Supe de Mary Daza Orozco en un viaje a Barranquilla, en donde una amiga me regaló su obra ¡Los muertos no se cuentan así! Quedé impresionada con su estilo literario y su valor. Confieso que su novela me hizo derramar lágrimas, pero a la vez sentí una gran admiración por esa escritora desconocida. Cuando llegué aquí y le conté a los del grupo “Minarete”, se dedicaron a leer la novela y la comentamos por varios días. Una noche, víspera de un nuevo viaje a Barranquilla, llamé a mi amiga y le dije que me acompañara a Valledupar y me consiguiera una entrevista con la escritora. Pensamos que iba a ser difícil, pero me encontré con una mujer sencilla.
En la sala de su acogedor apartamento nos sentamos, desde el ventanal observé la ciudad muy verde, tiene una arborización envidiable y es el centro de la música vallenata.
Mary Daza Orozco tiene unos ojos brillantes, es delgada y no le pude calcular la edad, es una mujer agradable y responde con una rapidez y precisión que me encantó. Me dijo que la entrevista debía ser literaria, no sobre su vida, y que se tuviera en cuenta únicamente lo grabado, acepté y comencé a preguntarle.
– Tamara Sossa: su libro es hermoso, pero tiene mucha violencia, ¿Cómo hizo para combinar dos conceptos tan dispares?
– Mary Daza: la historia de los actos violentos es mi propuesta estética desde cuando comencé a escribir mis novelas, pero tenía que matizarlos con metáforas y párrafos de profundo lirismo para que no se me convirtieran en unas novelas de horror.
– ¿Y si yo le dijera que me pareció una novela de horror?
– Yo le contestaría que sí, la violencia es el horror.
– ¿Es tan terrible la situación o su obra tiene mucho de ficción?
– La realidad fue más terrible, esa zona de Urabá fue duramente castigada. ¿No llegaron a su país los estruendos, las quejas, el dolor de los martirizados en ese lugar tan cerca de ustedes?
– Es fronteriza Urabá con Panamá, pero esos ruidos sólo lo escuchan los escritores, los poetas, no alguien que comienza como yo.
– No, no, sólo hay que hacer profundo silencio para escuchar que los lamentos de dolor salen de muchas partes del mundo, hay hambre, enfermedades, miedos, todo eso son manifestaciones violentas, hasta el desamor es un terrible acto de violencia.
– ¿No le preocupa que la vayan encasillar como una escritora de la violencia.
– No. Eso no me da miedo. Me atemoriza que la gente siga indiferente ante lo que está pasando en mi país y en el mundo. Si bien he escrito sobre la violencia, también tengo novelas románticas y versos prendidos del alma. Además, yo tengo que escribir en la época en que me ha tocado vivir, soy de las generaciones de la violencia: la que me contaban mis abuelos y la que yo he visto como periodista y como mujer sensible. Mis libros, en cierta forma, son históricos.
– Anoche leí su libro Cuando cante el cuervo azul, es un poema en prosa, ¿No cree?
– Estás corroborando lo que acabo de decirte: el horror y la belleza se complementan para dar un libro de carácter, yo no soy una escritora de novelas rosa.
– ¿Qué otras novelas tiene publicadas?
– (Hace un gesto de fastidio).
– ¿Le molestó mi pregunta?
– Si algo detesto es que me pregunten cuántos libros he escrito, de qué se tratan y en qué me inspiré para escribirlos. Es como si te estuvieran preguntando una tarea de memoria.
– ¿Cómo le contesta a la gente que le hace esas preguntas?
– Lo mismo que hice con usted, o me quedo callada.
– Me dijeron que usted era una mujer muy dulce.
– Dulce cuando tengo que serlo, ácida cuando tengo que serlo. Recuerda quedamos en que íbamos a hablar sólo de literatura.
Se levantó de su silla y pensé que había dado por terminada la entrevista, que se había enojado. Se fue a la cocina y comencé a lamentarme mentalmente de mi falta de tacto. Pero regresó con dos vasos de té helado, me brindó y tomé un sorbo para pasar el mal momento. Le hice otra pregunta:
– ¿Por qué no le gusta hablar de su vida?
– Porque, con el correr de los años, me he dado cuenta de que no tiene importancia, que es una vida como la de cualquiera y no tiene nada extraordinario que contar.
– ¿Y la valentía para escribir sobre la violencia y crear para Colombia unos libros históricos no hablan de una vida interesante?
– Por eso, hablemos de literatura.
– ¿Si su literatura es tan universal, por qué sigue en esta ciudad y no en una europea en donde sus libros la llevarían a tener renombre universal?
– Se sonrió y me miró con sus ojos amables, y contestó lentamente.
– Este lugar, Valledupar y sus alrededores, es mi base, además yo escribo por necesidad espiritual e intelectual, yo nací escritora, de esas que no piensan hasta donde van a ir a parar sus libros, sino de las que desean descargar todo un peso emocional en el papel, lo que si no te puedo negar es que me gusta que me lean y si me dicen algo bueno de mis libros está bien y si es algo malo, también, lo importante es que los lean.
– Yo lloré leyendo sus libros. ¿Ha llorado usted?
– Todos mis libros están bañados con mis lágrimas: cuando se me muere un personaje, cuando la protagonista sufre, cuando un pasaje me trae recuerdos de tiempos mejores. Muchas veces me tengo que levantar del computador para dejar que las lágrimas corran libremente.
– Me imagino que con el que más ha llorado es con ¡Los muertos no se cuentan así!
– No, con “Beliza, tu pelo tiene…”, la nostalgia por la niñez me invadió de tal forma que pensé que nunca lo iba a terminar, pero me acostumbré a escribir con los ojos empañados y fue el más rápido que escribí. ¡Volvemos a hablar de mí!
– Me imagino que tiene influencia de Gabriel García Márquez.
– Es posible, yo tengo influencia de todos los autores que he leído, y son bastantes, pero si leíste bien ¡Los muertos no se cuentan así!, te has podido dar cuenta de que no hay ni un ápice de la literatura, ni del pensamiento de García Márquez.
– ¿Se molestó con la pregunta?
– No. Sólo que ya es hora de que se piense en que cada autor tiene su estilo, su sentir propio, su propuesta literaria, el Nobel es un orgullo nacional, pero no para imitar su estilo que es único, los que lo han intentado han fracasado.
– ¿Escribe sólo novelas?
– Y poemas que nunca se publicarán porque son como mis plegarias íntimas. Y ensayos cortos, y mi sueño largamente acariciado: un libro de cuentos para niños.
Falta de fe
Cuando escuchaba su voz, la forma en que contestaba mis preguntas, cuando veía sus manos delgadas y ágiles que iban llevando el ritmo de lo que decía, cuando admiré su inteligencia, porque se le nota en todo su cuerpo, hasta cuando calla, no entendí por qué no ha trascendido hacia el mundo, aunque ella diga que no le interesa, a los que la conocemos si nos interesa, a pesar de que yo no sea de este país, amo a un buen escritor y ella es buenísima.
– Perdone, pero no puedo dejar de insistir, ¿Por qué su literatura no está en otros países?
– Creo que por falta de fe en mi misma, nunca busqué a un representante literario. Creo que por falta de fe de mi país, de mi región, en mi literatura.
– En esta ciudad deben amarla mucho.
– No lo sé. La gente me conoce, es amable conmigo, mis amistades son muy reducidas, pero no sé si me amen. Pero volvamos a la literatura.
– Noté que sus metáforas son muy bien pensadas.
– No. Son impulsos. Recuerde que en la creación literaria la belleza pasa como rayos y hay que atraparlos al instante porque no se tiene otra oportunidad.
– ¿Cuál cree que sea su libro más literario?
– Cita en el café la Bolsa.
– Regáleme una de sus mejores metáforas.
– “Las sombras eran arreboles de candil”, es del libro que le acabo de mencionar.
No tuve más que preguntar. Sentí algo así como si no le hubiera hecho la entrevista literaria que quería ella, pero es que Mary Daza Orozco es literatura y es vida y no se pueden separar la una de la otra.