En septiembre de 1949, un Aldemaro Romero de apenas 21 años, lleno de ideas innovadoras, fundó su primera orquesta de baile. Con influencia de las orquestas de jazz norteamericanas, así como del movimiento del “bebop”, Romero reunió a un grupo de los mejores músicos del país para tocar sus complejos arreglos musicales, también inspirados en el sonido de bandas latinas asentadas en Nueva York como la de “Machito y sus afrocubanos” y “Noro Morales”.Desde la primera fila de los acontecimientos, su hermano menor Godofredo Romero, fue testigo y parte de la formación artística de Aldemaro. La tarde del 3 de junio de 2009, tuve el gusto de entrevistarlo y conocer, de la misma forma en que ahora se las presento a ustedes, parte de la historia de lo que para muchos fue la mejor y más progresiva jazz band criolla de todos los tiempos:– Esta era una orquesta que por las características de los arreglos y las exigencias de Aldemaro, necesitaba músicos de altísima calidad y los pocos que habían ya estaban contratados, por ejemplo Pablo Armitano, que llegó a tocar con nosotros, tocaba con Luis Alfonzo. Entonces, a lo que recurrió mi hermano fue importar músicos, Vinieron músicos de México, Cuba y unos americanos. Aldemaro contrató una vez a J. J. Johnson, él iba a venir a tocar, inclusive mandó sus peroles pero después no apareció.
¿Cómo llegó a tocar con la orquesta de su hermano?– Por esa misma escasez de músicos, Aldemaro me dijo un día: “Godo, ¿por qué no aprendes a tocar trompeta? Y me compró una. Había un músico cubano, Armando López, que me enseñó y en seis meses ya estaba tocando. Yo era muy jovencito. Tenía como 14 años y estudiaba en la Escuela de Artes Plásticas en Puente Llaguno. De allí salía a Radio Continente donde teníamos un programa a las seis de la tarde.
¿Qué papel jugó Antonio Cortez en la formación de la orquesta?– Antonio era un comerciante muy creativo, pero muy mal administrador. Aldemaro y Antonio se hicieron grandes amigos y hasta compadres; y cuando se le ocurrió la idea de hacer la orquesta, Cortez se la financió. Pagó los atriles que los diseñé yo, los uniformes… todo. Muchas veces se hacían los ensayos en la tienda de Antonio. Sin él habrían sido muy difíciles muchas cosas. Era un amigo muy querido y muy dispuesto, no le importaba el dinero. Hasta la idea del eslogan “En El Ávila es la cosa” se le ocurrio a él.
¿Por qué teniendo tan buenos musicos e incluso a uno de los mejores cantantes de musica bailable de la epoca como lo fue Victor Perez la orquesta duro poco mas de dos años?– Porque el público nuestro no estaba preparado para el ritmo que estábamos proyectando. Aquí la gente estaba acostumbrada al tun tun tun de Billo. Entonces tú le tiras una guaracha en ritmo de “bebop” con glisandos y una cantidad de síncopas y la gente no sabe cómo bailar eso. Nos pasaba mucho que cuando venía la parte instrumental de los temas, la gente se quedaba parada. Aldemaro quería hacer las cosas no convencionales, no comerciales y eso tuvo su precio. Llegó un momento que dijo ¡esta orquesta no va más!
Luis Ugueto
Escritor e Investigador, Premio Municipal de Literatura Mención Historia 2010.
luisugueto@gmail.com