Wilmer Escalante se asume pintor. Tal es una razón de vida. Su pintura se enfoca hacia un paisaje, un mundo interior y la eventualidad y metáforas de un viaje. Quizás su
Obra emblemática sea Objeto en el pisaje, pintado en el 2003: La escena se sitúa a campo abierto y no se precisa un lugar determinado. A lo lejos ésta la silueta de una montaña y hacía la izquierda, aparece un grupo de árboles y su sombras. Es un paisaje solemne, ya que en primer plano se encuentra una maleta y, recostado a ella, un paraguas. Sucede que se sugiere una travesía. Quizás, también, el viajero ha hecho un alto. Es una pintura grata y al mismo tiempo, inquietante. Grata en tanto que el paisaje aludido, presentado en dos planos cromáticos, cierto verde y cierto azul, intensos, atmosféricos, dados en profundidad, sin detenerse en detalles, como apuntando a un realismo anímico, se halla, de pronto, perturbado por dos elementos enormes, verídicos, inesperados, definitivamente herméticos. Todo esta dado con pulcritud y su idea de paisaje introduce esos elementos principalísimos –maleta y paraguas- con los que logra dislocar cualquier armonía o posibilidad de representación, así como plantearía otra dimensión del paisaje ahora como un tema estrictamente imaginario.
Y ese es el punto en que puede interesar la obra de Escalante: La pintura, la pintura ante un motivo de la naturaleza y la pintura de un paisaje a la vez sutil y regiamente imaginario. Y en este punto insistimos en que el arte en Venezuela no es solo una tendencia de vanguardia (¿Cuál vanguardia?), a la moda o desde las posiciones no pictóricas, sino que también debemos considerar, y muy seriamente, el hacer de pintores, del ejercicio de la pintura, desde una perspectiva contemporánea.
Al meditar algunas obras de Escalante. Pintor activo en Cordero, Edo-Táchira, se impone la noción de realismo. Es desde un realismo onírico, a veces desolador y angustiante, que mejor siento el potencial expresivo de este artista. Repaso algunos de sus lienzos de 2002-2004, y es en la parquedad de una obra titulada Objetos-Vitrina, donde reside ese atractivo inquietante que parece distinguirlo: en un rincón de habitación o salón , de poca luz y con una pared de fondo, está una vitrina familiar en la que hay dos platos y una jarra excesivamente luminosos. En el piso están acumuladas varias maletas y, sobre una de ellas, está un cajón abierto, vacío e igualmente iluminado. Todo el color oscuro de la escena remite a la academia del diecinueve. En el piso, diminuto, insignificante, está tirado un muñeco, un arlequín, cuyo color vivaz, rojo y amarillo, levanta todo ese espacio con una desconcertante interrogación sin respuesta. En la capacidad para generar problemas plásticos, narrativos y conceptuales, esta el mejor potencial del artista.
Otra obra titulada De los Viajes dela Infanta Margarita.Toda la pintura de la modernidad –de Manet a Picasso-, está llena de tributos a Velásquez. El arte venezolano no escapa a esta situación. Aun hoy Wilmer Escalante lo evidencia. En efecto, aquí estamos en una escena en que los tiempos se cruzan y se recrean en medio de anacronismos. El viaje físico quizás sea u imposible –el barco es de papel, el avión como que pasa aceite-, y entonces sólo quedaría la certeza de un periplo a travez de la historia del arte. La pintura como una lección abierta, en perpetuo movimiento o estímulo para un artista que desde el espacio cerrado es capaz de imaginar una composición de maletas, y la eventualidad de inventar historias. Luego, el recinto de la pintura registra un itinerario de la mente.
Por: Carlos Palenzuela