Un expresivo homenaje se le rindió, el anterior fin de semana, en el Ateneo de Coro al catedrático, escritor y poeta José Maximiliano Guevara, recientemente fallecido…amigos, condiscípulos y familiares del ilustre bardo se congregaron para testimoniar su afecto por un hombre que cultivó la amistad en la más elevada expresión.
Abrió el acto el Profesor Hermes Coronado, quien en emotivas palabras dijo que “Maximiliano Guevara fue un hombre que enalteció con su indoblegable espíritu la enseñanza en Santa Ana de Coro, donde se le quiso y se le va a querer siempre por su desprendido carácter humanista”.
El Licenciado Pedro Cuartín Torres subió al estrado en medio de aplausos para hacer una semblanza del poeta. Hizo especial uso de un escrito suyo de siete cuartillas para definir la profundidad literaria de aquel amigo extraordinario, insigne trabajador, que no cesaba en su afán por repartir generosamente sus conocimientos.
Habló luego Enrique Loyo, como su educando y eximio seguidor de su letra telúrica…Y no faltó el humor, porque así era José Maximiliano Guevara, en medio de un ambiente cordial, de palabra amena, donde cerró el acto su hija María Eugenia Guevara con la lectura de un testimonio del Profesor Miguel Correa, compañero de estudios del homenajeado en el Instituto Pedagógico de Caracas.
Al final se entregó una placa a los familiares del poeta…en ella se expresa toda la emotividad que logra cautivar a un público tan singular, que ama la cultura y a sus hacedores, como efectivamente fue en vida José Maximiliano Guevara.
Por : Ciro Contreras
EL ÚLTIMO CAMINO
Harías bien en llamar
a los ángeles de tu conciencia.
Tal vez ellos te ayudarían
a despejar el camino,
el último que transitarás
cuando las errantes luciérnagas
interrumpan su vuelo
y dejen de brillar
en la oscuridad de la noche.
No quisiera pensar en esa hora.
Menos saber lo que ocurrirá después.
Tampoco deseo imaginarme
de qué color se vestirá la tarde
ni cómo resonará el canto de los pájaros
en la impredecible mañana de tu adiós.
pienso en las campanas
secando sus pañuelos de nostalgia
sobre el vientre luminoso
de los mediodías.
Medito en la profundidad de tus pasos,
retumbando, inclementes,
en el silencio de la casa vacía.
Nunca sabrás que en lo insondable
de mi corazón
guardo unos crisantemos para ti.
Siempre lozanos, persisten,
nutriéndose de aquellos días
en los que tu
con una delgada varita de amor
encendías, sin descanso,
las lámparas de mi mundo
deshabitado y solo.
JOSÉ MAXIMILIANO GUEVARA