La única razón de esta crónica es aportar algunos pormenores ignorados hasta ahora, en referencia a la creación de la OSMC entre los años 1978-1979. En una nota de El Universal del martes 29 de abril del 2003, veinticinco años después, se apunta: Se reconoce que la OSMC fue fundada por iniciativa de Guillermo Feo Calcaño.
La idea primigenia en esta materia prendió en mi ánimo siendo yo Presidente de la fundación civil Opera Metropolitana, (OMAC) al mismo tiempo que presidente de la Comisión Permanente de Cultura del Concejo Municipal del Distrito Federal,
Ahora bien, para sus temporadas anuales, la Ópera Metropolitana se veía forzada a contratar músicos de la Orquesta Sinfónica Venezuela, lo que resultaba evidentemente inapropiado desde el punto de vista artístico y administrativo. De allí la imperiosa necesidad de contar con una orquesta propia que atendiera los distintos requerimietos artísticos de la Municipalidad en su conjunto: ópera, ballet, conciertos y educación musical de la comunidad, como se acostumbra en todas las capitales del mundo.
Tres pasos claves había que abordar para iniciar una tarea tan compleja: solicitar la aprobación del presidente del Concejo Municipal, convencer a los jefes de las fracciones políticas del mismo cuerpo, y rematar con el visto bueno del Gobernador del Distrito Federal. Todo ello -con excepción de un gobernador transitorio que rechazó de plano la idea, retardando el proceso por un tiempo- concluyó satisfactoriamente con la firma de un nuevo gobernador, Augusto Vegas Benedetti, persona culta y pianista aficionado, quien después de una grata conversación me despidió con una frase amable que no se ha borrado de mi memoria.
De inmediato se publicaron avisos en la prensa llamando a un concurso de músicos venezolanos o extranjeros residentes en el país. Acudieron a la cita diecisiete aspirantes de los cuales sólo cuatro fueron aprobados por un Jurado integrado por los profesores Franklyn Choset, asesor artístico de OMAC: Eric Colon, Director de la Escuela Superior de Música; Emil Friedmann, prestigioso músico y pedagogo; George Branson Gray, director invitado del Coro de OMAC; y Eduardo Rahn, director de la Orquesta Sinfónica de Maracaibo.
Las audiciones, tuvieron lugar en el salón de sesiones de la Cámara Municipal desde el 15 al 18 de febrero de 1979.
La contratación de músicos en diversas ciudades del extranjero se les encomendó a Franklyn Choset y Juan Carlos Núñez. Para ensamblar la orquesta a medida que se completaba la llegada de los músicos a Caracas, OMAC contrató al profesor israelí Ronly Riklis, quien había desempeñado tal labor en distintas ciudades europeas. El maestro Riklis había sido director de la Academia de Música de la Universidad de Israel, asistente de Dirección de Zubin Metha en la Orquesta Filarmónica de Israel y director invitado de varias orquestas europeas.
El maestro Riklis realizó su trabajo desde el 7 de octubre de 1979 al 14 de noviembre del mismo año, contando ya la orquesta con 38 instrumentistas de primera. Para entonces se habían realizado 36 ensayos a plena orquesta y 8 ensayos con secciones separadas. Varias sinfonías y oberturas quedaron listas.
Han transcurrido treinta y un años de aquella aventura musical, y los 38 músicos originales son hoy cerca de un centenar, asistidos por una nómina administrativa que me obliga a recordar con cariño, y no sin cierta nostalgia, a los modestos siete u ocho empleados que en las oficinas de OMAC -con la energía infatigable del maestro Franklyn Choset a la cabeza- contribuyeron con entusiasmo y desinterés a dar el primer impulso a la Institución.
Una nota un tanto jocosa debe concluir estas líneas. La tarde del estreno de la OSMC, el 24 de febrero del 1980 asistió como invitado especial el ciudadano presidente de la república Luis Herrera Campins. El programa oficial anunciaba dos obras francamente antípodas: una pieza dodecafónica del compositor venezolano Alfredo del Mónaco, y la majestuosa sinfonía número siete de Beethoven. Concluida la primera y a punto de comenzar la segunda, alguien dijo al primer Magistrado: “Bueno, presidente, ahora sí vamos a escuchar música de verdad.” Una risita contagiosa recorrió por unos segundos el palco presidencial, a tiempo que la sala del teatro se hundía suavemente en la oscuridad.
Fuente: Guillermo Feo Calcaño.