Ramón Manrique continúa manteniendo esa enorme paciencia que le enseñaron sus abuelos y sus padres y sus hermanos y sus amigos. Mientras elmundo anda de cientos de kilómetros por hora, él, no por llevar la contraria, va casi en cámara lenta, siempre pensando, dándole vueltas a tantas y tantas ideas que se le atraviesan en el camino y siempre poniéndolas en práctica.
Manrique es realmente poli y multifacético, pues además de haber sido un destacado periodista y columnista –aunque él dice lo contrario-, lo fue también como publicista y experto en mercadeo. Pero, además de eso, su sumergió en las deliciosas aguas de la literatura y ha logrado ser reseñado y comentado en diferentes medios por su calidad literaria.
– ¿Cómo fue su infancia y adolescencia con los libros?
– Yo nací en una academia. Mientras mi madre María Inés me despertaba todos los días con su dulce voz cantando tonadas italianas, mi padre, Ramón Manrique, la acompañaba con el sonido de las teclas, no de un piano, sino de su máquina de escribir. Cada almuerzo y cada cena era una cátedra dictada por los dos. Allí fue donde aprendí a amar la música y la literatura. Y fue cuando escuché en los discos de acetato toda la bella música, y me bebí todos los libros de su biblioteca. Mi padre se inició y murió como periodista en El Tiempo en donde aparecía su columna “Punto y coma”. Escribió cinco ensayos y dos bellas novelas: La venturosa y Los días del terror. Dos hermanos lo siguieron en el periodismo: Alberto Manrique y Luis Manrique. Así no hubiera querido, la literatura me entró por osmosis.
– ¿Tuvo más incidencia el humor gráfico que los libros?
– Indudablemente, los libros.
– ¿Sus primeros pinitos en el periodismo, cómo fueron?
– Pésimos. Como reportero, fui un fracaso. El director nunca me lo dijo. Pero el hecho de que cambiara el texto de los dos reportajes que le llevé y que me pusiera a dirigir en cambio la “Página Literaria”, fue para mí toda una revelación. “Creo que eres más poeta que periodista” -me dijo.
– ¿Qué experiencia le dejó haber dirigido las páginas culturales de El Nacional de Barranquilla?
– Que Julián Devis Echandia, el director tenía toda la razón, yo era mejor poeta que periodista. Que es mejor crear una historia, a escribir una que ya existe.
– ¿Por qué el cambio tan abrupto entre la literatura y los conceptos médicos?
– Porque me casé. Hasta ese momento, yo vivía en la casa paterna. Pero cuando me mudé y tuve que pagar arriendo y comprar pañales, sin necesidad de ser economista, me pude dar cuenta que la literatura era sólo para hombres solteros. O para casados…pero con amigos como Álvaro Mutis. Por eso, cuando mi hermano Jaime me consiguió un empleo de Visitador Médico, lo acepté. ¡Pagaba tres veces más que la literatura! Sin embargo, nunca olvidé mi sueño de escribir. “Los sueños se aplazan, pero no se cancelan”, pensé.
– ¿Cuándo empezó a escribir sus primeros poemas y con qué temática?
– Cuando me levanté la primera novia. ¿Con qué temática? ¡El amor!
– ¿Qué distancia hay entre la literatura, el mercadeo y la publicidad?
– Ninguna. La literatura es el arte de convertir cada palabra en una nota musical. El mercadeo, la cualidad de transformar el arte en oro, y la publicidad es el clarín con que se anuncia un acontecimiento excepcional. Se puede crear una gran obra literaria; pero si nadie la conoce, morirá.
– ¿Damecos le regala tiempo suficiente para escribir novelas como La mesa redonda de los soñadores despiertos?
– Después de muchos años, si. Hay tres etapas en la vida económica del hombre. La primera, que es trabajar para otros; la segunda, que es trabajar para uno.; y la tercera, ¡que es la mejor, digo yo! es delegar. La empresa que fundé junto con mi esposa Mary y mis hijos, ya es aquella realidad que me ha permitido realizar el sueño que hace muchos años aplacé: Escribir.
– ¿Cómo surgió la idea de La mesa redonda de los soñadores despiertos?
– Hace algunos años, vi cuando unos policías disparaban dardos tranquilizadores para dormir un tigre que se había fugado del zoológico. Era un tigre de bengala. ¡El más peligroso de la tierra! “¿Por qué no balas de plomo?”, les pregunté. “¡Cómo se le ocurre a usted esa barbaridad! ¿No es usted ecologista?”, me dijeron. Unos meses después, de paso hacia el trabajo, me topé con un hombre muerto en el piso. Estaba vestido con traje a rayas, como el tigre. Cuando le pregunté a uno de los diez policías que cosieron a balazos al pobre hombre muerto, me contestó: “¿No le ve acaso la vestimenta? ¡Era un fugitivo!, un tipo muy peligroso! ¿Usted no está de acuerdo con la seguridad democrática?” Y fue cuando pensé en concebir un mundo en donde un Alejandro, un César y un Napoleón, serían reemplazados por un Mozart, un Beethoven y un Chopin, en donde las balas se convertirían en ondas musicales y las bombas atómicas en sinfonías de paz.
– ¿Este tipo de novelas, a quién va dirigido específicamente?
– A los jóvenes. ¡A los viejos no los conmueve nadie! Saben demasiado…
– ¿Tiene otra obra en salmuera, ya sea literaria, científica o publicitaria?
– Si. Una novela. Cuatro historias en una.
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)