“La ficción es una verdad que atraviesa la realidad,es más verídica, incluso, que la realidad”: Eduardo Halfon
Por: Ángela Lizcano/Libros y Letras
El escritor guatemalteco, considerado uno de los más destacados jóvenes autores de Latinoamérica, fue invitado en el 2007 como parte de la selección de escritores de Bogotá39. Regresó a Colombia como experto en literatura centroamericana para participar en el Tercer Festival Centro Cultural Gabriel García Márquez “Visiones de México en Colombia”, que realizó durante el mes de Septiembre el Fondo de Cultura Económica.
Eduardo Halfon ha sido merecedor de premios como el «Café Bretón & Bodegas Olarra» y el «José María de Pereda». Varias de sus obras han sido traducidas a idiomas como inglés, francés, serbio, portugués y holandés.
Halfon es autor, entre otras obras, de Esto no es una pipa, Saturno; Siete minutos de desasosiego y El boxeador polaco, libro del que afirma “se puede ver entonces como un tipo de matriz, del cual salen otros libros”.
Durante su estadía en Colombia, sostuvimos un diálogo cálido y ameno, en el que nos habló de su proceso de creación literaria y esa relación entre la ficción y lo real.
-En la literatura centroamericana se acentúa actualmente la relación entre realidad y ficción. ¿Se podría decir que es un fenómeno latinoamericano?
Una manera de verlo es la del realismo mágico, como García Márquez, que hacía una fusión y no había distinción entre lo que podía ser real y lo que podía ser mágico. Pero yo no trabajo en ese lindero. Mi lindero está más en lo que es ficción y lo que no es ficción, o lo que es, mejor dicho, real y lo que no es real.
-Pero, ¿su ficción se nutre de lo real?
Se nutre de lo real. Siempre que escribo empiezo por algo real. Puede ser un recuerdo, algo de mi infancia, mi abuelo, algo… Hay una imagen, casi siempre es una imagen que tengo en la cabeza, no una historia sino una foto, que es siempre mi punto de partida. Y empiezo a describir la foto, o empiezo a caminar hacia la foto. Y en algún momento de esa caminata o de ese proceso me suelto de lo que podría ser un texto biográfico, anclado a la realidad.
-¿Cómo hace ese salto?
No sé. No sé en qué momento pasa, por qué pasa, cómo pasa… Simplemente sé que siempre pasa. Siempre necesito más el aire de la ficción, y busco el aire de la ficción para terminar de dar la imagen. Aunque la imagen sea o venga de un lugar real, el vehículo que yo necesito para enseñarla es la ficción.
-Y luego de convertirlo en ficción, ¿cómo se transforma para usted ese momento inicial?
No sé si lo transformo. Se mantiene, porque es una ficción muy real, a la vez. Yo no veo diferencia entre las dos. La ficción es una verdad que atraviesa la realidad, es más verídica, incluso, que la realidad porque te hace sentir. O sea, la ficción, si está bien hecha, te mueve. La realidad no siempre te mueve, necesita ese truco, ese pequeño giro que le da la ficción para moverte como lo haría la música. Para hacerte vibrar, o llorar, o sentir.
Algo pasa con el arte. Algo pasa cuando llevas una historia de la realidad, la tiñes de ficción, algo le pasa. Algo misterioso que no debemos entender. Yo no pretendo entender qué está pasando, simplemente lo hago. Se vuelve arte cuando está bien hecho, cuando está bien armado. Y esa es la mayor aspiración. Y cuando se vuelve arte, se vuelve música, y cuando se vuelve música te hace bailar. Y eso es lo que queremos, bailar.
-En su escritura hay una fuerte vinculación con la música, ¿por qué?
Mucha. En varios niveles: como temática (yo soy un músico frustrado, entonces como temática me atrae muchísimo) y como lenguaje. Lo más importante para mí es la musicalidad de las palabras. Es muy laborioso eso, porque es lograr música en el lenguaje, y no es fácil. También hay una música inherente en el lenguaje que me preocupa. Y la música que vas a sentir al leerlo es otra cosa. Y esa es la música que más me interesa, porque es la que te va a conmover o no.
-¿Cómo funciona el proyecto de El Boxeador Polaco?
El Boxeador Polaco es un libro que publiqué en el 2008. Es un libro que, en su momento, fueron nada más seis cuentos, hilvanados por un mismo narrador, una misma temática, y casi sería como una novela de seis episodios. De uno de esos episodios, que se llama Epístrofe, sobre un pianista, surge luego una novela que se llama La pirueta. De otro de los cuentos, que se llama Fumata blanca, surge luego otra novela que se llama Monasterio.
Esto no fue planificado, yo no planifiqué un tinglado tan complejo. Realmente está sucediendo ante mí también. El Boxeador Polaco se puede ver entonces como un tipo de matriz, del cual salen otros libros. Es casi un sistema solar. Y los demás libros empiezan a revolver alrededor de este libro breve (porque es muy breve, son 104 páginas); inofensivo, pero que empieza a crecer, de cierta manera. Entonces lo que está pasando, creo yo, es que estoy escribiendo un solo libro y publicándolo por partes. O sea, voy publicando las novelas que surgen de El Boxeador conforme las voy escribiendo, pero si esperas 25 o 30 años, es un solo libro. Es un universo.
Hay cierta ceguera que tiene un escritor, y que debe tener. De lo que está pasando, de cómo está haciendo lo que está haciendo. Yo no quiero entender completamente, porque entonces me vuelvo un científico. Hay un lado irracional en la literatura, en la ficción, que debe mantenerse. Cosa que es complicado lidiar con eso, no es fácil.
-Pero, además, es algo con lo que debe haber lidiado toda la vida al ser ingeniero y pasar a la literatura, ¿no?
Claro. Como ingeniero digamos que pongo en balance ese lado tan caótico y tan anárquico que es la ficción, la literatura. Y, especialmente, el cuento. El cuento por naturaleza es un exabrupto, es un grito espontáneo. No es una novela, que planificas, estructuras. El cuentista está mucho más cerca al jazzista, al improvisador. Y el ingeniero en mí, entonces, ayuda a poner orden.
-¿Cree que el género que más representa a la literatura centroamericana podría ser el cuento?
Sí, en términos literarios. No, en términos comerciales. El cuento no se vende, ningún editor quiere publicar cuentos. Le huyen al cuento, no sé por qué, porque somos una tradición de cuentistas como latinoamericanos, y como seres humanos venimos de la hoguera, donde se cuenta un cuento alrededor de la hoguera. Borges decía que todo es cuento. La novela es una colección artificial de muchos cuentos. Pero lo que es natural al hombre es el cuento. Y probablemente, si se va más profundo en lo que él dice, es la poesía la que nos sustenta. Pero en mi caso es el cuento.