renglón creador, ejercido por vapores anímicos de un sujeto que refunde lo que deja la estela en el azar de vivir. Vemos ponencias donde la mediocridad es admisible, teniendo en cuenta que todo puede ser tan bonito como feo, según el pincel de quien lo retrate que hasta genera la impresión como si en vez de cogerlo con la mano, lo agarran con la trompa, diseminando en los salones la condición de ser divertido y chévere para liberar a los mortales del aburrimiento en que se ha tornado la vida. Si es entretenido, todo vale.
Urnas de cristal en las que reposa la cabeza sangrante de una vaca, o la instalación de un cuarto artificial humificado con mariposas vivas, cuencos de frutas y cajones de flores; ejemplos fehacientes de lo que hoy se considera: “arte moderno”. El Inglés Damien Hirst, este pro artista, matando moscas a granel concibió su masa viscosa a la que llamó –sol negro-. Vargas Llosa lo citó como el más mediocre de todos los tiempos, pero como divierte y hace reír, logró dar con ciertos galeristas y marchantes quienes le vendieron sus 244 obras, y al parecer le cayó la suma astronómica de 150 millones de dólares.
El arte nace con la muerte y la muerte con el olvido. Desde que el hombre entendió que era finito y mortal, decidió ponerle matices a lo que considera plasmar como legado con el fin de dejar alguna huella de lo que en un tiempo aconteció. Lastimosamente, con el correr de las épocas se fue perdiendo la capacidad creadora, reducida a una torpeza superficial como lo es recalcar obras novedosas hasta el vértigo. Jesús, Bolívar, Jesusito, indios lamiendo barro, escribientes gozando del podio sin obra propia, respaldados por un calco eterno que les da la chimba ilusión de su gloria.
Y así, van infectando a las generaciones en curso con tan repelente orgullo creyendo que en este estado de cosas cualquier emplasto bajo el régimen grupal es algo históricamente novedoso. Por ejemplo: poner la poesía al servicio de un partido, me parece un bofetón a la cultura. El verdadero artista es un irreverente que jamás estará rodilla en tierra ni con dios ni con el diablo. (Puede que con su producción mr. Marx) Embebidos en la traca virulenta de ausencias razonables por la turba, pueblan las memorias con su propio trazo, porque no deben hacer consensos con la complacencia para ocultar la suma de todas las mentiras que tomamos por realidad, y que, verbigracia, irrita a los galanes de turno. Si hay que mostrar jardines, que así sea, pero si hay que exaltar las balas, la sangre y la muerte no deben rajarse.
Que decir de esta virilidad olímpica con tan simiesca teatralidad comercial, sostenida a fuerza de lujos acompasados por su mejor armonía que es decirles perras a ellas. Toda una maquinaria de radio y televisión han configurado el inconsciente colectivo exaltando sus más bajos instintos. Pero todavía se sigue creyendo que la razón es la que manda.
La música, dijo Nietzsche, es el tren donde viajan todas las tragedias; las corcheas están agradando porque quienes la ejecutan humillan el escándalo de la creación. Han llenado de facha los pentagramas, unos reverenciando a los ricos, otros, adulando a la desgajada ubre materna que es el estado con personeros de uno y otro bando. Son pocos los que saben que hay trineos que nunca han visto la nieve, o que en cada ventana siempre hay un testigo…como aquella canción de Arjona. Tragicómico toda esa parafernalia simiesca del “perreo”, que solo deja ver el objeto en que pretenden convertir la bella imagen femenina. Tomemos esto, como una severa contradicción humana sin lanzarnos piedras porque me cae mal el asunto. La crítica venga de donde venga es la hija mayor del progreso.
El vino ha hecho cosas más importantes por acercarnos a la divinidad. Por el contrario, las sectas, los grupitos y cofradías demandan al que quiera mantener su familia que se meta a como dé lugar en nombre del pan, llamado para muchos la liberación anti capital, le han tendido ese ristre de púas al hombre. Como si las sectas escapan del hambre y del pillaje tan mas humanas que le mismo rosario. Pero, los grupos solo conocen el homicidio y la invectiva, salvaciones con precio al detal donde una mañana pende la efigie pedestre de Jesús lanzando rosas, y a la otra con un fusil, ya generan la impresión como si el mismo cielo anda confiscado. Ambos, políticos y religiosos, fomentan el culto al ídolo, a ese hombre tamizado como un dios que viene a salvarnos; quienes en ocasiones terminan causando un daño irredimible a la cultura sin curar las yagas que la propia civilización nos trae.
Pero, ¿Por qué esperarlo todo de arriba? ¿No será mejor contar con uno mismo desde aquí?
Aquí, el esnobismo y la novelería son la única cultura. Estar a la moda y pasarla chévere, comprar lo más reciente y hacer chiste de todo cuando acontece son el mejor soporte del carácter dantesco venezolano; Rufino Blanco Fombona lo sabía. Tristemente nuestro gran arte ha sido abrirle las piernas a cuanto advenedizo, miremos por un momento los rostros de lo que se está formando, miles de ilusiones conculcadas a nivel escolástico para ser empleados. Pero empleados de otros, de asiáticos o gentes raras quienes aprovechando la torpeza criolla monopolizaron el comercio de esta hermosa nación. ¿Cómo hablar de liberación luchando con un león que nos devoró?
Cioran tiene razón: “Desconfiad de aquellos que solo funcionan a partir de citas”
Por: Vautrin Morales.