Leo Matiz es uno de los fotógrafos más versátiles y singulares de la legendaria y memorable generación de reporteros gráficos que renovaron la escena del fotoperiodismo durante las primeras seis décadas del siglo XX en América Latina, Estados Unidos y Europa.
Matiz nació en rincón Guapo en 1917, una aldea de Aracataca, Magdalena, en donde proliferaba la exhuberancia del paisaje tropical junta con la modesta supervivencia de sus habitantes cultivadores de banano.
En su adolescencia viajó a Bogotá para laborar en el periódico El Tiempo y frecuentó la vida bohemia de los cafés con los pintores y caricaturistas famosos a finales de la década de 1930. Por exigencia de Enrique Santos Molano “Calibán”, abuelo de Juan Manuel Santos, actual Presidente de Colombia, Matiz adoptó la fotografía y consolidó en Colombia una reputación de reportero gráfico alerta con las situaciones y en un cazador penetrante del azar y las almas de los personajes captados con su cámara Rolleiflex.
Vital e incansable, igualmente obsesivo con la perfección en su trabajo de reportero, Matiz viajó de manera infatigable por los cinco continentes y volcó su talento igualmente como fotofija en el cine, la fotografía publicitaria, creador de periódicos y fundador de galerías de arte, exhibiendo por primera vez en 1951 al pintor Fernando Botero en la Galería de Arte Leo Matiz.
México, Centroamérica, Estados Unidos, los andes latinoamericanos, el Caribe, Palestina, Beirut, Tel Aviv y Venezuela, son algunos de los escenarios en los que revoloteó el alma indoblegable y apasionada del fotógrafo Leo Matiz, orientando su mirada hacia lo que Henri Cartier Bresson denominó “el momento decisivo”, ese instante irrepetible en el que convergen lo inesperado de la vida humana, una retina capaz de ir más allá de los visible y una sensibilidad extraordinaria para comprender el vértigo de la historia y el drama humano más allá del implacable ritmo de las rotativas de prensa.
La vuelta al mundo en imágenes también llevó a Leo Matiz a realizar travesías inesperadas como aquella que lo situó en el corazón de los acontecimientos del París que celebraba la liberación del régimen de ocupación nazi el 24 de agosto de 1944 y que través de su mirada lúcida, penetrante y compasiva convirtió el paisaje urbano de libertad y de embriaguez colectiva en estampas geométricas y caprichosas.
Matiz, sin duda, se sumergió en la atmósfera nocturna y vibrante de la Paris liberada, perseguido por el fantasma vanguardista de los cronistas gráficos como Robert Doisneau y Brassai que lograron sus mejores obras en la Europa de entreguerras, inspirados en retratar la perturbadora magia nocturna de la ciudad luz con los detalles urbanos de plazas, calles, esquinas y fachadas que la han convertido en el sueño deseable y eterno de nuestra memoria visual, cumpliendo el ritual de lo que alguna vez predijo la ensayista norteamericana Susan Sontag: “fotografiamos lo que está a punto de desaparecer”.
Y así, saltando de un país a otro, de un continente a otro, la vida creativa y tumultuosa de Leo Matiz, obtuvo reconocimientos meritorios como el premio Chevalier des Arts et des Lettres, concedido por el gobierno francés en 1995 y en 1997 el Filo d` Argento en Florencia, Italia. En 1998 el gobierno colombiano le rinde homenaje y lo reconoce como uno de los grandes protagonistas de la fotografía del siglo XX.
Leo Matiz fue un autentico colombiano y su muerte, ocurrida el 24 de octubre de 1998, lo vinculó de modo definitivo y perdurable, a la memoria visual del siglo XX.
Por Miguel Ángel Flórez Góngora
Fuente:
www.leomatiz.org