«la memoria y la lengua son lugares imposibles de agotar,
de fijar en un solo sitio”
(Caracas, Venezuela, 1963). Poeta, traductora literaria, intérprete de conferencia. Es una de las poetas más originales e interesantes de la actual poesía venezolana. Ha publicado los poemarios: Imposible de Lugar (2008), Premio de Poesía del Concurso para Autores Inéditos y dicha la dádiva (2011).
Rafael Ayala: ¿Cómo llegó a interesarse en la poesía?
Claudia Sierich: Desde el momento en que comencé a leer y anotar asuntos de mi interés en mis pequeñas bitácoras —antes de distinguir géneros literarios— estaba ya sensible de palabras, su sonoridad, sus intensidades: nacida en Caracas de padres y abuelos alemanes crecí entre dos culturas y varios idiomas y me sentía ‘empalabrada’, particularmente cuando me presentaba enigma el texto (oído o leído), cuando impulsaba a pensar o alcanzaba a tocar regiones allende del alcance inmediato de la inteligencia. Así, desde muy temprano me interesó la poesía: su uso descomunal de la lengua, el estado excepcional y el acontecimiento que puede llegar a ser el poema.
Lo interesante de escribir poesía es que se escribe sobre cosas que en realidad todos saben; solo que se presta una atención especial a lo que quizá se suele eludir y se descoloca en la escritura el escenario con un lenguaje singular que lanza nueva luz o nueva sombra sobre los hechos. Lo interesante sería luego que cada quien reconozca algo allí, en el poema, algo que había olvidado largamente, algo que había descuidado o que, aun cuando desconocido, nos permita penetrar ese territorio y apropiarnos de él. El poeta alemán Rainer Kunze dice: ahora busques para esta lengua, una tierra… La poesía se cuela fuera del papel en una forma de vida y la constituye, una forma en la que yo deseo estar.
RA: ¿Qué poetas han incidido en su oficio de poeta? ¿Hay libros de poesía en particular que han tenido una profunda influencia en usted?
CS: En mi oficio de poeta ha incidido el hecho de traducir e interpretar los más diversos textos y discursos; el hecho de erizarme con los sonidos y posibles sentidos, el roce irritante y productivo de las varias lenguas y corrientes verbales que en mi adentro conviven. Luego podemos hablar, claro, de lecturas antiguas que me han podido impactar y que no necesariamente fueron de poesía y de las que algunas siguen tonificando sin agotarse el ánimo, el espíritu, brindando refugio, remedio último contra la incomunicación y el griterío y la lengua partida en que parece se ha convertido el convivir. Allí mencionaría sin temer el desorden a Heinrich von Kleist (El cántaro roto), Thomas Mann (José y sus hermanos), a Friedrich Nietzsche (todo lo que se pueda) o a Salvador Dalí (Diario de un genio) a Shakespeare (Romeo y Julieta, por ejemplo), y todo de José Lezama Lima, Ingeborg Bachmann, Ramón Palomares y Juan Sánchez Peláez. Como forma de vida me acompañan Roberto Juarroz y Antonio Porchia. Pero estas listas no tienen ningún sentido y hasta pueden resultar molestas, pienso…
RA: En Imposible de lugar, su primer poemario, los poemas empalabrados no sólo intentan anidar, medrar tal vez un sueño, una vigilia, sino que además esa combinación de palabras, esa forma verbal de vivir, agrega algo más. ¿Qué le llevó a escribirlo?
CS: En realidad ya estaba de algún modo escrito, de modo que más bien lo compuse estableciendo un ‘orden intentado’: para 2007 tenía en mi haber un montón de anotaciones, epístolas que habían cruzado el Atlántico de ida y de vuelta, correspondencia por correo electrónico, fragmentos de diario y poemas sueltos algunos de los cuales aún procedían de los 90 y con parte de los que en 1999 gané el I Concurso de Poesía del Taller Literario Lugar Común de la USB. De este espesor de conversación y escritura desplazada que he venido sosteniendo con mis amistades y afinidades imaginarias y reales se hace este primer poemario: cuando sentí que los papeles dispersos empezaron a palpitar, a latir, monté el pequeño libro y lo envié a Monte Ávila Editores donde ganó el Premio de Poesía del Concurso para Autores Inéditos y que, más tarde en 2010, mereció la Mención Honorífica en Poesía del Premio Municipal de Literatura (Caracas).
Cuatro poemas breves agrupan cada uno, una decena de poemas entorno a “temas” ocultos que movieron la construcción del poemario: el presentimiento o la inminencia (del desastre que no tal vez no termine de instalarse mientras resistamos en poesía y con ella, en la posibilidad de pensar), la carencia como fortaleza, la tarea (crear como modo de libertad) y el regocijo (racional y sensorial) en las pequeñas cosas, como soporte de vida o medio de sobrevivencia.
RA: ¿Tiene algunos poemas favoritos en el libro? ¿Cuáles son y cuál es su importancia para usted?
CS: No tengo poemas favoritos, resulta que son como una familia de piezas desiguales que fueron surgiendo desde el mismo tiempo-espacio vivido. Me resultó interesante que, mientras tocó ordenarlos, surgieron otros más para entrar en el círculo diciente, desde distintos gestos escriturales – uno más testimonial, otro más bien irónico y así. Este poemario ha deseado ser un homenaje a la vida, a sus sonidos e idiomas (porque el lenguaje es sonoridad organizada y quizá nuestros más antiguos recuerdos sean sonoros). Cada poema entra en la complejidad psíquica o vivencial desde otro agujero. Quizá El sentido de las cosas sea uno de los poemas núcleo de este poemario, y por otro lado tal vez y de otro modo, el poema que da título al libro, Imposible de lugar.
RA: Durante la lectura de Imposible… he extraído los siguientes versos: “abro las ventanas que ahora/ dan quieren dar/ a ninguna parte” (de Imposible de lugar); “tremendo/ no pertenecerse” (de “Urraca”) / “permanece la intermitencia/ del espíritu permanece una forma/ de tensión” (de “Agradezco tu silencio”). ¿Podríamos entonces hablar de una poética de la imposibilidad de pertenecer a un determinado lugar?
CS: Cuando empezó a brotar y hacerse lugar todo esto, escribía bajo el título Si el mar fuera de azúcar y no existieran las hormigas (ni todas las cosas que enferman), que fue la respuesta que dio mi sobrinita a un asunto diferente que estábamos conversando. Luego le puse Semejantes cuentas. ¿Qué otra cosa es todo esto que hacer inventarios, protocolos, registros y cuentas de cosas que no se pueden contar (narrar ni sumar)? Y cuando surgió el texto Imposible de Lugar, lo dejé así, como una declaración, por que al final (si es que hay un por qué y un final) la escritura/vivencia poética no tiene un lugar fijo ni muy conocido o comúnmente aceptado; incluso tiene que luchar mucho para surgir, hacerse lugar y ofrecer resistencia, como toda actividad creativa. Resistencia contra la permanente violencia intrínseca a cualquier vida, a ser engullido borrado subyugado por patrones que se imponen en todos los campos, también en el del amor. La memoria y la lengua, además, son lugares imposibles de agotar, de fijar en un solo sitio (aunque accesibles y pensables, disfrutables en su rara plenitud). No es posible establecer pertenencia ni seguridad definitiva, lo que hay es movilidad, modulación incesante para convertir pérdida en entrega y tesoro. Este desasosiego se transpone hacia un lugar donde podemos pertenecer, se transpone al poema –siempre un poco inquieto, un poco inquietante– pero un lugar que nos define y que nos podemos crear.
RA: ¿Qué nos puede decir de su oficio como traductora?
CS: Las lenguas y sus modos se convierten para quienes han sido tocados por la palabra en rico e irritante, permanente umbral de vida. Me ubiqué adrede en los oficios de la interpretación simultánea de conferencias y la traducción escrita: convertirme en traficantedepalabras, como me gusta llamarnos, contando con que aquello saciaría un ánimo explorador, la curiosidad y el goce libertario que produce estar empalabrados. Estar en ‘la batalla hiperbólica entre palabras’ responde, al final, a una insistente necesidad de interpretar y de comprender, de hacer posible y dar lugar a una forma de estar en el mundo.
RA: ¿Cómo ve usted el estado de la poesía venezolana contemporánea?
CS: Mis lecturas son incompletas y discrecionales, como para poder responder esta pregunta. Sin embargo, creo poder percibir que es vigoroso. Basta ver con lo que Monte Ávila está publicando, por un lado, y por el otro, recomiendo hacer la tentativa de palpar es estado de la poesía venezolana, por ejemplo, hojeando la antología “En-Obra. Antología de la poesía venezolana 1983-2008” de Gina Saraceni en Ed. Equinoccio. Allí tenemos una posibilidad excelente de conocer de forma precisa aún en su dispersión y brevedad, al país desde la actualidad otra, escritural, poética.
RA: ¿Podría hablarnos un poco acerca de su nuevo poemario dicha la dádiva (Equinoccio, 2011)?
En dicha la dádiva, me tomé la libertad de responder a una creciente necesidad: la de presentar y celebrar –también lo inapropiable, estos restos de lo incomprensible que circulan en la vida y los textos, como valor y regocijo. Dicha la dádiva en ese sentido es un libro sobre la dicha y la dificultad de producir y recibir posibles sentidos. La dicha de regocijarse en la lengua y en sus idiomas, pensarlos y no dejar de incluir hasta los que no conocemos (porque hasta la propia lengua se nos hace extraña), es como probar el fruto de la vida, quizá la manzana prohibida… Escribir dicha la dádiva fue una fiesta. El poemario articula tres segmentos: “las teorías”, “los poemas” y los mínimos en el segmento titulado “si fuera tiempo”, y está (tras)tocado o atravesado por algunas preguntas fundamentales que allí emergen y que logro abordar mejor sin quedar en el atolladero, en poesía: tiene dios conciencia de si mismo, en qué consiste la muerte, las ausencias que nos acompañan de por siempre, la incomprensible separación, o también el homenaje al valor de la amistad.
RA: Finalmente, ¿en qué proyectos actuales está trabajando?
CS: Actualmente estoy disfrutando de diversas y erráticas lecturas, y abriendo tiempo para no hacer nada y aquietarme. Tal vez entonces vuelva a entrar en la espiral y escribir. Por allí ya están latiendo una ausencia, una señal, un montón de palabras, mis personajes espectaculares.
Autor de la entrevista a Claudia Sierich
Rafael Ayala Páez
Zaraza, Guárico, 1988). Licenciado en Educación Integral, mención Lengua y Literatura por la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR).
Sus poemas han aparecido en revistas literarias tanto nacionales como extranjeras. Es miembro fundador de la Red Municipal de Escritores de Zaraza y del Colectivo literario “Corriente Alterna”. Ha publicado: Bocados de silencio y The lightness of matter. Su tercer poemario El libro de los días se encuentra en imprenta. Asimismo una muestra de obra ha sido publicada en la antología Recorriendo el sur: Extractos de los libros publicados en 2012 por Negro Sobre Blanco.
Algunos de sus poemas han sido traducidos al alemán, inglés, francés y hebreo.
Foto: Cortesía de la autora
Por : Rafael Ayala