Gala Garrido : Suicidios Incesantes
Noviebre,11,2011 – Diciembre,01,2011
Suicidios Incesantes
Gala Garrido
http://www.galagalo.com
Suiuicidios incesantes (Espacio MAD, Centro de Arte Los Galpones; Caracas, 2011) representa la primera muestra individual de la creadora Gala Garrido (Caracas, 1987). El título de la exhibición sintetiza las motivaciones que orientan las indagaciones estéticas de esta joven artista, en sus propias palabras: “prefiero suicidarme incesantemente en el tiempo a dejar el vacío que implicaría una muerte sin imagen, un suicidio único, finito”. Bajo esta premisa, la fragilidad de la existencia se muestra, se confiesa, en su carácter temporal, contingente y agónico: su finitud. No obstante, la imagen como posibilidad de creación se erige, emerge, como fragmento efímero de trascendencia, tal vez la única posible.
Esta reinvención permanente, este suicidio incesante, representa el estado mínimo del ánima; aquel que, según J.F. Lyotard, sólo es posible mediante lo sensible como acontecimiento: “lo que llamamos vida proviene de una violencia ejercida desde afuera sobre algo letárgico: el alma sólo existe si es forzada, si es despertada por esa violencia […] lo sensible arranca lo inanimado de los limbos en donde inexiste, perfora el vacío de ese sueño, de esa muerte, y hace que exista, que surja durante un instante el ánima, es decir la afección”. Entonces, la fotografía fija ese breve instante como vestigio, como memoria; el resto es el olvido, el vacío, la ausencia y el silencio.
Gala Garrido apuesta por asumir la indagación fotográfica como una vía para acceder, penetrar —en ejercicio permanente— a esta pulsión creadora, a esta afección de la imagen; sus palabras lo expresan de forma clara y precisa: “La fotografía salva. Mostrar nuestras debilidades a través de la fotografía adquiere sentido, en la medida que permite que el lenguaje se encuentre nuevamente con lo humano en su dimensión humana; es decir, en su persistente fragilidad”. Así, la imagen pretende constituir lo humano en la medida que afecta, lleva al límite, pone a prueba, la propia concepciones humanas sobre la existencia. Esta búsqueda incesante hace de la fotografía una confesión (lenguaje) de la fragilidad (temporalidad) de nuestra experiencia (existencia) cotidiana.
En este sentido, el autorretrato, la puesta en escena, el registro de la intimidad, el espacio interior, el cuerpo, el erotismo: las imágenes de la vida aconteciendo, la confluencia entre imagen y palabra, representan las diversas estrategias que asume Gala Garrido para construir un pequeño fragmento visual, un relato mínimo confesional, que procura invitar al espectador a despertar del letargo que genera una vida sin afecciones, sin estremecimientos sensibles, sin agonía, sin accidentes, sin ironía, sin roce, sin mundos y vidas posibles: “vacío, sin imágenes”. A fin de cuenta para Gala: “la fotografía salva”, resulta importante recordarlo. Entonces, las representaciones del si mismo devienen en suicidios incesantes, en reinvención permanente; al tiempo que, el acontecimiento cotidiano y pretérito sólo perdura como imagen desechable, como estremecimiento estético, como dimensión existencial del lenguaje que pretende arrancarnos, una vez más, del horizonte finito, del suicidio único, que implica un mundo sin imagen: la nada.
Rosley Labrador : Mírame sin decir
Noviembre,11,2011 – Diciembre,01,2011
Mírame sin decir
Rosley Labrador
http://www.rosleylabrador.tumblr.com
La cámara desechable es el vestigio de un acceso instantáneo a la fotografía. Una forma ya periclitada de capturar el instante. Ella aún es un objeto para el laboratorio de masas que, ajeno, media entre dos instantes, entre dos miradas. Ella aún guarda el secreto confiado a la desconocida quimera de un tiempo en desuso; aún dilata la esperanza en el cofre oscuro de la expectación. Con ella aún debemos esperar por la revelación de la imagen y la satisfacción del recuerdo. Anacrónica en la era de la imagen digital o inmaterial, artefacto de farmacia más que de alta tecnología, ella conserva dentro de sí aún la promesa de un asombro. Fármaco más que máquina, la cámara desechable está destinada a un tipo muy especial de apuro: el diletante, el sereno, el que sabe esperar por su resolución. Pausadas en la inquietud son estás imágenes, surgidas de un aparato desechado, que capturan el breve instante de una también desechable intimidad. El sujeto aquí retratado ofrece una mirada plástica, prescindible, hecha de falsos pasos en el deseo. Un breve mirar sin decir bastan para producir el anhelo de una confianza repentina, que no conoce, que no siente, que se pierde en la búsqueda de un objeto inexistente. Un sujeto que se desnuda sin decir nada, que obedece al fotógrafo sin reclamar, que deja al ojo sin un perdón. Impunes como impúdicas son estas fotografías porque ni siquiera la permanencia de lo íntimo las cobija. Esta doble desnudez de la imagen expuesta no es quizá sino el correlato de la única palabra absolutamente verdadera, la que calla, la silente, la inaudible. Sólo la fotografía la captura y la exhibe.
Como o un Weegee del crimen interior o un Bellocq del fragmento, Rosley Labrador zahonda en la superficie infinita del cuerpo desconocido. Las mujeres aquí retratadas por estas cámaras desechables –como si fueran también signos de un abaratamiento del amor– no son restos de una imagen capturada. Son ellas, más bien, las que desechan, en su silencio, en su mirada rota, en sus cuerpos quebrantados, tanto a la cámara como al fotógrafo. Sobreviven, así, en esa intimidad de minutos, en esa mirada muda al deseo indeciso del ojo que trata de aprisionarlas en su ambición de ver por sí mismo. No son modelos del fotógrafo ni amantes del hombre, pero modelan el afecto, simulan la intimidad, adoptan la entrega desinteresada con el único fin de darle forma a la distancia. A cambio, sólo piden la gratuidad del goce, la plenitud de la mirada que observa sin miedo al vacío y produce la risa sutil que conjura el desencanto. En definitiva, sólo exigen, como único pago, que se les retribuya con el secreto del arte fotográfico: que sólo se pueda mirar donde ya no queda nada por decir y que todo se deseche salvo lo que, mostrándose incesante, no deja de ocultarse.
Fuente: espacioMAD.