Una noche, hace ya casi un año, me desvelé conversando primero por el chat de Facebook y luego por teléfono, con el cantante puertorriqueño Aramis Vargas, a quien no conocía, pero luego tuve el gusto de escuchar con oído critico sus canciones y es sencillamente emocionante, un verdadero interprete romántico.
La conexión la motivó mi publicación sobre Felipe Pirela: Lo que es la vida (Aguilar, 2009), Aramis quería saber donde podría conseguirla en Puerto Rico. Fue una sorpresa que me dijera que conoció a Pirela en Nueva York en la década del setenta. Los dos últimos años en la vida de nuestro bolerista son un tanto desconocidos para el público venezolano, fue una época en que los medios lo silenciaron y casi nada se sabía de sus actividades, “que han sido exitosas en un país donde no todos pueden decir triunfé”, como diría el propio Felipe al referirse a su estadía en Estados Unidos.
Pirela llegó a Nueva York por primera vez en octubre de 1964, lo precedía una temporada excelente en San Juan y varias ciudades puertorriqueñas. A comienzos de ese año había estado de gira por seis meses consecutivos en todo el territorio colombiano, donde a decir de Estelita del Llano, su co estrella en muchas presentaciones: “Pirela aprendió a manejarse como solista, a dominar al público”. Sin embargo, su fogueo no estaría completo sin enfrentarse al público de la gran manzana.
Luego de llenar varias veces la sala del prestigioso club Monte Casino de San Juan, donde fue contratado por el crooner y empresario cubano, Tony Chiroldes – el mismo que ocho años más tarde tendría el penoso deber de reconocer su cadáver en la morgue de Rio Piedras – Pirela partió a Nueva York sin saber que le esperaba y con más nervios que de costumbre, debido al compromiso de trabajar con figuras consagradas como Javier Solís, Tito Rodríguez, Daniel Santos, María Antonieta Pons, entre otras luminarias.
La voz y la simpatía de Pirela se impusieron en los teatros de Nueva York. Fueron testigos de su éxito rotundo, las salas de los más famosos theatres de la farándula latina en la ciudad, valga decir, el “Puerto Rico”, “San Juan”, “Jefferson” y “Boulevard”. El cómico Roberto Hernández, declaró hace ya más de veinte años durante un homenaje a Felipe que “el público neoyorquino lo que tenía con Pirela era locura”, Pirela volvería cada año a realizar presentaciones.
En la temporada de 1967, los padres de una joven lo persiguieron desde el teatro Puerto Rico hasta su hotel, para exigirle se hiciera responsable de la paternidad de un niño del cual se tienen pocos registros y que al parecer lleva su nombre. Es una de las tantas historias ocultas en la vida de Felipe, pero esto concuerda con una entrevista de 1972 donde Pirela afirma tener un hijo de 5 años que visitaba cada vez que iba a Nueva York.
A partir de 1968 las actividades de “El Bolerista de América” en la ciudad de los rascacielos fueron cada vez más constantes. Se presentaba en el canal 47 en los programas de Mirtha Silva y Bobby Capó, y en un buen numero de clubes. Sus discos tenían gran demanda y la prensa lo elogiaba a menudo, incluso algún periodista se arriesgó a escribir que era posiblemente el mejor bolerista del mundo. Lamentablemente todavía no han salido a la luz registros audiovisuales de su apoteosis en Nueva York – no dudo que los haya – pero está muy vivo todo lo que aconteció en torno a él en la memoria de quienes lo conocieron y fueron testigos de ese éxito.
Aramis Vargas estuvo en la primera fila de los acontecimientos.
¿Conociste a Pirela en N.Y. qué edad tenias?
Si, tenía 17 Años yo era su chofer, trabajaba para el teatro Puerto Rico, ellos tenían limusinas.
¿Como se llamaba la compañía?
Regency Caribbean Interprises
¿Estamos hablando de que año?
1971, recuerdo que era muy pana como dicen ustedes y fumaba Winston (risas). Una vez le pregunté, cual era su artista favorito y me dijo que Tito Rodríguez.
¿Influyó Pirela en su posterior carrera como cantante?
Yo canto su música y no hay mesa que se quede vacía, la pista se llena.
¿Qué orquesta acompañaba a Pirela en los teatros?
Pepe Delgado y un escogido de músicos que se hizo en Nueva York.
¿Cómo era el público de Nueva York con Felipe?
¡Súper! esos 7 días que se presentó en el teatro fue a casa llena.
¿A qué otro club o teatro llevó a Pirela?
Al Jefferson y al teatro Río Piedras. Era muy buena gente, muy amigo, siempre me daba mi almuerzo, lo aprecie mucho y le dije que quería cantar sus canciones: me miro y sonrió, luego me dijo…..si se puede (risas), se reía cuando me miraba.
¿Usted le hablaba en inglés o español?
En español, nunca lo escuché hablar inglés. Sabe una cosa, tenía un diente de oro.
¿Si? no lo sabía.
El me preguntaba ¿Puedo fumar en tu carro? Yo le decía que no, y se me quedaba viendo con su sonrisa achinada. Entonces me respondía, si no fumo aquí tu no cobras…
Luis Ugueto