Su pasión por los fogones, nació en la infancia por la fértil presencia de olores, sabores, llega hasta nuestros días. Inventor de historias y de platos, cuenta que cuando el hombre llegó a la luna, el 16 de Julio de 1969, él estaba reunido en París con Marguerite Duras y Joyce Mansur, la última novia de André Breton, en la casa de Jean Michel Fossey y preparaba para ellos comida venezolana, un pabellón.
Pero perdió la atención a la cocina durante los mágicos momentos en los que el astronauta pisaba el satélite terrestre y se quemó la comida. Tomó solamente las porciones superiores de las preparaciones, las arregló bellamente en bandejas y juró ante sus famosos comensales que: “Este es un plato que se prepara en Maracaibo, que es la zona petrolera del país, por eso estos platos son negros. ¡Te lo juro!” Y Marguerite Duras me dijo luego: “Por favor, poeta, yo quiero que lo vuelvas a preparar.” Y le dije que no, que mi cocina era imaginaria, imaginativa, que no repetía.
Así, Hernández D´Jesús, es autor de varios libros de cocina, algunos publicados incluso fuera de Venezuela, en Colombia como lo son “La tentación de la carne y Para comerte mejor, en manos de Arte Dos Gráfico”. Y en honor a su hibridez, la que declara orgulloso, sus obras de poesía también incluyen recetas memorables como las que están en “Nuevo vestuario Monte Ávila Editores, 2011”, con nombres tan sugestivos como “Gallo melancólico y gallo”, “Coneja a Palas Atenea” o “Risotto a la milanesa a la manera azafranosa”. Pronto aparecerá “La espiga plateada, en la editorial El Perro y la rana, un libro nada más sobre el arroz, rissottos, paellas, asopados, etc”, explica. Pero el mejor plato que prepara, asegura, “es muchacha rellena”.
Quería comenzar hablando de tu familia, porque siempre en tu obra hay referencias a tus ancestros. ¿Por qué esa impronta de la memoria, cómo fue tu infancia? ¿Tu familia tiene que ver con tus inicios como poeta?
-Quizás eso tiene que ver con mis maestros…
¿Con tus maestros literarios?
-Si: Salvador Garmendia, el Chino Valera Mora, Luis Camilo Guevara, Mario Abreu y Carlos Contramaestre, fundamental en mí, porque él me arropó y me introdujo dentro de su mundo para enseñarme cosas. Porque yo pensaba ni siquiera lo decía que me gustaría leer a Blanca Varela y por arte de magia, al otro día, Contramaestre se aparecía con un libro de ella. Leía mi pensamiento, sabía mis cosas, mis gustos.
-Era como tututor literario…
-Pero que además adivinaba lo que pensaba me podía gustar. Por supuesto, otro fue Ramón Palomares, con quien tengo una gran vinculación y que es un maestro que me continúa guiando. Después tengo mis hermanos: Luis Alberto Crespo, Luis Camilo Guevara, Caupolicán Ovalles, Pepe Barroeta, el propio Chino Valera Mora, aunque yo lo considero maestro y hermano, tiene las dos cosas; era también mi jefe político de cierta manera. Pedro Parayma tuvo que ver mucho en mi infancia. Y salto de esa liebre, a camellos mejores: Juan Sánchez Peláez y Vicente Gerbasi, que son mis abuelos, pero también maestros, tíos, padres, madres, comadres… Los poetas han sido muy importantes para mí.
-Tu familia…
-Mi familia, sí. Y el hecho de vivir en Mérida, de haber nacido allí, conocer ese mundo andino y escuchar cuando era niño a Ramón Palomares… Él fue como un puente que se abrió en el camino. Lo escuché recitar cuando yo tenía como 16 ó 17 años en Boconó; él mismo me llevó hasta allí, yo trabajaba y también escribía. Y me dije: “Un día yo voy a ser como él…”
¿En qué trabajabas?
-A los 14 años fundé un ateneo en Mérida, que se llamaba Ateneo Venezolano Francés René Descartes. Y después, en 1964, hicimos una revista: Mundo Ideológico, eso fue en el año 1964, yo nací en 1947, tenía 17 años… Publiqué allí un texto sobre Ludwig Van Beethoven. ¿Pero por qué ramificación llego yo a ese mundo? Es muy extraño, porque nací en una heladería; es decir, mi mundo son prácticamente los helados y un negocio de exquisiteces de mi padre donde había jamones, quesos, chorizos, whisky, licores de todos los tipos. Yo trabajaba ahí; es decir que mi mundo era la fabricación de helados, los sabores. De allí, quizás, mi apreciación sobre el gusto.
¿Piensas que la poesía es también materia de sal y pimienta?
-Es igual. Déjame explicarte. Hay algo que es muy fácil determinar en la cocina; nosotros conocemos normalmente lo salado y lo dulce, y desconocemos el agrio, el simple, el picante… Todos esos sabores no entran dentro de nuestras papilas gustativas. Igual pasa con los sentimientos: sabemos de la alegría y la tristeza, y resulta que la melancolía, el odio, la rabia, todos esos también son importantes. Conocemos dos sentimientos y dos sabores, pero son miles de ellos. Cuando uno comienza a acariciar el mundo de los sentimientos y de los sabores, se introduce en un lugar distinto y puedes apreciar mejor la vida.
Nota: Enrique Hernández D’Jesús, es poeta venezolano, quien FUE homenajeado en el 9no Festival Mundial de Poesía Venezuela 2012. Fragmento de la entrevista realizada por: Carmen Isabel, Edward Delgado. Todos Adentro, semanario Cultural N°418.