Cada viernes algunos museos caraqueños planifican una programación para deleitar al público hasta las 9:00 pm, es el caso del Museo de Arte Contemporáneo que para este viernes 31 presentará en el marco de su Atardecer en el MAC como obra que sacará de sus bóvedas especialmente para ese día un Richard Lindner, además ofrecerá de 5:00 a 7:00 pm en su menú expositivo la última sesión y acto de clausura de Aula 7. Escuela de cuadros y pepas donde se hará una ofrenda de María Moñitos para la cultura, se impartirá una clase de cocina titulada ¿con qué se come el arte y la celebración y la tertulia estará a cargo de la reconocida investigadora Carmen Hernández.
Esta institución museística ubicada en Parque Central, además invitará al público este viernes a que visite las exposiciones del museo entre ellas Gego, obra abierta: testimonios y vigencia; Fundadores de la sensibilidad moderna. Un recorrido por diez obras ejemplares; Papeles de la colección: José Sigala así como La ciudad que vemos; Danza T y Suite Vollard de Picasso.
En lo que refiere a la ambientación musical estará a cargo de Ricardo Almendro, Drum and bass y Bossa nova en el Jardín de Esculturas de 7:00 a 9:00 pm y por supuesto el Café del Museo recibirá a los visitantes.
Lindner
En lo que refiere a la obra de Lindner que estará exhibida no tiene título y es de 1949. En el texto enviado por el MAC indican: “La presencia de Richard Lindner (Hamburgo, 1901-Nueva York, 1978) en la Colección del Museo de Arte Contemporáneo contribuye a destacar los antecedentes del arte pop, uno de los movimientos más significativos del siglo XX. Su obra precedió al Pop Art por aproximadamente veinte años y, durante ese tiempo fue considerado como una suerte de out/sider para el arte: alguien cuyas raíces estaban firmemente plantadas en el suelo del constructivismo, pero con fuertes vínculos con la crónica urbana.
Lindner se ocupa de su mundo circundante, de la sociedad callejera poblada de perros, prostitutas, rufianes, taxista, todos ellos en colores brillantes para acentuar la vida de la gran ciudad: “Solamente ver el color de los camiones o los taxis en Nueva York me excita. ¡Hay vida en Nueva York! Todas las ideas para mis pinturas provienen de lo que allí veo”. Su temática gira en torno a la desigualdad de los sexos, la precaria y explotada existencia callejera, el mundo nocturno. Su manera de representar acude a una deformación de la imagen. Sus rellenas, abundantes y copiosas figuras inundan masivamente el lienzo y promueven una iconografía propia de la estética americana de la segunda posguerra. La técnica en Lindner es de aguda calidad, el color brillante es casi abrasivo y la relación forma/color lo enlazan con la Bauhaus y Léger.
Sin título, 1949, expone fielmente sus afinidades hacia el planteamiento estructural y el balance de toda obra de arte.
Es una obra especial de la Colección, que nos remite a los apuntes de sus piezas de mayores dimensiones. Aún cuando la obra se despliega en pequeño formato, el manejo y expansión de los rostros extiende sus medidas a los ojos del espectador. La vehemencia del diseño y el colorido no son, en esta obra hechos simplemente visuales, pues la intensidad de los colores resulta esencialmente simbólica, elegantemente estudiada.
Los rostros agigantados, amenazantes, se encuentran sólidamente construidos. A pesar de su cercanía física y de permanecer colocados frente a frente, parecen no reconocer su mutua existencia: su único nexo es la pertenencia al anonimato urbano. La ambivalencia en el tratamiento de los personajes de esta pintura, su feroz pasividad y exuberancia conviven plenamente con su claridad gráfica e impecable solidez plástica. La estructura compositiva es una de las preocupaciones centrales de este artista y el tratamiento de la figura se somete a esta intención: “Mis pinturas”, observa, “tienen principalmente que ver con el balance y equilibrio de la composición… Me gusta la estructura, algunas veces las mujeres de mis cuadros son muy grandes por razones de balance pictórico”. Este interés por la composición se impone, incluso, sobre la escogencia de sus temas. La ferocidad de la sociedad actual, el crimen, la perversión, la crueldad y la decadencia están allí presentes, pero no deben confundirse con lo que a Lindner realmente mueve: “Tengo una falsa reputación de pintor erótico que no se corresponde absolutamente con nada. Pinto mujeres gruesas y cualquiera sabe que mi esposa es particularmente esbelta. Pero un pintor tiene la necesidad de equilibrar sus composiciones según las exigencias plásticas”. El colorido liso y deslumbrante está igualmente utilizado en función de sus aportes plásticos: “el color sólo debe ser sentido. Siempre he pensado que para ser un buen pintor uno debe ser ciego a los colores, porque éstos no deben ser vistos, sólo necesitan sentirse. Soy una especie de arquitecto. Ocupo, agarro el espacio, el color viene después”.
Fuente: Teresa Quilez.