En la exposición Materia y Espacio (Sala CANTV, Caracas. 1983), producida por Roberto Guevara, se proponía indagar en el hecho tridimensional a partir de la exploración de los materiales, aquellos que se convierten en vínculo de esa arquitectura espacial que envuelve el hecho escultórico y su repercusión matérica. Se destacaba muy puntualmente la investigación tridimensional en las nuevas proposiciones como diálogo y espíritu colectivo.
Justamente en esa exposición, participaba Carlos Rojas con una obra que destacaba la exploración figurativa, suerte de retrato agudo y por demás irreverente, si consideramos que para ese momento se trataba de un novel artista carabobeño de incipiente trayectoria, que se atrevía a caricaturizarse a sí mismo desde el otro, desde el propio interlocutor, con absoluta sinceridad y sentido libertario.
Alberto Asprino: Desde aquella obra de Materia y Espacio “Una Maja más”, de hace treinta años, ¿por qué insistes en materializar tu indagación plástica a partir de la figura y de un complejo y exigente proceso técnico?
Calos Rojas: En mi caso no cabe el insistir hostigadamente en un camino o truco o fórmula determinada, me refiero a que no se trata de eso, más bien que el tiempo y la abundancia de la experiencia humana no se agota como fructífera fuente de comunicación. Hay una voluntad encadenada a la conciencia histórica temporal, racional que se apropia de las emergentes ideas; súbitamente abandonar los controles y perseguirnos en el viejo abismo desenfrenado de la locura reportando conjugación, pero siempre atento a la predisposición, al regreso cauteloso aflorando contemplación y concibiendo los apuntes que alivian, esto solo para abrazarme a la carne que nunca nos deja de mirar.
AA: Vives en las afueras de Valencia, en Las Dos Bocas, un pequeño asentamiento campesino, en un escenario ciertamente apartado, silencioso, idílico, por describirlo de una manera, ¿cómo se refugia Rojas, el creador, en esta experiencia existencial?
CR: Esta experiencia no figura en ningún momento como refugio, todo lo contrario, por mandato supremo ahora camino desnudo aún más que antes donde no hay reposo a la confrontación de otra idiosincrasia que finalmente estaba sofaldada en lo mismo. Con lo mismo me refiero a la gran ciudad pero me aprendo y aprendo que tal preocupación vanamente nos ocultó la majestad del entorno, este que en una depredante y agresiva armonía te restriega en la cara lo poco que puedes lograr con el afán y menos con los límites que siempre acabas imponiéndote.
AA: En un momento puntual donde la contemporaneidad del arte busca esa reorientación de lo escultórico, como bien planteaba Roberto Guevara en la mencionada exposición, ¿cómo rompes la rigurosidad del crear y el hacer para asumir nuevos retos?
CR: Me he dejado llevar ante el compromiso de una transacción entre las pretensiones inconscientes y la exigencia de la realidad, en este punto me reviso y observando trabajos pasados, recaudo, intercalo información construyendo un plano donde pueda cosechar elementos metafóricos y adaptar la imagen instintiva al mundo exterior. Toda expresión debe ser reconciliada con la realidad, lo que es un constante reclamo y esto no es una simple adaptación, es el querer conformarse solo un día, para el siguiente aspirar otra conformación. No creo que haya un reto que sobrepase esta aspiración, por lo tanto, todo fruto es del día y mañana deberé buscar otro, así vivo.
AA: Pareciera que tu obra se va configurando, como proceso, desde una visión muy particular del mundo que te rodea. ¿Te planteas reflejar esa necesaria y buscada transformación del ser?
CR: No pretendo separar mi discurso de las necesidades generales de la humanidad, porque bien sé que las pasiones en los hombres siguen siendo las mismas, varía sólo su intensidad, todo esto nos lleva a que todo -y absolutamente todo-, punto reflexivo que se observe en esta representación va en función de reedificar, aspirando que llueva sobre todos con una exigencia de transformar, me refiero al paso y conformación de la vida interior y la reconciliación íntima se llama consumación y solo puede suceder en el espíritu, único mediador de cualquier realidad.
AA: Precisamente, el mundo va dando vueltas permanentemente, el arte como expresión sensible lo va documentando sin dejar de hacer lo mismo, ¿te defiendes de las influencias externas en el momento de hacer tu obra?
CR: Mucha información conjuntamente con el mundo dan vueltas y referir más de lo que está en la corriente me parece llover sobre mojado, es bueno nadar en contra de la corriente. Por otro lado, es inevitable observar lo que en el medio sucede, mas no tengo por qué sentirme agredido por lo que no me perturba, miro al séquito que en torno a él resplandece, me apena el hecho de que muchas personas no puedan morar en honesta reflexión, porque en mi caso no esculpo, dibujo o pinto por tendencias, ni tampoco por la inmediatez, por lo que veo o por lo que siento, hago estrictamente lo que concibo y cualquier accesorio será para resaltar lo esencial o conveniencias razonadas, subordinadas a la irreverencia.
AA: La figuración como representación plástica ha tenido que insistir en mantenerse autónomamente, defenderse, ante la existencia de la presencia dominante de la indagación geométrica en el arte hoy. ¿Por qué seguir “modelando” lo corpóreo como piel del sentir?
CR: La geométrica en el arte me parece solo otra etiqueta de las diferentes formas que hay de seguir diciendo. Algunas veces un cambio se propone como nocivo, pero solo es una pausa entre una forma de trabajar y otra, no hay una mimesis con la cotidianidad visual hay una verosimilitud sin justa explicación, es decir, agrada o no desapercibido nunca. No podemos abolir la historia y con ella los reflejos de lo posmoderno que lejos de ser geométrico, es simétrico.
AA: En tu trayectoria profesional, te ha distinguido la vocación docente, ese deseo de interactuar como catalizador del conocimiento, desde una generosa y significativa entrega, especialmente con los jóvenes creadores. ¿Qué te anima a dedicarte en tan comprometedora actividad, qué te ha aportado?
CR: Ya no me anima el método como recurso para llevar lo que no quieren recibir. Pero me encontraron los que no me buscaban y abracé lo que no esperé, es decir, esta tentativa no termina porque nace en espíritu como obligación y he aprendido que no es a quién uno quiere darle, más bien todo al que pueda darle y ahí yace el mejor discípulo y también, el gozo de sentir extensión que es donde aparece el legado.
AA: ¿Tienes algún referente en tu investigación artística?
CR: Cualquier artista que no se detenga ante el protocolo de la conveniencia es buena referencia, yo no creo en paracaídas, creo en el trabajo y la contradicción, destruir esto es la más alta tarea de la lógica, somos artistas; no científicos. Esos artistas son mi referencia. Para puntualizar uno, Picasso.
AA: Después de tanta carretera recorrida, a estas alturas, ¿qué te ha dejado el arte como inversión de vida?
CR: Estoy convencido que la adversidad es un combustible y que según lo que haya costado y te siga costando hacer lo que debes te da fortaleza y disciplina y a estas alturas busco una concepción simple, que lejos de ser incompatible a la complejidad, trabaja en virtud del dominio de la abundante experiencia. Esto me soporta en el discernimiento que no es más que el juicio, siendo para mí una gran inversión de vida siempre y cuando esté aferrado en fe al único creador y consumador de todas las cosas, Amén.
Fuente: Galería Universitaria Braulio Salazar de la UC