Fui un obcecado y quizás furibundo seguidor de Sean Connery, el mejor intérprete del agente secreto británico James Bond, el inolvidable 007 y aunque no se crea, fui siempre de los primeros en estar en la boca de la taquilla comprando las boletas para ver sus películas y aún hoy, en formato de tercera generación (pasé de Betamax a VHS y ahora DVD), las sigo viendo, quizás por esa inagotable imaginación de Ian Fleming de inventarse un imposible espía, de buena pinta y muy dado a las fantasías de alcoba.
Y hace apenas dos días que Ediciones Urano me envió Carta Blanca (Umbriel) en donde regresa el rejuvenecido James Bond de la mano (¿de la pluma?) de Jeffery Deaver ¡Qué fantasía de novela! No dudo un solo momento al decir que es como volver a leer, en sus buenos momentos a Ian Fleming con suCasino Royal su primera gran novela que llevara a las librerías en 1954 y que luego se convirtiera en una gran película.
Carta Blanca es sencillamente fascinante. Sus 500 páginas le hacen poner al lector la piel de gallina pues son tantas y tan bien contadas las aventuras por las que pasa el agente secreto, que aunque se haga el esfuerzo, es imposible dejar a un lado en voluminoso libro, como pasó cuando leí Vive y deja morir que en Colombia se conoció mejor como “Vivir y dejar morir”, también publicada en 1954.
El objetivo del 007 en esta novela, es salvar definitivamente al Reino Unido de los posibles ataques terroristas tan de moda en estos tiempos, pero los terroristas no se quedan quieto y buscan las más extrañas y agresivas maneras para desestabilizar la tranquilidad del país, por eso Bond parece que tuviera el don de la ubicuidad porque justo en donde ellos tienen preparada una agresiva acción, de inmediato aparece de la nada el suspicaz agente, como en la escena inicial en donde por escasos metros logra detener la gran tragedia cuando el tren que lleva material letal, logra ser desviado de la línea férrea que causaría el descarrilamiento y una terrible mortandad a partir del río Danubio.
Pero así como ha tenido tiempo para las acciones más truculentas, las ha tenido para sentir la frescura de las sábanas y la piel de la una mujer. “Felicity se volvió hacia él, tal vez para decir algo, o no, y él se inclinó y le dio un beso suave en los labios. Después, retrocedió un poco para ver su reacción, echó la cabeza hacia delante y volvió a besarla, con más intensidad, y luego se perdió en el contacto, el sabor, el calor. Sintió el aliento de la mujer en la mejilla, y los brazos de Felicity lo rodearon, mientras se apoderaba de su boca con la de ella. Después, ella lo besó en el cuello…su lengua se deslizó a lo largo de una cicatriz”…
Fuente: Prensa Ediciones Urano.