Definitivamente pasó sin pena ni gloria entre los colombianos este maravilloso escritor húngaro Dezso Kosztolanyu, pero quienes tuvimos la oportunidad de leerlo, le damos gracias a la vida porque, al igual que Sandor Marái, aprendimos a ver la literatura de una forma distinta, diferente, formadora.
Ya habíamos hablado de Alondra (Bruguera) su hermosa novela que cuenta la dramática historia de un par de esposos que se angustian al ver que su hija infortunadamente es muy, pero muy y fea y quieren tomar la determinación de acabar con su vida.
En Kornél Esti. Un héroe de su tiempo, también de Bruguera, Kosztolanyi quiere cautivar aún más a sus lectores y cuenta la historia- similar a la de Marái en El último encuentro– en donde dos amigos que se quieren con el alma, cuentan sus aventuras desde la infancia y hasta un poco más allá de su madurez, pero allí Kornél Esti es el héroe, como lo ve su amigo y da la vida por él sin condiciones.
La novela habla de este Kornél que ha preferido la vida bohemia porque no ha triunfado en absolutamente nada y en medio de los bares, los poemas y la música, trata de ocultar su derrota. Pero se rebela, la da rabia su vida, le da rabia que mientras otros logran formar un hogar, viajar por el mundo y tener más amigos, entre muchas cosas más, él no. Entonces decide contar las experiencias de su vida y se la pasa días enteros contando historias, pero no las escribe porque no tiene la facilidad de hacerlo, por eso recurre a su amigo, su amigo del alma, quien dobla la espalda dándole forma a lo que, casi sin parar le cuenta Kornél.
Hay tantos pasajes cargados de humor, que el lector aprovecha la ocasión para olvidarse los momentos dramáticos, pero Kosztolanyi equilibra tanto su novela, que cuando el lector empieza a sentir la dureza del dolor, inmediatamente cambia de escena o cuadro literario, para permitirle que sonría ante las increíbles aventuras de este loco fascinante.
Kosztolanyi fue un incomparable escritor, pero la suerte pocas veces lo acompañó, de todas formas fue director del PEN húngaro y fue el más importante traductor de Wilde, Shakespeare, Wilde, Rilke, Goethe, Baudelaire, Verlaine y Maupassant.
No logró saber del éxito de sus obras- tal y como le pasó a Marái-, sino muchos años después. Falleció en 1936 y casi dos décadas después fue que se descubrieron sus novelas y el mundo empezó a amarlo en silencio, a seguirlo desde sus silenciosas enseñanzas.
Alondra, por ejemplo, ha sido traducida a 14 idiomas, mientras Kornél Esti ha alcanzado en los últimos años a media docena de ellos.
No es un escritor para multitudes, pero multitud de comentarios han permitido que su obra empiece a consolidarse a nivel mundial.