Por Rafael Ayala Páez
Las páginas de este poemario, dice el autor, fueron escritas después de un sueño. Un sueño que materializó posteriormente en “Cachalote”, su primer libro. Un poema narrativo extenso, donde un personaje anónimo –nunca se dice su nombre- se enfrenta a un mundo sombrío. Arismendi con un discurso desprovisto de ornamentos, sencillo y directo, produce una sensación paradójica en su lector. Para él nacimiento y muerte, la incomunicación y la soledad, el miedo y la metamorfosis, no son sólo gestos. Por el contrario, lo que hace este joven autor es convertir esta materia abstracta en formas concretas, en imágenes y ambientes que destacan por su impronta imaginativa.
Divina soledad
Dice el ensayista y poeta mexicano Octavio Paz:
“La soledad, el sentirse solo y el saberse solo, desprendido del mundo y ajeno a sí mismo, separado de sí, no es característica exclusiva del mexicano. Todos los hombres, en algún momento de su vida se sienten solos; y más: todos los hombres están solos. Vivir es separarnos del que fuimos para internarnos en el que vamos a ser, futuro extraño siempre”.
Para Paz la soledad es inherente al hombre. Este mismo concepto opera en el libro de Arismendi. Su personaje nació en medio del llanto, previo borrado de su vida anterior. Luego de una vida monótona un manto oscuro se cierne sobre él. Y la oscuridad se hace. Así termina la primera parte titulada I canto, mientras sientes.
En el segundo canto, el personaje despierta desnudo en la orilla de una playa. Se siente libre de un enorme peso. ¿Acaso de su existencia anterior? La reencarnación es salvación. Salvación momentánea como veremos más adelante.
En lo que parece ser una isla solitaria rodeada de mar –alegoría del mundo interior y externo del hombre moderno- el personaje escucha un susurro, que toma forma a medida que se acerca a donde cree que proviene ese canto. Frente a frente se encuentra ante una enorme ballena. En sus ojos ve agonía y nostalgia. “Una mirada que refleja una larga vida y una larga lista de historias”.
No sabe por qué, pero al lado del colosal animal marino se siente seguro y protegido.
Y entonces sucede algo inesperado.
Metamorfosis
Al igual que Gregor Samsa, de la Metamorfosis de Kafka, el protagonista desventurado de Cachalote, es víctima de una extraña transformación. Poco a poco el ciclo comienza de nuevo. Ambas obras son breves, pero profundamente complejas, aunque la primera es una obra narrativa y la segunda lírica.
Dolorosamente es testigo de cómo uno por uno sus recuerdos se desvanecen. La reencarnación no sólo es un proceso momentáneo, sino que puede derivar en algo totalmente diferente: en una metamorfosis. Después de dos vidas –tal vez muchas más- como un ser humano, nacer y morir una y otra vez, el ciclo acaba y empieza otro totalmente nuevo. Ese susurro, ese canto, que inicialmente le atrajo y le hizo sentirse seguro es su nueva voz. Arismendi con presión nos describe todo el proceso de metamorfosis de hombre a cachalote. Y aquí está lo realmente sorprendente de este trabajo y es la capacidad del autor para transformar un tema tan actual como es la soledad humana en literatura. Quizá sin esta transformación no fuera más que una simple descripción de una vida alienada por la globalización, un alegato, aunque no por eso menos importante, de la vida gris de un hombre ahogado en alguna gran ciudad del mundo. De modo que al añadir imaginación a su relato lírico, Arismendi, universaliza su historia.
Por otro lado, este poemario divido en cuatro cantos y narrado en segunda persona, nos sumerge en la historia de quien muere varias veces pero tiene nuevas oportunidades de vidas. Del que sabe que la muerte no es el fin. Nos habla de tu historia, la mía y la de todos.
En última instancia, la historia de un hombre que se convierte en ballena y su soledad.
Cachalote
Negro sobre blanco editores
Caracas, 2013